Médico holguinero, misiones internacionalistas
Alcides Moncada ha honrado el principio martiano de que, hacer es la mejor manera de decir. Foto: Arnaldo Vargas

Médico holguinero evoca experiencias durante misiones internacionalistas

En sus 85 años de edad, el holguinero Alcides Wenceslao Moncada González ha demostrado con creces que hacer es la mejor manera de decir. Lo atestiguan su consagración al sector de la Salud Pública y el cumplimiento de seis misiones internacionalistas, algunas de ellas, bajo circunstancias muy particulares.

Aunque es parco en palabras, por él hablan las diversas condecoraciones y otros reconocimientos obtenidos durante su fructífera existencia, dentro y fuera de Cuba, a las cuales resulta difícil acceder, por su extrema modestia, pero que conserva en su humilde apartamento en la ciudad de Holguín.

Recuerda Moncada aquella riesgosa travesía hacia Angola, en 1975, en el buque Otto Parellada, cargado de armamentos para apoyar a los combatientes de la FAPLA, frente a la agresividad del FNLA, la UNITA y fuerzas sudafricanas, que pretendían, a toda costa y alentados por el gobierno de Estados Unidos, impedir la proclamación de la independencia de la República Popular de Angola, concebida para el 11 de noviembre de ese año.

«Tras el arribo al puerto de Lobito, en Benguela, la caravana fue atacada en cinco ocasiones por fuerzas de la UNITA, ocasionando varios muertos, pero pude desempeñar la misión encomendada, como enfermero instrumentista».

A su regreso, terminó la carrera de Medicina, también alentado por la querida Doctora Pura Avilés y entonces le encomendaron partir hacia Etiopía, para dirigir una sala de hospital, que era atendido por cubanos en Adis Abeba, la ciudad capital y más poblada de Etiopía. Luego atendió, como sanitario, a una brigada de cubanos y alemanes, que construían una fábrica de cemento y, transcurridos seis meses, le comunicaron que había sido seleccionado para el cumplimiento de una misión especial del Comandante en Jefe, Fidel.
Honrosas misiones internacionalistas

«Llevaba tiempo sin venir a Cuba, encontrarme con mi familia, en fin, volver a la normalidad, al hospital donde me formé como profesional, pero a la vez me sentí honrado por la nueva encomienda. Nos llevaron hasta la embajada cubana en Adis Abeba. Integrábamos el equipo, siete médicos, incluyendo especialistas y un técnico».

El protagonista de esta historia no podía disimular su emoción, al rememorar aquellos momentos porque, «nos llevaron a una casita aislada, entre unos pinares, acompañados por un traductor sudanés. De allí, conociendo sólo que se trataba de una misión especial por encargo del Comandante en Jefe, Fidel, caminamos centenares de kilómetros por caminos abruptos, valles y montañas, hasta que, extenuados, llegamos definitivamente al puesto de una brigada médica en Gambela (uno de los 9 estados federales de Etiopía, fronterizo con Sudán), donde permanecimos tres días».

Tras ese necesario descanso, los armaron con pistola y un fusil AKM, para continuar la marcha hasta la cuenca del Río Baro, que define parte de la frontera etíope con Sudán del Sur. Lo cruzaron sobre balsas hechas con troncos de madera hasta el sitio donde atenderían directamente a guerrilleros sudaneses, cuyos jefes, John Garand y John William, designaron a nativos, con lanzas, para su custodia.

«De allí, retomamos la marcha, por lugares boscosos de mucha peligrosidad, por la cantidad de animales salvajes, que constituían amenaza cierta para nuestras vidas. Entre los tres puntos más difíciles estaba una gran laguna, colmada de cocodrilos, que cruzamos a pie, hasta el sitio de Sudán en el operaba el cuartel general de Sudáfrica».

Al día siguiente los visitó el jefe de la guerrilla del lugar y les informó sobre los heridos que debían atender en los hospitales de campaña, que eran protegidos por niños armados.

Aquel equipo médico prestó esmerados servicios a los guerrilleros y pobladores que resultaban heridos en las operaciones que tuvieron lugar en Yuba, Malakal y Wau, ciudades que, definitivamente fueron liberadas. «Fueron tantas las ocupaciones que permanecimos 21 meses sin venir a nuestra patria, además de los nueve meses anteriores, en los que cumplimos otras misiones internacionalistas».
Hacer es la mejor manera de decir

Además de las dos misiones internacionalistas en la República Popular de Angola (1975-1977 y 1987-1988); Etiopía (1977-1979) y la misión especial en Sudán (1988-1990), estuvo en Kampuchea o Cambodia (1979-1980 y 1981-1982) y al regresar de nuevo a su querido Hospital Vladimir Ilich Lenin, comenzó la especialidad de anestesiología, pero confiesa que tuvo que prescindir de ese intento, porque ya no estaba en condiciones de hacerlo.

Este patriota holguinero —de elevada estatura física, altruista y de solidaridad; de andar ligero, a pesar de sus 85 años de edad; parco de palabras, pero con una extraordinaria historia de vida, que merece ser contada—, nació hace 85 años en la finca El Corojo, de Floro Pérez (antiguo poblado de Auras), en el actual municipio de Gibara.

Mayor de siete hermanos, tenía que vencer diariamente la distancia de cinco kilómetros para asistir a la única escuelita primaria que existía entonces en aquellos predios. Luego la familia se mudó para esta ciudad de Holguín, donde venció la enseñanza media.

Trabajó como portero, camillero y jardinero en el entonces hospital civil (actual asilo de ancianos), hasta que se trasladó para el Hospital Lenin, inaugurado por Fidel el 7 de noviembre de 1965, desempeñándose como camillero y —como es un gusto agradecer— recuerda aquel día en que la Dra. Pura Avilés le cambió la vida, al insistirle en que estudiara enfermería, como hizo.

De esa manera se graduó y trabajó como enfermero instrumentista y años después venció la carrera de Medicina General, que ejerció hasta su jubilación, y por cuyos excelentes servicios dentro y fuera de Cuba, forma parte del Cuadro de Honor de ese prestigioso centro universitario de la salud.

Reconocimiento, Hacha de Holguín
Momento en que recibía el Hacha de Holguín de manos del entonces primer secretario del PCC, Francisco García Benítez. Foto: Cortesía del entrevistado

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