Hemingway, el periodista que escribió literatura del diarismo

Ernest Hemingway comenzó su carrera literaria en el Periodismo. Ciertas características de su estilo: la economía de medios, la brevedad de la oración típica, el poder de síntesis, el ojo observador, la precisión descriptiva, la sobriedad en la adjetivación, las adquirió, en cierta medida, en la práctica del Periodismo.

Hemingway inició su profesión de reportero en el diario Star de Kansas. Ese periodo de aprendizaje duró siete meses: en 1918 Hemingway se incorporó a la Cruz Roja y partió a Europa, donde la Primera Guerra Mundial entraba en su fase final.

Aquella etapa en el Star le fue sumamente útil: asediaba a los reporteros de experiencia, solicitándoles críticas y consejos. Estaba poseído de un ardiente deseo de aprender a escribir bien, como todo buen profesional del mundo del diarismo lo debe sentir.

En el diario de Kansas existía un patrón de estilo: oraciones declarativas, párrafos iniciales breves, racionalización de calificativos, que el asimiló. De retorno de la guerra comenzó a trabajar en el periódico The Toronto Star. La vinculación de Hemingway con este diario duró hasta que en 1923 regreso a Europa como corresponsal. Hemingway incluyó muchos de sus despachos de prensa, como cuentos cortos, en sus primeros libros.

Entre 1920 a 1950 la obra periodística de Hemingway se publicó en el diario Toronto Star, donde escribió 154 crónicas. En la revista Esquire preparó 31 crónicas, mientras que para la agencia noticiosa North American News Alliance (NANA) hizo 28 reportajes y entrevistas. También colaboró para la revista Collier’s, de la cual fue jefe de su corresponsalía europea, al final de la Segunda Guerra Mundial. Las revistas Holiday, True, Look y Life recibieron colaboraciones de este gran reportero.

Su meta principal, de aquella época, era el máximo de síntesis periodística y por eso describía lo necesario para que desapareciera lo superfluo. El diría después que bastaba con recordar un detalle verdadero, algo que lo impresionó, y la evocación de un solo aspecto bastaría para que el lector compusiera en su cabeza el cuadro completo.

Al marcharse a Europa Hemingway envió sus crónicas a un ritmo de dos por semana. Conoció a Max Beerbohm, el cascarrabias caricaturista inglés, quien preconizaba contra los males que el Periodismo provoca en los escritores. Aparentemente esta predica produjo alguna impresión en el porqué, a su retorno a Paris, se dedicó con mas constancia que nunca a escribir viñetas y poemas.

El éxito de su novela Fiesta y su incorporación al mundo literario, como una joven figura prometedora, concluyó su primer periodo como periodista. A partir de ahora sus crónicas tendrían otro aire desenvuelto, más maduro y mundano.

En diciembre de 1934 publicó en la revista Esquire: “Viejo periodista escribe: una carta desde Cuba”, en la cual critica a los reporteros que redactan crónicas con opiniones y no se molestan en observar los sucesos. Afirma que los editorialistas debían molestarse en comprobar lo que realmente saben sobre los mecanismos, la teoría y los antecedentes de los fenómenos sobre los cuales escriben.

Después confiesa que el trabajo más duro del mundo es escribir prosa sincera y directa sobre los seres humanos, porque primero hay que conocer el tema y después hay que saber cómo escribir sobre el asunto y ambas cosas llevan una vida entera para aprenderlas.

En 1937 Hemingway firmó un contrato con la agencia NANA para reportar la Guerra Civil Española. El 11 de abril informó sobre el cañoneo de Madrid y describió la muerte de una anciana que retornaba del mercado y una explosión le desprendió una pierna. Todos estos despachos son modelos del reportaje de guerra: secos, sobrios, basados en los hechos precisos, con las observaciones necesarias para evocar la atmósfera y los verbos necesarios para recrear la acción.

En 1941, Ralph Ingersoll, director del periódico de New York, PM, contrato a Hemingway para que informase sobre la guerra chino-japonesa. Hemingway salió hacia China en enero, Ingersoll, en una entrevista que hizo a Hemingway dice que su reputación como novelista ha desvanecido algo su reputación como periodista y como corresponsal de guerra, ya que se le considera como un destacado experto en asuntos militares.

En estos despachos desde China hay una apreciable variación en su contenido y en su estilo. Ya Hemingway no es el novelista, no es el estilista de la prosa inglesa, no es el joven narrador que intenta experimentos de síntesis con las palabras: ahora es un especialista político-militar. Sus artículos están atestados de términos castrenses: logística, fortificación, vulnerabilidad, capacidad destructiva, divisiones y tácticas.

Hemingway escribe como un conocedor porque ya es más analítico en sus valoraciones, pronósticos, juicios; no está ya como en sus primeras crónicas, aislado de su contexto político.

En 1944 se trasladó a Europa como jefe de corresponsales de la revista Collier’s. Realizó algunos vuelos con la fuerza aérea británica. El seis de junio de 1944 presenció el gigantesco desembarco de las fuerzas aliadas en el Norte de Francia, en el sector conocido como la playa de la Zorra Verde. Viajó en un lanchón de desembarcó hasta la costa, pero no le fue permitido tocar tierra y volvió a uno de los buques-madre.

Su reportaje de esta acción, titulado Viaje a la victoria, se publicó en Collier’s el 22 de julio y es la más larga pieza periodística que jamás escribiera. Su crónica Londres combate a los robots fue escogida como una de las mejores que se hicieran sobre la Segunda Guerra Mundial.

Después de la SGM retornó a Cuba y escribió para la revista Holiday el mismo tipo de material que antes envío a la revista Esquire, sobre pesquerías y cacerías. En 1954 redactó para la revista Look “El regalo de Navidad”, sobre uno de sus safaris durante el cual sufrió un accidente de aviación, por el que se le dio por muerto, durante algunos días, y ello le permitió el extraño placer de leer sobre su supuesta muerte.

Su último reportaje, “Un verano sangriento”, lo realizó en 1960 para la revista Life y consistió en un relato del mano a mano de los toreros Luis Miguel Dominguin y Antonio Ordóñez, durante una temporada de lidia en España.

A pesar de su larga asociación con el Periodismo, y su maestría en el mismo, Hemingway concluyó en un divorcio este viejo enlace. En septiembre de 1956 escribió en la revista Look: “Todas las excursiones en el Periodismo, la radiodifusión, la propaganda y la cinematografía, por muy grandiosas que puedan parecer, están destinadas a terminar en la desilusión. Poner lo mejor de nosotros mismos en estas formas es una locura… la naturaleza de este tipo de trabajo es perecedera… la verdadera función de un escritor es producir una obra maestra, ningún otro trabajo es trascendente”.

Pero el demostró, que todo gran periodista, puede ser también un gran escritor, y que no hay diferencias cuando se hace literatura del diarismo, con dominio de la técnica y sobran las vivencias de una vida intensa y culta como la de este gran hombre.

José Miguel Ávila Pérez

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