Lisandro Otero, escritor cubano
Lisandro Otero. Foto: Tomada de Portal Cubarte

Lisandro Otero, el novelista y la Historia

Dos fechas a la sombra del escritor cubano Lisandro Otero (La Habana, 1932-2008) se han unido este 2023, con dos novelas suyas que cumplen sesenta y cuarenta años, respectivamente: La situación (1963) y Temporada de ángeles (1983); dos inmersiones a fondo en las aguas de la Historia, para ofrecer, desde la ficción, retratos tan abarcadores como espinosos, de períodos signados por conflictos y ardores, en los que se entrelazan las contingencias colectivas y las franjas íntimas de lapsos muy precisos. De la Cuba de los años cincuenta —del pasado siglo—, con la primera de aquellas, a la Inglaterra del siglo XVII, con la segunda, se extienden dos vigorosas ficciones.

Autor que, aparte de aquel género, escribió un puñado de cuentos sólo con Tabaco para un Jueves Santo (1955), e incursionó en la crónica, el reportaje y la entrevista, ambas modalidades como parte de su dilatada faena periodística desde muy joven, tuvo en el ensayo dedicado a temas de literatura y arte —y aquí vale recordar libros como Trazado (1976) y De Gutenberg a Bill Gates (2002)— estancias que admiten gratas relecturas, sobre todo en su abordaje de escritores como Ramón Meza, Miguel de Carrión, Lino Novás Calvo, Alejo Carpentier, André Malraux, Ernest Hemingway, Graham Greene y Malcolm Lowry, o de pintores como Wifredo Lam y Roberto Matta.

Pero fue como novelista donde Lisandro Otero escaló su altura por excelencia; aparte de las citadas, se añaden Pasión de Urbino (1967), En ciudad semejante (1970), General a caballo (1980), Bolero (1984), Árbol de la vida (1990), La travesía (1995), y Charada (2004), la mayoría de ellas instaladas en las complejas relaciones de sus tramas con la Historia. En tal sentido, vale recordar lo que confesaba en una entrevista con Charo Guerra en 2002: “La novela histórica es como un diario privado de una etapa, no es una crónica pública de lo que todos vivieron. Decía Marguerite Yourcenar que el novelista debe escribir desde adentro lo que el historiador ha escrito desde afuera”.

Ganadora del Premio Casa de las Américas 1963, La situación, al decir de Alejo Carpentier, miembro del jurado que le otorgara el galardón, es “novela-Historia-recuento (…) que responde, por su propósito, a un perpetuo requerimiento de la novela: el de fijar las características y señales de un tiempo ido que, no por haberse ido, por pertenecer al ayer, deja de explicar el presente”. A través del personaje del joven Luis Dascal, aquellas páginas se adentran en las familias cubanas con el poder económico de la época, para, como quería Balzac —y recordaba Vargas Llosa en su Conversación en La Catedral—, mostrar que “la novela es la vida privada de las naciones”.

Portada libro, La Situación, Lisandro OteroUno de los más acuciosos lectores de La situación, el poeta, dramaturgo, ensayista y también novelista, Antón Arrufat (Santiago de Cuba, 1935 – La Habana, 2023), anotaba que “algunos momentos alcanzan el fulgor que uno recuerda después de cerrado el libro: la visita a la vieja mansión del Cerro; la despedida de los amantes; la triste orgía en el yate; el senador Cedrón encerrado en su cuarto, las cortinas corridas, encendido el aire acondicionado, recordando momentos de su vida pasada (…) Lisandro Otero debe haber sentido lo mismo que Villaverde en el prólogo de Cecilia Valdés, la necesidad de expresar un mundo que desaparece (…) un mundo que ya no existe”.

Para quienes recorran la novelística de Lisandro Otero, calando en el aprendizaje del oficio y sus conveniencias, así como en la época y sus circunstancias, verán cómo el novelista transita por la ascendencia de autores, siempre en correspondencia con las solicitudes de cada título. Las tres que conforman su llamada Trilogía cubanaLa situación, En ciudad semejante y Árbol de la vida—, publicadas en un voluminoso tomo de casi mil páginas, a la sombra de su Premio Nacional de Literatura  en 2002 -y que tuve el placer de prologar por solicitud suya-, advierten escalonadamente sus lecturas: Hemingway, Dos Passos, Stendhal, Carpentier…

Por su parte, en Temporada de ángeles, novela que se desarrolla en la Inglaterra que comprende los años de 1639 a 1649, con la guerra civil entre los seguidores del Parlamento y los partidarios del rey Carlos I, el final del monarca decapitado, y la instauración de Oliver Cromwell como Lord Protector de la Mancomunidad de Inglaterra, Escocia e Irlanda, el novelista despliega un enorme escenario, en el que la máxima ya citada de Balzac, adquiere un carácter tan enjundioso como revelador: Luciano, un joven aprendiz de panadero, es quien guía a través de las convulsiones de un tiempo muy definitorio, en el que épica y violencia se adueñan de todo los espacios.

En una entrevista que publicara en mi libro El sabor del instante (Ediciones Holguín, 2016), el escritor me confesaba, al respecto de las interioridades y el proceso de construcción de esta novela: “En Temporada de ángeles intenté responder a la pregunta: ¿de qué manera se macula quien aspira a la pureza al intentar la transformación del mundo? También es la expresión de una conciencia en conflicto. Los procesos revolucionarios son lacerados por el burocratismo, la intriga y el oportunismo para alcanzar el poder y gozar de sus privilegios, por tanto, en esta novela sobre la frustración política, algunos de sus héroes terminan por acomodarse o traicionar”.

Dueño y señor de “una madurez plural: la de la cultura y la experiencia, y la formal”—como indicara Reynaldo González, al presentar la primera edición de Temporada de ángeles, hace cuarenta años—, su autor hizo de la “pasión de novelista” —así se titula el tomo con valoraciones sobre su obra que publicara la Editorial Letras Cubanas— un perenne afán de búsqueda de la perfección, alcanzada o perseguida de cerca, para adentrarse con legítima propiedad —la del oficio y sus entramados más favorables— en los senderos, tan insospechados como incitantes, de su tiempo y de otros más lejanos. Todo ello reafirma los valores de Lisandro Otero, el novelista y la Historia.

Eugenio Marrón Casanova
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