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El General Calixto García. Foto: Archivo

Mercedita y el General Calixto García

El último, y quizás el más desgarrador de sus combates no lo sostuvo el veterano General Calixto García en los campos cubanos contra las columnas españolas o en el frío Washington contra los anexionistas de Estados Unidos de América.

La última prueba de la entrega del viejo mambí a su Patria fue un solitario enfrentamiento a sus sentimientos de padre que desarrolló día a día, minuto a minuto desde el cese de las hostilidades. Calixto García y su esposa Isabel Vélez Cabrera en octubre de 1868 se incorporaron a la Revolución cespedista.

Calixto luego de su frustrado suicidio en septiembre de 1874 para no caer prisionero fue curado por sus enemigos y enviado a las prisiones españolas. Dejado en libertad al terminar la guerra de 1868, organizó y dirigió la contienda de 1879 a 1880. Al fracasar ésta depone las armas y es desterrado a España. Su esposa y sus hijos lo acompañan. La familia se establece en Madrid. En 1895 se fuga y marchó al frente de una expedición a los campos de combate de su Patria.

Isabel Vélez Cabrera se trasladó de Madrid, donde residía, a Estados Unidos. Vivía en Nueva York con sus tres hijos más pequeños y dos nietecitos en una modesta pensión, de 140 pesos que le entregaba la República cubana. La más pequeña de las niñas, Mercedes, padece de una enfermedad crónica. La enfermedad de Mercedita se agravaba. En los últimos meses de 1898 hizo crisis el terrible mal.

Con el fin de la guerra, en agosto de 1898, la esperanza de Isabel de reunirse con el esposo se hizo una realidad. Muchos mambises  que tenían su familia en los EE.UU. fueron a verlas a penas se enteraron de la firma de la paz.

Isabel que no había comprendido la nueva batalla que tendrían que liberar los cubanos para lograr la plena independencia, reclamaba la presencia del esposo,  junto al lecho de la hija moribunda. Era imposible por su delicado estado trasladarla a Cuba.

El día 25 de octubre de 1898 le escribió a Calixto: “… hace falta que veas a tu pobre hija antes de ir a ningún lugar. Ella anhela verte y se pone triste cuando oye decir que no podías venir y hasta dice “Papá no hace caso, ya de mi, ni quiere verme…”. (1)

Pero Calixto no va al encuentro de la hija moribunda. Otra carta llega de Isabel al campamento de Calixto, dirigida a su hijo Justo que formaba parte del ejército mambí: “Mercedes siempre enfermita y extremadamente delicada, es un cadáver. Solo tiene ojos muy grandes y amor intensísimo por sus hermanos y su padre a quienes, desea ver a su lado”. (2)

Pero no hay respuesta del sufrido padre. No podía alejarse de Cuba en aquellos momentos difíciles. La victoria se vio disminuida por la actitud del gobierno de los Estados Unidos, que desconoció el aporte cubano.

Se impidió la entrada de los mambises a Santiago de Cuba. Calixto protestó enérgicamente. El fin de la guerra con el tratado de París estableció una paz, que parecía que no desembocaría en la anhelada República Cubana.

Los mambises intentaron reunir sus fuerzas y se creó una asamblea que debía de convertirse en máximo representante del pueblo cubano. En un intento por reconocer el derecho de los cubanos a la independencia la Asamblea, establecida en Santa Cruz del Sur, envío a los Estados Unidos una delegación encabezada por Calixto.

En Nueva York donde se encontraba su hija apenas pudo estar cinco días. Deja a la pequeña moribunda y marcha de inmediato a Washington a cumplir su misión.

El día 11 de diciembre Calixto, enfermo de pulmonía, fallece en un hotel de la capital estadounidense. Isabel que atendía a Mercedita no puede estar junto a él. Pocos días después Carlos García Vélez, hijo de Calixto e Isabel,  junto a su madre veían fallecer a Mercedita: “… agonizante estaba cuando llegué al pie de su lecho pero tuvo aliento para sonreírse y besarme preguntándome como era que papá no había venido también, la conforté asegurándole que pronto estaría con él, pocos minutos después expiró sin apenas un movimiento convulsivo”. (3)

Era la última prueba de fidelidad a la Patria del viejo veterano. En el 68, el 80 y el 95 abandonó a su familia para marchar al campo de la Revolución, arrastrando además a ella, en la última contienda, a todos sus hijos en edad de combatir. Ahora la incertidumbre por el futuro de Cuba lo haría recurrir a cerrar los ojos ante la pequeña moribunda. Tal parecía que la felicidad familiar de los García Vélez había sido entregada por siempre al fuego con el que se iría fomentando la nueva nacionalidad.

Isabel nunca reclamó nada material ni espiritual por su vida desdichada. Ni siquiera solicitó un espacio en las páginas de la historia de las guerras de independencia.

Notas

1.-Museo Casa Natal de Calixto García, Centro de Información de las Guerras de Independencia.
2.-Ídem.
3.-Archivo Nacional de Cuba. Donativos y Remisiones, Fuera de caja 23-A.

José Miguel Abreu Cardet
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