Las piedras en La Luz

En el más reciente Sábado del Libro, que habitualmente tiene por espacio los alrededores del Palacio del Segundo Cabo en La Habana Vieja, la presencia de una de las casas editoriales más prestigiosas en talento y labor de Cuba, fue protagonista con creces a la sombra de un puñado de títulos suyos, santo y seña de una constancia que enriquece el mapa insular del buen leer: la holguinera ediciones La Luz. Entre aquellos, el volumen Las piedras clamarán ha vuelto a marcar su huella, con encomio y distinción.

El goce que brinda una compilación, de modo especial a la hora de la poesía, siempre se corresponde con el autor o autores de los textos allí reunidos, y en caso de lo segundo, con las coordenadas del tema. Desde la primera, realizada en la antigua Grecia por Meleagro de Gadara —“una guirnalda de flores”, tal como él mismo la definiera, y más tarde el equivalente latino, “florilegio”—, hasta nuestros días, un trabajo de tal cualidad se abre a nuevas perspectivas, con mayores o menores certidumbres y contribuciones a la hora de su lectura.

En tal orden, encontrarse con un repertorio cubano muy notable en su promesa, y diverso en autores que conforman un sumario de empeños verbales tan espléndido como puntual, de un acabado celo formal y un tejido humano que rebasa su frontera temática, es un acontecimiento. Las piedras clamarán, poesía cubana contemporánea de temas LGBT+, selección de Jesús J. Barquet y Virgilio López Lemus, se sitúa entre las grandes compilaciones poéticas de la literatura cubana.

“La poesía es una apuesta por la verdad, que no es lo mismo que el desahogo o la sinceridad; la verdad hay que expresarla literariamente para que emocione al lector y le persuada”, ha advertido alguna vez el poeta español Luis García Montero, y tal aseveración es más que evidente a lo largo de las 342 páginas de este espléndido muestrario poético, recopilado con desvelo y dedicación por dos autores que no sólo han considerado la calidad de cada texto, sino también la elegante armazón del conjunto.

Portada, Las piedras clamarán, Ediciones La LuzSetenta y dos poetas conforman esta suma: dos ya fallecidos, Alberto Acosta Pérez y Alina Galliano, In memoriam, apertura que tiene el volumen; y con el subtítulo de Mosaico, los otros setenta, residentes en Cuba, Estados Unidos de América, España, Francia, México y Brasil; un conjunto que reúne nombres que inician su andadura, otros en progresión de labores, y varios muy reconocidos, suerte de arco ojival que bien distingue una arquitectura verbal tan sensible como justa.

En el prólogo, Barquet y López Lemus especifican cuál ha sido la guía con la que han llevado adelante tal empeño: “Este mosaico no pretende ser una antología ni un panorama, sino un sondeo desvelado sobre poemas cubanos contemporáneos que presentan, de forma más o menos evidente en el propio texto, los numerosos temas íntimos, familiares, sociales y culturales relacionados con la experiencia vivida por la comunidad y los individuos LGBT+ tanto en Cuba como en el resto del mundo”.

Y para ser más amplios añaden que “de ninguna forma es esta una colección de autores con tales orientaciones o condiciones personales: es una colección de textos cuyos sujetos líricos se abren a la expresión palmaria de dichos temas, los cuales incluyen tanto lo erótico-afectivo como otros aspectos generales de la vida y la sociedad humanas. Nos agradó constatar que algunos poetas no pertenecientes a estos grupos expresaran su solidaridad con nuestro proyecto al enviarnos sus poemas incluidos aquí”.

Cierto es —como bien advierten Barquet y López Lemus— que “sin ánimo de hacer historia literaria al respecto y limitándonos al género literario que nos ocupa, ha habido en la poesía cubana anterior a 1980 —inicio de una década en que los temas LGBT+ comienzan a ser tratados con mayor frecuencia y explicitud tanto dentro como fuera de Cuba— varios poemas que se refieren a estos asuntos…”. En tal rumbo, se ubican, entre otros, Regino Boti, José Manuel Poveda, Emilio Ballagas, Virgilio Piñera y Reinaldo Arenas.

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Se recalca señaladamente en los poemas que este libro reúne, la pluralidad y el caudal de propuestas que se abren a la hora del texto y su elaboración, para descubrir las señas de vidas y recuentos a favor de la ya apuntada verdad referida literariamente. Las sugerencias literales, más o menos explícitas pero siempre fijas en el curso natural del poema y sus revelaciones, incitan a un ejercicio memorioso tan conmovedor como razonable, sucesión de imágenes que conectan obras y épocas de variada procedencia.

Muchas son las referencias a variadas culturas que los poetas hacen muy suyas: las antigüedades de Mesopotamia, Grecia, Roma y Bizancio son revisitadas; hay momentos con Catulo, Miguel Ángel, Caravaggio, Shakespeare, Rimbaud; personajes de Stendhal y Virginia Woolf alternan con hombres y mujeres que se desplazan por cualquier tiempo; además, visiones del cine son aprovechadas, desde la Garbo y Valentino en los días del cine mudo, hasta Teorema, de Pasolini, o Brokeback Mountain, de Ang Lee.

No pocas veces en estos textos, el ayer de los cuerpos transmutado en el hoy del poema que los recupera, traza un mapa de afinidades y traslaciones tan vivaz como cautivante. Los escenarios de lo íntimo y lo público, sea en una metrópoli o en un caserío, adquieren similares dones de inequívoca grandeza, cumbre y abismo de sentimientos que desbordan vidas y destinos. Entre alcobas y guaridas, intemperies y tabernas, ardores y recelos, gritos y susurros, los poemas en este libro son una luminosa apuesta por la verdad.

Con imágenes en la cubierta e interiores debidas a Zaida del Río, quien capta espléndidamente el aliento del libro, Las piedras clamarán —título debido a San Lucas (19:40) en el Nuevo Testamento: “Os digo que si estos callaren, /las piedras clamarán”— ha constituido todo un señalado acontecimiento cultural. “Vida, luz y verdad, tal triple llama / produce la interior llama infinita”, notificaba Rubén Darío allá por el año 1904 en su célebre Preludio. Este libro ha hecho posible tal afirmación: enhorabuena las piedras en La Luz.

Eugenio Marrón Casanova
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