Emociones de madre e hijo

Las emociones de la niñez y sus huellas

La mamá de Alex, un pequeño de 4 años, paseaba con él por un parque de la ciudad cuando de momento un perro la atacó. Una gran frialdad se apoderó de su cuerpo, su piel se tornó sudorosa y el corazón comenzó a latirle aceleradamente: estaba presa de miedo. Aún así tuvo tiempo de cargar a Alex en lo que varias personas la ayudaron y alejaron al perro. Todo transcurrió muy rápido, pero experimentó una emoción muy fuerte.

Los síntomas que ella presentó se corresponden con la respuesta del organismo ante una alarma, en la que el sistema nervioso desencadena sus mecanismos de defensa. Estas respuestas se producen no sólo ante un peligro o ante el miedo, también suelen ser producidas por la rabia, la ira, la alegría o el amor.

Si sabemos del impacto o reacción negativa que provocó este acontecimiento en la mamá del pequeño  Alex, cabe preguntarse cómo habrá repercutido este mismo evento en el niño: ¿Qué sintió? ¿Cómo lo vivenció? ¿Sigue pensando en lo ocurrido? ¿Sueña con ese momento? ¿Se angustia?

Experiencias como la descrita pueden provocar problemas, los más comunes son el Trastorno de Adaptación, el Trastorno Fóbico, o un Trastorno por Estrés Postraumático.

Las experiencias vividas dejan sus huellas

Emociones positivas en familia Desde pequeños los seres humanos aprendemos a identificar las sensaciones agradables de las desagradables. A todos nos sucede que recordamos vivencias del pasado. El que recordemos experiencias pasadas demuestra que, a pesar del paso del tiempo, aquello que nos provocó placer o displacer deja su huella.

Ciertos eventos que acontecen en la infancia, sobre todo si se reiteran, son muy intensos, o de gran significado, tienen efecto duradero e influyen en la conducta posterior. Esto demuestra la importancia que tienen las emociones en la vida de los niños, son expresión de su esfera emotiva que puede sufrir ante estímulos muy fuertes, o cuando no se estimula adecuadamente.

Desde su nacimiento el niño experimenta emociones diversas. Al inicio de la vida predominan las más elementales relacionadas con su alimentación, las de desagrado ante las sensaciones de frío o calor, humedad, o debido al estado de indefensión en que se encuentra.

Si importante e indispensable resulta cubrir sus necesidades de alimento y abrigo, resulta de gran valor que el bebé se sienta protegido por medio de los actos y el afecto de la madre desde el mismo momento en que nace, y luego por los adultos de su entorno familiar.

Tan importante es la salud física como la salud emocional del niño

Las personas se aseguran de cómo cargan a un lactante porque conocen que su columna vertebral es todavía endeble, al mismo tiempo vigilan la posición de su cabeza porque la misma no se sostiene todavía, por otro lado las fontanelas aún están abiertas. Muchos se olvidan que tal como se cuidan estos aspectos físicos o anatómicos hay que cuidar también los aspectos emocionales.Llanto de un niñoA veces he visto niños llorando inconsolablemente y he escuchado a más de un adulto decir: “Déjalo llorar para que se le desarrollen los pulmones y que no se acostumbre a que siempre que llore se le carga en los brazos”. Esta no siempre resulta una apreciación válida. Quienes así piensan y actúan pueden provocar desajustes en los pequeños, esa puede ser una forma de transmitirles estados de ansiedad innecesarios, provocarles sentimientos de rencor, impotencia o desamparo, y también sensación de soledad, entre otros estados perjudiciales.

En la medida en que manejemos mejor las situaciones de nuestros hijos los ayudaremos más a que creen y conserven su equilibrio. Así propiciaremos su crecimiento y desarrollo armónico, con seguridad y confianza, lo que les permitirá ser jóvenes y adultos activos, estables, productivos, pero sobre todo felices.

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Los desórdenes emocionales tienen diversas causas. Algunas empiezan en la propia cuna, porque los adultos con frecuencia tienen actitudes y conceptos tan erróneos como el citado sobre el llanto, así provocan “traumas” en el niño que más tarde se reflejarán negativamente en su conducta y salud emocional.

Toda persona necesita de experiencias individuales propias, pero hay muchas que son desagradables y no tienen por qué repetirse en la descendencia. El niño no debe ser un receptor de los conflictos de los adultos. Tanto el empleo de la fuerza como el exceso de atención son caminos que no deben transitarse nunca. Es mejor un sendero menos espinoso: el de la alegría y la serenidad para actuar con equilibrio.

El control de las emociones en el niño

El niño puede perder el control sobre sus emociones si se le crean estados de ansiedad, de temor, de rencores. Si les son destruidas sus capacidades discriminativas entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, tendrá reacciones agresivas poco comunes y diferentes complejos y trastornos que le impedirán su normal desarrollo.micción nocturnaPor ejemplo, se habla muchas veces del niño mayorcito que se orina en la cama, asunto en el cual toda la familia se interesa e intenta resolver. Lo normal es que el niño se despierte al sentir esa necesidad fisiológica, si no lo hace sigue creciendo y continúa el problema, esto es un indicador de que no posee el control adecuado sobre sus esfínteres para evitar la micción nocturna, y lo más probable es que tampoco posea un buen control emotivo, por lo general a causa de dificultades en el mundo de los adultos que le rodean.

Sean las sábanas húmedas, las perretas, la hiperactividad, los accesos de melancolía o las dificultades en el aprendizaje, todas son reacciones emotivas negativas de los niños en respuesta a las formas inadecuadas en que se les atiende y educa, o expresión de conflictos en la dinámica de su familia.

Tengamos siempre presente lo que un buen día escribió el célebre escritor de literatura infantil Graham Greene: “Todo niño viene al mundo con un cierto sentido del amor, pero depende de los padres, de los amigos, que este amor salve o condene”.

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