La cuestión generacional o de vínculo armonioso entre los grupos poblacionales de diferentes edades con mucha frecuencia y tal vez a lo largo de todas las épocas ha suscitado opiniones y hasta polémicas en diferentes ámbitos de la sociedad.
Las posturas suelen ir desde los cuestionamientos más tremendos, que convierten a la lógica sucesión de una generación a otra en el campo de batalla de puntos de vista y formas de actuar en apariencias irreconciliables, hasta el otro extremo que pretende negar la existencia, también lógica, de este tipo de contradicciones humanas.
Por supuesto, en medio de estas posiciones hay infinidad de matices y experiencias positivas y negativas que hablan sobre cómo es posible conseguir o no una comunicación efectiva, y más que eso, una acción coordinada y colectiva, entre grupos o sectores cuyas edades están distantes entre sí.
Parece ser que efectivamente, pueden existir diferencias notables entre la manera de ver el mundo y actuar para transformar la realidad, en dependencia de la generación histórica que nos corresponde vivir.
Los conocimientos avanzan, las experiencias se acumulan, y los problemas a solucionar se complejizan o agravan con el paso de los tiempos, lo cual no quiere necesariamente decir que una u otra generación específica esté en particular ventaja o desventaja sobre otra.
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Combinar talentos
Lo que sí suele haber, por supuesto, es inequidades o diferencias en cuanto a la distribución de poderes y posibilidades, entre las personas más jóvenes y las que ya tienen un camino recorrido. Pero ni siquiera ese factor tan determinante en la mayoría de los conflictos humanos muchas veces responde mecánicamente a la edad biológica de un grupo poblacional u otro.
Hay suficientes evidencias en la historia de que los procesos de transformación social más positivos, estables y duraderos son casi siempre el resultado de una combinación de fuerzas y talentos de personas de diversas generaciones, que consiguen trabajar en común, respetarse recíprocamente y permitir que cada cual desempeñe sus mejores capacidades.
No está bien el paternalismo sobre la juventud que no le permite crecer y asumir responsabilidades, ni tampoco el rechazo ni la negación de la sabiduría acumulada a partir de la experiencia vital de quienes tienen mayor edad.
Hallar ese equilibrio armonioso puede llegar a ser, no obstante, un proceso arduo y no exento de contradicciones, en cuya solución sin dudas corresponde una gran responsabilidad a las generaciones mayores que deben allanar el camino a su descendencia, con una formación sólida que le prepare para hallar por sí misma el modo de superar los obstáculos, sin pensar nunca que puede evitárselos, o superarlos en su lugar.
Junto con la confianza y el altruismo de quienes llegaron e hicieron primero, también es imprescindible la generosidad y el agradecimiento de quienes les seguirán, sin que ello implique para nada la imposibilidad de trabajar de forma conjunta, con las fortalezas y debilidades que trae consigo, no ya cada generación, sino cada época o coyuntura de la humanidad.
La cuestión generacional, que tanta polémica a veces suscita, posiblemente no sea otra cosa, en última instancia, que una posibilidad más para el diálogo y la concertación de buenas acciones y mejor voluntad, sobre la base del amor y respeto recíprocos.
Tomado de Radio Rebelde
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