Isabel Vélez, Calixto García
Isabel Vélez y Calixto García

Calixto e Isabel: enamorados sin licencia para el matrimonio

Isabel Vélez Cabrera y Calixto García Iñiguez se conocieron en Jiguaní, donde residían. Ella no podía imaginar el cúmulo de sufrimientos que la acompañaría durante toda su vida y él mucho menos concebir que sería mayor general del Ejército Insurrecto.

Él había nacido en Holguín, pero a los 14 años fue trasladado por su familia a Jiguaní. Su madre tenía diversas propiedades, tanto en Holguín como en esta última comarca. Allí se convirtió en un emprendedor, llegó a poseer un tejar y una finca, en el barrio de Santa Rita: “… con hornos, pira, casa de oficio y demás enceres correspondientes a un tejar, con siete caballerías de tierras propias, con dos esclavos nombrados uno Olegario y el otro Serapio, con siete yuntas de bueyes, dos carretas, tres caballos de sillas y tres de cargas…”(1)

Ella nació en Jiguaní, el ocho de julio de 1844, hija de Cristóbal Vélez Pérez, comerciante de café, oriundo de la jurisdicción de Santiago de Cuba, y de Ana Cabrera Calzada. (2) El fallecimiento del padre había dejado a la familia, virtualmente, en la ruina. “Calixto solia ir a bailes y fiestas al pueblo de Jiguani, y es allí donde conoce a Isabel Velez”. (3) No tardó el amor en nacer entre los dos jóvenes. ¿Sería en la plaza del poblado donde ella le dio un sí a los reclamos de amor? Cuando hicieron pública su decisión de casarse, el padre de él, Ramón García González, no dio su autorización, lo que se necesitaba según las leyes de la época, pues Calixto no era mayor de edad. Es posible que temiera que su hijo quedara unido a una familia de pocos recursos. La oposición paterna no aminoró la pasión de los jóvenes y decidieron acudir a la justicia. Obsesivo en sus convicciones políticas, también lo fue en el amor por Isabel. Estaba dispuesto de enfrentarse a su padre por ella.

El 17 de enero de 1862 Calixto le dirigió una carta al Capitán General: “… para que ejerciendo si lo tiene a bien las facultades de que está revestido para estos casos se digne concederle previos los informes que estime conveniente, la licencia de que carece para efectuar su referido matrimonio”. (4)

Calixto e Isabel: Amar en New York

La respuesta esperada

El cuatro de febrero de 1862, la máxima autoridad colonial en la isla, atendía la solicitud y ordenaba hacer una investigación al respecto. El 13 eran citados a comparecer ante el Teniente Gobernador español de Jiguaní el padre, el hijo y la novia. Don Ramón García se retractaba de su oposición: “… que el no ha negado su consentimiento como tampoco lo hace ahora puesto que no tiene motivo bastante para ello ni tiene objeción que poner a la pretendida y que, lo único que le manifestó á su futura suegra cuando le han tratado de particular, ha sido que dejaran arreglar algunos asuntos de familia para qué se casaran luego en mejor oportunidad que actualmente”. (5)

De todas formas Calixto esperó a cumplir los 23 años para contraer matrimonio, el 11 de agosto de 1862. Isabel tenía 18 años, Calixto 23. La joven pareja se estableció en el tejar que poseía él en la capitanía pedánea de Santa Rita. El 29 de mayo de 1863 nació el primer hijo, Leonor Matilde; el seis de febrero de 1865, Calixto Ramón y el 29 de abril de l867, Carlos Gabriel.

Alzamiento de Calixto García

En los últimos meses de 1868 Isabel espera su cuarto hijo, ambos son jóvenes, ella tenía 24 y él 28. Inesperadamente la tranquilidad bucólica del hogar se desvanece. El 10 de octubre estalla la guerra, Calixto es uno de los principales conspiradores de Jiguaní. De inmediato se alza bajo las órdenes de Donato Mármol. La revolución victoriosa, en sus inicios, es atacada con ferocidad visceral por los colonialistas. Las tropas insurrectas tienen que refugiarse en los campos y los bosques para sostenerse por medio de la guerra de guerrillas. Isabel junto a su madre, dos hermanos, los padres y los hermanos de Calixto, dos hembras y un varón enfermo, se lanzó a la incertidumbre de la guerra.  El 13 de abril de 1869 en una ranchería mambisa en Cacocum, Holguín, nació el cuarto hijo de Isabel y Calixto; atendido el parto por un oficial mambí de paso con su tropa por el lugar. (6) Justo llaman al niño recién nacido.

