Los años pasan, pesan y dejan huellas que, en el caso de Ricardo Araujo Domínguez, delatan sus ojos, aunque la fortaleza y crecimiento espiritual de este veterano combatiente, nacido en Marcané, en 1940, comenzó con el laboreo agrícola junto a su padre y el ejercicio de una vida plena entregada a la Revolución cubana.
Tenía 17 años cuando se incorporó, en 1957, al Ejército Rebelde y en una de las escaramuzas realizadas por fuerzas del Segundo Frente, a las que pertenecía, resultó herido, aunque precisa que levemente y al triunfar la Revolución el Primero de Enero de 1959 se consagró a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cumpliendo diversas responsabilidades hasta su licenciamiento.
“Me incorporé a los rebeldes, porque rechacé desde niño los abusos que cometían los soldados y ricachones de la dictadura de Fulgencio Batista contra las más humildes familias de mi comunidad y personas desprotegidas por la ley, incluyendo niños y ancianos. Eran tiempos muy difíciles, que había que transformar. Nosotros éramos ocho hermanos y mi padre tuvo que trabajar muy duro en su finquita para alimentarnos, por cuya razón, le apoyaba en todas aquellas actividades, hasta que me alcé”.
Responsabilidades asumidas tras el triunfo revolucionario
“El Primero de Enero recibimos la alegría de la victoria, después de batallar contra fuerzas superiores en efectivos militares, entrenadas y pertrechadas por el ejército estadounidense.
“Yo me quedé en este territorio del Segundo Frente (Ejército Oriental), donde me desempeñé como segundo jefe de taller de armamentos de una división y jefe de esa especialidad en un batallón de tanques, para lo cual había recibido debida preparación en uno de los muchos cursos que pasé. Después fui jefe de un batallón de infantería, cargo que desempeñé sin un nombramiento oficial, entre otras responsabilidades, incluyendo la preparación de fuerzas populares. Contribuí a la preparación de dos batallones, en Camagüey; fui jefe de abastecimiento de un regimiento y finalmente me licencié, con grado de Capitán, tras 43 años de servicio activo en las FAR”.
¿Y en estos últimos 22 años?
“Una vez licenciado comencé a trabajar en el Hospital Vladimir Ilich Lenin, como jefe de turno, después me desempeñé, eventualmente, como jefe de servicio general. Estuve en el sector de la construcción y llevo varios años integrando el sistema de inspección integral del Poder Popular”.
Como un hombre es un deber vivo, Araujo (apellido de raíces portuguesa y gallega), cumplirá en febrero 60 años de militancia partidista, siendo uno de los secretarios de su núcleo zonal (de jubilados); preside la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) de su comunidad; es presidente de su Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y organizador de la Zona porque, como él mismo reconoce, “con la mayor sencillez del mundo, tengo la necesidad de entregarme de cuerpo y alma a las tareas de nuestra Revolución, porque cada ciudadano cubano digno tiene ese sagrado deber”.
Amores que sustentan la vida de Ricardo Araujo Domínguez
“Mi Patria revolucionaria, libre e independiente; los tres hijos que, con su conducta y superación constante, vencieron sus carreras universitarias, honrando mis pasos por la vida. También aplaudo a los jóvenes comprometidos con su tiempo y a quienes sostienen los destinos de nuestro país sin otro interés que no sea servir”.
¿Y Marcané?
Aunque resido en esta ciudad de Holguín, donde he echado raíces, no podré desprenderme jamás de Marcané, pedacito de tierra oriental donde crecí escuchando los pitazos del central azucarero fundado en 1915, renombrado como Alto Cedro en 1926 y con la Revolución Loynaz Hecheverría, en justo homenaje a quien trabajó desde 1934 en esa industria, donde defendió los derechos laborales hasta convertirse en líder sindical, por cuya razón fue torturado y asesinado en la noche del 25 de diciembre de 1956, durante las tristemente célebres Pascuas Sangrientas”.
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