El ruido parece haberse empoderado en la vida de muchos. A otros les molesta, pero continuamente son víctimas de excesos de volumen, quieran o no, porque tal parece que en la sociedad contemporánea el ruido llegó para quedarse.
Para que se entienda mejor, cada vez son más las personas que abusan del volumen a la hora de hablar; emplear el claxon de los carros; en los lugares destinados a la recreación, sean estatales o privados o al escuchar música en hogares, vehículos o transitar por las calles con equipos destinados a este fin. No considero sea un fenómeno exclusivo de barrios marginales o vulnerables, pues en pleno corazón de la Ciudad cubana de los Parques a cualquier hora encontramos fieles exponentes de este comportamiento.
Mención aparte merecen los más disímiles vehículos, sobre todo bicitaxis y motorinas que a su paso llevan música que retumba en los oídos, a decibelios que, obviamente, sobrepasan los límites permisibles. Sin embargo, este tipo de indisciplinas sociales parecen morar impunes.
Lo cierto es que su incidencia es tal, que va en aumento, hasta convertirse en algo con lo que lidiamos a diario, sin advertir lo perjudicial que puede llegar a ser para la salud.
Tan serio resulta esta cuestión que está incluida dentro de los cinco principales factores de riesgo de naturaleza física para la salud, Los efectos nocivos del ruido van desde alteraciones cardiovasculares, falta de concentración, aumento del estrés, hasta síndromes de depresión y del sueño, lo cual repercute directamente en nuestra calidad de vida.
Incontables personas conviven con el ruido, pero desconocen sus efectos irreversibles. Cuando no se puede controlar la fuente del ruido, alejarse de ella o protegerse pueden ser medidas inmediatas a adoptar para reducir el riego de daño, pero lo ideal es desarrollar planes de acción adecuados a las realidades de cada caso.
La exposición continua al ruido es otra historia, porque puede traer una serie de efectos negativos en la salud, incluyendo daños permanentes en los oídos y provocar pérdida de audición; puede interferir con el sueño y causar insomnio o dificultades para conciliarlo; puede aumentar los niveles de estrés y ansiedad, con un impacto negativo en la salud mental y emocional y hasta puede afectar la concentración, el rendimiento cognitivo y la capacidad de aprendizaje por lo que es importante tomar medidas para reducir la exposición al ruido en entornos de esta naturaleza.
Múltiples acciones se han realizado para paliar este problema social y de salud, aunque aún se consideran limitadas, entre ellas destaca la divulgación de la legislación vigente en materia de ruido y todas aquellas leyes, normativas y reglamentos referidos a su regulación en los sectores como el transporte, vivienda, centros escolares, laborales y de recreación.
En aras de disminuir la contaminación sonora se necesita promover un cambio de conciencia en aquellas personas que insisten en ignorar este problema, en la medida en que seamos capaces de adoptar providencias para atenuarla estaremos ganando en salud. Un principio válido a tomar en cuenta en esta jornada, cuando se celebra a nivel global el Día de concienciación del ruido.
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