En agosto de 1869 Calixto fue asignado, junto a su jefe Máximo Gómez, a la división de Holguín. El joven matrimonio se volvió a encontrar en los desolados campos holguineros. El tenía 30 años y era general de brigada del Ejército Libertador, ella tenía 28 y era una convencida mambisa como miles de cubanas. Isabel cuidaba el más preciado tesoro del matrimonio: los cuatro niños. El mayor tenía apenas seis años. Un oficial insurrecto describió los difíciles momentos que se vivían en aquella zona: “Los españoles habían ido estrechando el cerco y se movían incesantemente; nos batíamos á todas horas; abrumados, además, por el sin número de familias que buscaban al amparo de nuestra fuerza para escapar la persecución del enemigo.

“El estado de cosas había empeorado extraordinariamente para las fuerzas cubanas: se habían iniciado las presentaciones al enemigo. Cada presentado era un nuevo práctico para las tropas españolas; la cobardía y la traición se habían desarrollado grandemente; familias enteras se nos iban; los lazos y emboscadas surgían á diario; se dio el caso, varias veces de pasarse avanzadas enteras; los oficiales de Estado Mayor recorrían constantemente estas líneas en previsión de cualquier contingencia, pues nadie estaba seguro de nadie”. (7)

“Yo soy mambí como mi papá”

En febrero de 1870 la fuerza insurrecta, a la que pertenecía Calixto, recibió órdenes de trasladarse a Tunas. No pudo en la apresurada marcha hacia un destino incierto, llevar a su familia. Cuando los dos jóvenes se despiden no podían imaginarse que la fe en Cuba y su amor tendría que pasar una larga y trágica prueba, que parecía extraída más de una novela que de la vida real.

Isabel y el resto de la familia continuaron deambulando por los bosques, eludiendo la tenaz persecución enemiga. En agosto de 1870 una columna española sorprendió e hizo prisionera a la familia del general mambí. Entre los detenidos se encontraban, además de Isabel y sus hijos, los padres de Calixto, Lucía y Ramón, las dos hermanas: Concepción y Leonor, el único hermano, Nicolás, la madre de Isabel, Ana Cabrera, dos hermanas Candelaria y Caridad y otros parientes. También se encontraban 10 esclavos de la familia que, al obtener la libertad, marcharon al campo insurrecto junto a sus antiguos amos. Se demostraba así el tipo de relaciones patriarcales que existían entre Calixto y sus familiares con los esclavos. (8)

Los prisioneros tienen que seguir a la columna en su recorrido. El hijo mayor de Calixto, le dio una ejemplar lección a sus captores: “Los soldados de la columna española mortificaban a los niños, entre ellos a mi hermano mayor (Calixto García Vélez) que tendría unos cinco años, y a mi de tres, ofreciéndome una galleta si gritaba, Viva España. Mi hermano nunca dio ese grito. Por el contrario, decía que no le importaba que no le dieran la galleta, aún teniendo hambre, pues decía ´Yo soy mambí como mi papá´”. (9)

Libertad provisional y búsqueda de sustento

El 11 de agosto ya se encontraban en Holguín donde permanecieron hasta el 17 de septiembre cuando el brigadier Félix Ferrer dispuso su traslado a La Habana vía Gibara. En la capital fueron encerradas en la prisión de Las Recogidas entre prostitutas y ladronas. Durmiendo en el piso o en sucios camastros, sin higiene, con escasos y malos alimentos. Aquel puñado de mujeres y niños supieron imponer su dignidad negándose a entrar en ningún trato con los enemigos de la patria.

