Secuestro, Síndrome de Estocolmo

El Síndrome de Estocolmo: ¿Qué ocurrió en la capital de Suecia?

En nuestro encuentro anterior les comenté sobre algunos síndromes populares que no aparecen como enfermedades en los manuales diagnósticos, no constituyen como tal un diagnóstico psiquiátrico y no aparecen en ninguna de las clasificaciones de los trastornos mentales disponibles en la actualidad. Entre ellos mencioné el Síndrome de Estocolmo, que de manera muy general define el fenómeno de la atracción que algunos rehenes suelen sentir por sus secuestradores, con los que llegan a identificarse, y a los que comprenden y justifican.

En este comentario abordaré, de una manera más amplia y crítica, esta reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con su secuestrador o retenedor. En otras palabras se trata del desarrollo de sentimientos positivos y empatía por creencias, valores, objetos y comportamientos del agresor o secuestrador.

Los orígenes del Síndrome de Estocolmo

Es un término utilizado por primera vez en Suecia, en 1973, por Nils Bejerot, para describir un fenómeno paradójico de vinculación afectiva entre los rehenes y sus captores en el transcurso de un asalto a un banco en Estocolmo. A partir de este hecho ha habido muchos intentos de interpretar, caracterizar y describir el fenómeno. Las aportaciones internacionales son variadas, por un lado existen autores que lo cuestionan porque consideran que es una conducta no generalizada ni generalizable, y de otro lado están los que valoran que se trata de una valiosa aportación para la explicación de conductas y actitudes de víctimas hacia sus agresores, incluso que ayuda a dar sentido a ciertos hechos.

¿Qué sucedió en Estocolmo?

Jan-Erik Olsson, un convicto apodado “Janne”, tomó como rehenes a cuatro empleadas en la cámara acorazada de un banco del centro de Estocolmo el 23 de agosto de 1973, desencadenando una crisis de seis días, a pesar de que en un principio se pensó que iba a ser una situación normal de toma de rehenes que duraría un día y una noche.

Rehenes en Estocolmo
Jan-Erik Olsson, tomó como rehenes a cuatro empleadas en la cámara acorazada de un banco del centro de Estocolmo en agosto de 1973. Foto: (Archivo)

En especial Kristin Enmark, una de las rehenes, vivió la experiencia más aterradora de su vida. Se vio obligada a obedecer cada una de las órdenes de su captor si quería salir sana y salva. Sin embargo, no era odio lo que sentía hacia él. Todo lo contrario: la joven llegó a empatizar con su secuestrador hasta el punto de defenderlo ante la policía. “Me acogió bajo su manto protector y me decía: ‘a ti nada te va a pasar’. Es difícil explicárselo a gente que no ha estado en esa situación cuán significativo fue eso para mí. Kristin fue examinada por psiquiatras y su reacción emocional de identificación con sus captores pasó a llamarse Síndrome de Estocolmo. Ella, por otro lado, escribió un libro sobre sus experiencias en el que argumentó que ese síndrome no existe.

El psiquiatra Nils Bejerot formó parte del equipo negociador. Su trabajo consistía en analizar el comportamiento de los atracadores y las rehenes. Medio siglo más tarde, los psiquiatras y expertos contemporáneos han desacreditado la condición como una falacia.

“Nada apunta a que tuvieran problemas psiquiátricos ni a que padecieran ningún síndrome como tal. Ese término se creó de la nada para dar cabida al hecho de que estas mujeres actuaron racionalmente en esta situación”, afirma Cecilia Ase, profesora de estudios de género de la Universidad de Estocolmo. Ase plantea que las declaraciones de las rehenes fueron interpretadas en una dimensión muy sexualizada por las autoridades.

Christoffer Rahm, psiquiatra del Instituto Karolinska de Suecia y autor del artículo científico “Síndrome de Estocolmo: ¿Diagnóstico psiquiátrico o mito urbano?”, coincide en que no es un diagnóstico, considera que el comportamiento de los rehenes es un mecanismo de defensa que ayuda a las víctimas a hacer frente a una situación traumática.

“Un mundo perfecto” (título original: ‘A Perfect World’), película dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Kevin Costner, una historia que se centra en la identificación de un niño con su secuestrador.

Ambientada en Texas, en 1963; narra cómo el delincuente Robert ‘Butch’ Haynes se escapa de la cárcel de Huntsville y en su huida secuestra a un niño de 8 años, perteneciente a una familia de testigos de Jehová. Así, entre aventuras, robos y mutuas confidencias se crea una relación afectiva entre ambos personajes, una especie de amistad extraña y a la vez emocionante, ya que manifiestan una sensación de libertad.

Cartel del filme "Un Mundo Perfecto"
Filme ‘Un Mundo Perfecto’: Entre aventuras, robos y mutuas confidencias se crea una relación afectiva entre el niño cautivo y su secuestrador. Foto: (Archivo)

Un mundo perfecto se estrenó en los cines de Estados Unidos en noviembre de 1993. La película fue bien recibida por los críticos. Fue elogiada por su profundidad emocional y su acertada descripción de la psicología de una situación de rehenes. El sutil retrato de Kevin Costner del convicto prófugo Butch Haynes es el pilar del éxito de la película y ha sido considerada como una de las mejores actuaciones del actor. Durante los años posteriores a su estreno la película fue elogiada por críticos como uno de los más satisfactorios logros de Eastwood en su faceta de director, y las escenas entre el convicto (Costner) y su joven cautivo (T. J. Lowther) han sido reconocidas como algunas de las secuencias más delicadamente realizadas por Eastwood.

No creo que el guionista John Lee Hancock haya construido la historia a partir del llamado Síndrome de Estocolmo, simplemente tanto él como su director tuvieron la sensibilidad de mostrarnos un drama humano perfectamente comprensible desde el punto de vista perisológico. Como escribiera en FilmAffinity Pablo Kurt, crítico cinematográfico, “los caminos de la aventura de la infancia y la libertad de los adultos se entremezclan con fogonazos de violencia, paternidad ausente y destino incierto; una pura ‘road movie’ filmada con la elegancia y maestría de los clásicos. Sin duda, una de las mejores películas norteamericanas de los años noventa”.

Me despido hasta el próximo encuentro entre El Psiquiatra y Tú… Y bueno, queda claro, yo tampoco creo en el síndrome de la capital sueca.

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