La llama martiana acentúa su fulgor en Cuba, donde siempre brilla, por estos días en que se celebra con gozo el aniversario 171 del natalicio de José Martí, ocurrido en la antigua calle Paula, La Habana, la noche fría del 28 de enero de 1853, cuando su tierra sufría los rigores del colonialismo español, circunstancia que vertebrara la vida de aquel niño, luego hombre extraordinario de la Patria y de América.
Nuestro Sol moral, como lo calificara el prestigioso intelectual Cintio Vitier, ahora más que nunca es acicate y enseñanza sin agotar por su ejemplo de existencia y el ideario político y ético que legó a sus compatriotas, a los latinoamericanos y al mundo, con la actualidad reforzada por los empeños aún por cumplir, y el imperativo de urgencias inaplazables.
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Y ya conseguidas hace 65 años, de manera definitiva, las aspiraciones libertarias por las que comenzaran a luchar el Maestro y los mambises liderados por Carlos Manuel de Céspedes, otra es la realidad ingente hoy en el entorno de los cubanos, cuya demanda perentoria, además de garantizar la soberanía y la dignidad en pleno disfrute, apunta a desarrollar al país por el propio esfuerzo de un pueblo unido, desafiando un invasivo bloqueo foráneo, trabajando con ahínco y creativamente.
Tarea de gigantes, como otras de las tantas cumplidas. Diríase entonces que más que nunca es urgente el Martí que amaba a la Patria desde su temprana adolescencia y a los 15 años empezó a luchar por ella apoyado en versos, como el poema 10 de Octubre, la proclama “O Yara, o Madrid”, el efímero periódico Patria Libre y el poema teatral Abdala.
También, quien en 1869 acusara de apóstata a un compañero de estudios secundarios enrolado en las filas represoras de la metrópoli, en una carta osada que escribiera junto a su amigo del alma, Fermín Valdés Domínguez, cuya responsabilidad asumiera totalmente y por la que fuera condenado a varios años de prisión en las horrendas canteras de San Lázaro.
Pero con más precisión, en este minuto de Cuba, después de beber en la lección de la entrega y el sacrificio del joven héroe que fue muy temprano el Apóstol, sus connacionales están instados a apreciar lo que dijo en otro contexto: “Si el hombre sirve, la tierra sirve”, aunque parezca esta cita un tanto inopinada.
Pero no lo es, porque el aserto del político lo permite, el significado de tierra no solo como el campo donde el agricultor real planta su simiente para obtener alimentos, sino también como una visión amplia de Cuba y la sociedad que habita, incluso la barriada o municipalidad. Tal metáfora no es nada descabellada como suelen sugerir los pensamientos de los iluminados.
Como es mejor que ocurra en el Martí naciente de enero, es bueno además observar los nexos en afianzamiento entre su memoria y el hacer y la educación de los niños y jóvenes de su Isla amada, orgullosos de seguir conociendo que su Héroe Nacional fue uno de los escritores, periodistas, poetas y pensadores más connotados de su tiempo.
Al morir en el campo de batalla con solo 42 años, en la oriental región de Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, era patriota de reconocido prestigio continental en el periodismo, la literatura y en la diplomacia al servicio de pueblos hermanos.
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Supo renunciar a tiempo, de acuerdo con sus convicciones, a la gloria que le esperaba si se hubiera dedicado solo a la creación literaria o periodística netamente, actividades en las cuales se le atribuye haber marcado cambios definitorios cuando ambos géneros tenían características muy diferentes y distintivas.
Cuando en plena madurez fundó en Nueva York el periódico Patria, el 14 de marzo de 1892, y el Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril del mismo año, lo hizo llegada la hora de implicarse de lleno, con todas sus fuerzas, en los preparativos de la última campaña anticolonialista y libertaria que sentía impostergable.
Había residido en Estados Unidos por espacio de unos 15 años, después de verse obligado a vivir en el exilio desde que abandonó las mentadas canteras de San Lázaro, a los 16, gracias a la conmutación de su pena, con la condición de que saliera de Cuba.
Luego de graduarse en Zaragoza, España, de una carrera universitaria de Humanidades, viaja a México en la medianía de los 70 y allí se establece por un tiempo, compartiendo labores periodísticas como medio de sustento, junto a funciones literarias. Se traslada y reside temporalmente en Guatemala y Venezuela, se casa con Carmen Zayas Bazán en ese período y también visita clandestinamente su terruño natal.
El espíritu revolucionario, sus ansias de libertad y justicia, la sed por el conocimiento y humanismo, acendrados desde las aulas de su profesor Rafael María de Mendive, en La Habana, se ensancharon como el gran cauce de su corta vida.
Ese Martí conecta con los jóvenes plenamente, como lo hace el que todo el tiempo llama a los cubanos a trabajar unidos por una Patria donde rija la máxima “Con todos y para el bien de todos”, un bien que no se podrá lograr sin el necesario despegue económico y desarrollo social que debe producirse.
Con información de Marta Gómez Ferrals
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