Natalia Prónina ha vivido en Cuba –exactamente en Holguín– por más de cuarenta años. Sin embargo, se niega a separarse de sus raíces. Nació en la extinta Unión de República Socialistas Soviéticas, actual territorio de la Federación de Rusia.
Actualmente, Natalia lidera en la ciudad cubana de los parques la Comunidad Rusoparlante «Matrioshka», junto a sus coterráneos, ucranianos, bielorrusos, cubanos egresados de diferentes especialidades en la Unión Soviética y algunos jóvenes interesados en aprender el idioma y acercarse a la cultura de Rusia.
Nuestra principal misión es mantener vivas las tradiciones rusas. Por ello, tratamos de diversificar las actividades, con exposiciones que representan a nuestra cultura y naturaleza, así como personajes históricos relevantes, artistas, escritores, que nos motivan permanentemente a tertulias, conversaciones, mesas redondas.

Sin dudas, la comunidad rusa radicada en la urbe holguinera tiende puente entre aquella nación y la isla caribeña y potencia el intercambio cultural entre ambos países.
Las tradiciones que conservamos aquí son varias. Una de ellas es esperar el año nuevo ruso, cada 31 de diciembre, a las cuatro de la tarde, hora de Cuba. Nos reunimos para cocinar los platillos típicos rusos, entre ellos, Blini (arepas), Pelmeni (ravioli), Borsch (sopa de vegetales o sopa roja) y una ensaladilla típica rusa, la Ensalada Olivié, similar a la ensalada fría que se prepara en Cuba, pero a base de papa.
En el hogar de Natalia, donde hoy conviven tres generaciones de rusos, resulta una prioridad infundir en los más pequeños el interés por la cultura de aquella nación.
Tenemos la buena costumbre de celebrar y conversar sobre las fechas importantes de nuestros países, como el Día de la Victoria o las Pascuas Ortodoxas. En mi familia, primero con mis hijos y ahora con los nietos, solemos pintar los huevos que son representativos de esta festividad y los regalamos a los amigos. También hacemos dulces rusos específicos de la Pascua.
Cada vez que nos reunimos tomamos el té, nuestra bebida preferida. Nos sentamos en torno al samovar ruso, un hervidor de agua muy singular. Dentro de lo posible, tratamos de que los cubanos, sobre todo los vecinos, se impriman de esas tradiciones, las cuales disfrutan tanto como nosotros.

Para un óptimo desempeño de la Comunidad Rusoparlante resulta esencial la atención que permanentemente ofrece a sus miembros la sede diplomática de la Federación Rusa en La Habana, a la que se han unido recientemente otras organizaciones.
Una agencia federal, Rossotrudnichestvo, está propiciando a las comunidades de cada provincia cubana suficiente apoyo. De ella recibimos patrocinio para las actividades, lo cual nos ayuda a revivir y preservar las tradiciones rusas y diversificar nuestro trabajo como asociación.
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La coordinadora de la comunidad de rusoparlantes en Holguín también significó las buenas relaciones que esa forma asociativa mantiene con instituciones culturales y educativas, lo que la convierte en un mecanismo integrador con la sociedad cubana, que en muchos casos la enriquece.
Sobresalen así los nexos con la Biblioteca Provincial Alex Urquiola y su notable apartado de literatura rusa y la formación de los futuros cantantes líricos en la filial local de la Universidad de las Artes, quienes tienen como requisito indispensable el aprendizaje de esa lengua.
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