Lucía consiguió, por medio de las gestiones realizadas por cubanas casadas con oficiales españoles, la libertad provisional. La familia se estableció en la casa de Lorenza del Mármol, en la ciudad de La Habana. Lucía con su acostumbrada energía, trató de mejorar la situación por lo que escribió al gobernador español planteando el estado deplorable en que se encontraban:

“Doña Lucía Iñiguez ante V.E. con su acostumbrado respeto espone que, por disposición del Señor Brigadier Comandante General de Holguín, fue trasladada a esta capital con once más de familia y una criada hospedándose en la casa de Doña Lorenza del Mármol, a cuyo amparo se encuentra lo dilatado de su familia; la poca capacidad del local en que reciden unido a lo caluroso de la estación han producido ya la enfermedad de algunos de sus niños y temiendo mayores males acude A. V. E. suplicándole se digne auxiliar a la recurrente para tomar una casa en que, estableciéndose sola con su familia, pueda atenderla mejor y no serle gravosa por más tiempo a la que hoy tiene a su amparo…” (10)

Lograron una casa más amplia. Se encontraban en una ciudad extraña y hostil donde debían enfrascarse en una lucha cotidiana por el sustento. Unas cosían pago, otras hacían cajetillas de cartón para fósforos. La miseria material presente cada día en el hogar no logró apagar el patriotismo. Isabel que acostumbraba rezar en una iglesia de la ciudad, dejó de ir:

“… desde el día en que en el confesionario el cura insistió en persuadirla que escribiera a mi padre para que se rindiera a los españoles porque estaba pecando al combatir al gobierno español. Mi madre se puso de pie y apostrofó al confesor diciéndole que ella había venido a confesarce y a no recibir amenazas y consejos políticos”. (11)

Emigración

Isabel, los cuatro niños, su madre, una hermana y otros familiares fueron expulsados de Cuba y se establecieron en Cayo Hueso, Estados Unidos. En esa época radicaba allí una numerosa colonia de tabaqueros cubanos. Comenzaba una larga separación. El matrimonio no se volvería a encontrar hasta 1878, concluida la guerra de los diez años. Se iniciaba la historia de amor y tragedia de Calixto e Isabel en el exilio, lo cual narraremos en otros textos en los próximos días en Memoria Holguinera.

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Nadie recordó ni grabó para la posteridad aquel día cuando Isabel  dijo “sí” al sacerdote de la iglesia católica de Jiguaní en la ceremonia nupcial aceptando a Calixto por esposo. El matrimonio guardó celosamente sus recuerdos, su memoria íntima. Apenas algunos fragmentos de sus vidas se han salvado del olvido. Es posible que ese anonimato fue un propósito de ellos o un profundo sentimiento de timidez y sencillez de ella que le sobrevivió por muchos años; falleció el nueve de agosto de 1916 (12). Poco importa ya lo que se ha salvado o perdido de la memoria de ambos. Ellos conforman para siempre el matrimonio sufrido que un día cargó en un bulto cualquiera la ropa de los niños y los enseres indispensables y marcharon a construir una nación en los bosques de la isla. Parece que todavía desandan en el pasado común de Cuba, curando en la manigua a los niños enfermos y hambrientos. Sin más palabras, son simplemente: Isabel y Calixto.

Notas

1– Juan José Casasús, Calixto García, el Estratega, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1962,  p. 333.

2–Teresa Fernández Soneira, Mujeres de la Patria Contribución de la mujer a la independencia de Cuba, Volumen 1, Ediciones Universal, Miami, Florida p.  201.

3–Idem. p. 201.

4–Juan José Casasús, ob. Cit.  p. 329.

5– Ibídem p. 331.

6–Archivo Nacional de Cuba. Fondo Donativos y Remisiones, Fuera de Caja, no. 123 – A.

7–Enrique Collazo, Cuba Heroica, S.F., p. 275.

8–Museo Provincial de Holguín, Fondo Guerra del 68, Doc. 155.

9–Archivo Nacional de Cuba, Donativos y Remisiones, sin caja, 123-A.

10–Raúl Rodríguez la O. “La represalia contra familiares un arma del colonialismo español en Cuba”, (En Ahora, Holguín, 26-5-1989, Año XXVI, no. 122, p. 4).

11– Archivo Nacional de Cuba. Donativos y Remisiones, fuera de caja, 123-A

12–Teresa Fernández Soneira, ob. cit, p. 204.

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