Envejecer no asusta a María Josefa Valdés Ortiz (Pepa). Tiene casi 95 años de edad y cuenta todavía anécdotas con admirable memoria, coherencia y cronología del relato. Esta nonagenaria bisabuela holguinera conserva asombrosamente su autonomía y espíritu activo que le acompaña desde su juventud, etapa en la que despuntó como laboriosa, consagrada y dadivosa mujer.
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Favorecida por los cuidados de su familia luego del triunfo de la Revolución cubana en 1959 es protagonista de sucesos que reafirmarán su sentido del deber y compromiso a favor de las causas justas.
Muestra con regocijo los reconocimientos otorgados por haber sido alfabetizadora y participar desde la fundación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en disímiles tareas por las cuales ostenta la Distinción “28 de Septiembre” y el “Sello 30 Años de la Vigilancia y Combatividad”, otorgados por esa organización de masas, y otras como la “Medalla Conmemorativa 40 Aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias”.
Como trabajadora ejerció humildes pero útiles oficios para la sociedad: “Hice muchísimas actividades que me eran encomendadas, recogí café, maíz, barrí calles voluntariamente en San Germán”, poblado al sur de la provincia de Holguín que la viera nacer el 10 de septiembre de 1928 y que le concediera años más tarde por sus méritos y trayectoria de vida la condición de Hija Ilustre.
Satisfecha de su desempeño social rememora su modesta pero apreciable contribución como auxiliar de limpieza en instituciones educacionales y su cooperación en distintas movilizaciones de apoyo a la zafra azucarera.
Fue en la Empresa de Servicios Comunales donde permaneció mayor tiempo hasta su jubilación como encargada de la custodia e higienización del único parque infantil de su municipio en ese entonces. Así se convirtió en guardiana de la infancia “me dejaban los niños allí, [jugaban] y después lo recogían”. Generosa y responsable actitud que le ganaron el respeto y cariño de la comunidad.
Pero también se le recuerda como talentosa promotora cultural: “Fui fundadora del club del danzón, me gusta mucho el canto, cantaba Bolero y Tango en la casa de cultura y el museo (…) pertenecí al coro municipal (…) Lo que quisiera ahora es tener menos años para bailar danzón, a mí me priva el baile, la música, todo lo cubano”.
Recuerda como a solicitud de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) impartió en su hogar clases de bordado a muchas féminas que luego gracias a esas lecciones artesanales tuvieron un empleo.
Por azar del destino cuando tenía apenas15 años la cartomancia llegó a su vida y desde entonces se asoma a sus cartas sin afán de lucro con el único propósito de hacer el bien: “Yo me dedico a las acciones buenas, a ayudar a las personas, a los más necesitados y darles buenos consejos”, cuyos aciertos sorprenden…
Con la experiencia y sabiduría atesoradas durante más de nueve décadas confía en la Revolución “porque no abandona a nadie y el Gobierno ha hecho mucho por los ancianos”.
Su sonrisa revela la nobleza de su corazón, la sencillez de su alma y un envejecimiento saludable: “Yo me siento protegida por la Revolución y mis hijos, soy feliz. Lo único que pido a la Virgen de la Caridad del Cobre es que salve a Cuba, que salve al mundo porque nosotros no deseamos mal a nadie”.
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