La depresión ocupa en la actualidad el cuarto lugar como causa de muerte y discapacidad a nivel mundial, ningún ser humano está exento de presentarla en algún momento de su vida. Por estas razones considero necesario y útil acercarnos a esta problemática de salud y así conocer sobre aspectos generales y cardinales de la misma. Se trata de una enfermedad que se presenta tanto en mujeres como en hombres y es más común de lo que suele pensarse.
Existen diferentes tipos y grados de depresión, es importante saber diferenciar cuándo se configura como enfermedad y cuándo se trata de un estado anímico que se considera normal en una situación determinada. Hay que distinguir bien. Que alguien esté triste no significa que tenga una depresión clínica. La tristeza es a veces una reacción normal ante las pérdidas, por ejemplo, de un ser querido, de un objeto o de un trabajo.
Estar deprimido es algo más que estar triste, llorar mucho, o experimentar cansancio y abatimiento, si bien estas manifestaciones están presentes en las personas deprimidas ello no significa que con esos elementos ya pueda hacerse el diagnóstico. Existen criterios precisos y pautas muy bien delimitadas para diagnosticar el trastorno.
Síntomas significativos de la depresión
· Estado de ánimo triste en forma persistente.
· Sentimientos de desesperanza y pesimismo.
· Sentimientos de culpa, inutilidad y desamparo.
· Pérdida de interés o placer en pasatiempos y actividades que antes se disfrutaban, incluyendo la actividad sexual.
· Disminución de energía, fatiga, agotamiento, sensación de estar “en cámara lenta.”
· Dificultad para concentrarse, recordar y tomar decisiones.
· Insomnio, despertarse más temprano o dormir más de la cuenta.
· Pérdida del apetito, de peso, o ambos. También puede suceder lo contrario: comer más de la cuenta y aumentar de peso.
· Pensamientos o ideas de muerte y suicidio.
· Intento de suicidio.
· Inquietud, irritabilidad.
· Síntomas físicos persistentes que no responden al tratamiento médico, como dolores de cabeza, trastornos digestivos y otros malestares.
No todas las personas presentan todos los síntomas. En algunas se evidencian unos pocos, otras tienen muchos. La gravedad de los mismos varía según el individuo, las circunstancias particulares y también con el tiempo.
El trastorno no siempre aparece de pronto, habitualmente su inicio es poco claro y puede comenzar por síntomas corporales, llamados somáticos, que hacen pensar que se está enfermo de algo físico u orgánico, como dolores de cabeza, de espalda, sensación de piernas y brazos pesados, fatiga, decaimiento. Posteriormente pueden aparecer las ideas de tristeza, la rumiación de experiencias tristes, desagradables y embarazosas, el paciente se aísla, se le dificulta el trato con los demás, se torna irritable, sombrío, aparecen ideas o sentimientos de culpa por eventos del pasado o por situaciones en donde omitió tal o cual acción.
Uno de los síntomas que marca la presencia de la enfermedad es la incapacidad de sentir placer (anhedonia), se pierde el interés y la motivación por las actividades que siempre fueron placenteras. En ocasiones cursa con inhibición psíquica (tener el pensamiento bloqueado o experimentar lentitud para pensar), pérdida de iniciativa, falta de vigor y voluntad, lo que provoca un gran sufrimiento.
En la depresión existe una modificación de los niveles de neurotransmisores en el cerebro, como consecuencia se producen cambios negativos en el ánimo, la manera de pensar y de actuar. Afecta la forma en que la persona se valora a sí misma y provoca pérdida de la autoestima. También cambia el contenido y la naturaleza de los pensamientos que se vuelven pesimistas.
Detalles de las manifestaciones clínicas y lo que expresan los pacientes deprimidos
El empobrecimiento o disminución de la energía la persona lo traduce como aburrimiento, desgano, falta de interés. Es muy característico en la consulta la frase “me falta el deseo para hacer las cosas, no tengo ganas de nada”. El enlentecimiento del pensar, el menor rendimiento laboral y torpeza en las tareas: “Todo me cuesta un gran esfuerzo, lo que antes hacía con facilidad ahora debo concentrarme, pensar cada paso de la tarea, y aún así mi forma de actuar no es igual”. El cansancio fácil, el agotamiento, y la tendencia al reposo: “Necesito acostarme”. La dificultad para levantarse de la cama, que llega a convertirse en una tortura matinal, es otra manifestación importante. También se pierde la disposición para distracciones y el entretenimiento.
Las relaciones con los demás se modifican y se tiende a distorsionar las conductas de los otros, existe introversión, intolerancia a las reuniones, a los ruidos, a las esperas en gestiones. Existe hipersensibilidad a casi todos los hechos: “Estoy como en carne viva, por cualquier cosa lloro, lo insignificante me hace sufrir”. Esto sorprende a los familiares que tratan de hacerle razonar, con lo que se aumenta la certeza de no ser comprendido. El cuidado personal se pierde o disminuye.
Aparecen alteraciones del sueño: dificultad para conciliarlo, despertarse de madrugada o muy temprano y después no poder seguir durmiendo. Aquí la persona se encuentra sola, en el silencio, rumiando una y mil veces sus problemas en un tiempo que se vuelve eterno. En la mayoría de los casos los malestares mejoran o desaparecen en la noche, lo que produce cierto alivio, pero con miedo a enfrentar el siguiente día. Todos estos síntomas van acompañados por ansiedad y angustia.
Un trastorno depresivo no indica debilidad personal. Tampoco es una condición de la cual uno puede liberarse a voluntad. Las personas que lo padecen no pueden decir simplemente “ya basta, me voy a poner bien”. Sin tratamiento los síntomas pueden durar semanas, meses e incluso años.
Las personas deprimidas necesitan de apoyo y comprensión para poder lidiar con el mundo de las sombras, el pesimismo y la desesperanza en que se encuentran viviendo. Tú puedes contribuir a darle un poco de luz, a transmitirle la expectativa de que el túnel en que se encuentran tiene una salida.
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