La vida del canario Juan Monzón es un misterio sangriento. Se sabe que nació en Canarias; para unos su nombre era Juan Monzón mientras otros afirman que se llamaba Bruno Vicente Báez, y que también usó como seudónimo el de Vicente Monzón.
Se sabe que años antes del inicio de la guerra de 1868 emigró a Cuba, como hicieron miles de canarios. Se estableció en la parte sur del oriente de la isla. En octubre de 1868 se incorpora a las fuerzas insurrectas, que se han levantado en armas para lograr la independencia de Cuba. No pocos canarios tomaron ese sendero de luchar por la independencia de un pueblo que los acogió y respetó.
Varios estudiosos de la guerra lo sitúan como Coronel, otros como General de Brigada. Tuvieran razón unos y otros, lo cierto es que fue, en los primeros meses de la contienda de 1868, una figura de indiscutible relieve. Fuese Coronel o General, tales grados no se le otorgaban a quien no gozara de prestigio entre los vecinos del lugar donde radicaba; además, de indiscutible valor personal. No hay otra forma de explicar que apenas se produce el alzamiento independentista se le asciende a un alto grado y se le entrega el mando de una tropa numerosa.
Ese grado de General o Coronel tan solo estaba reservado para personas que gozaran de prestigio y simpatía. Capaces de arrastrar a la vorágine de la revolución a amigos y vecinos. Entre los soldados de Juan Monzón se encuentran: Antonio y José Maceo. El canario los guía a los primeros combates. Reconoce en ellos el valor y asciende a Antonio al grado de teniente y luego de capitán.
Monzón estaba subordinado al general Donato Mármol, jefe del alzamiento en Jiguaní y Santiago de Cuba. El brigadier canario al frente de sus hombres combate en Santiago de Cuba, Jiguaní y Holguín. Participa en los combates de: El Cristo, El Cobre, Jiguaní, Copeyales y Samá.
Las fuerzas revolucionarias han llegado hasta las inmediaciones de Santiago de Cuba. Desde sus calles se pueden observar en las colinas cercanas el desplazamiento de algunas unidades de combate insurrecta.
La victoria parece estar muy cerca. Al concluir el año 1868 los revolucionarios han conquistado casi todo el Departamento Oriental. El estado español no está dispuesto a perder su más rica y codiciada colonia. Moviliza fuerzas y armas hacia la Mayor de las Antillas. Los acontecimientos se precipitan vertiginosamente. Poderosas columnas hispanas avanzan hacia el territorio controlado por los insurrectos. La superioridad en hombres y armas es imponente. Los revolucionarios tienen que ceder. Antes de entregar Bayamo, ciudad del centro de Oriente, que han convertido en improvisada capital, la incendian. No hay cuartel para los vencidos. Cada prisionero es ejecutado de inmediato. Mujeres y niños quedan a merced de la crueldad de la tropa. Se producen escenas dantescas de destrucción, muerte y violencia.
Esa es la imagen que se ha grabado en la pupila del canario Juan Monzón cuando recibe órdenes de Donato Mármol de avanzar y capturar la población de Mayarí. Situada en el norte del oriente de Cuba formaba parte de la jurisdicción de Holguín, la plaza había caído en poder de los revolucionarios al inicio de la guerra. Una columna enemiga la recuperó con el apoyo de un grupo de comerciantes españoles establecidos en la localidad.
Juan Monzón al frente de sus hombres ocupa la población. El canario se ha acostumbrado a las muchas crueldades de aquella guerra. Ordena fusilar a 18 españoles vecinos de Mayarí a los que considera adicto al régimen colonial. Los culpa de apoyar a las fuerzas españolas en sus operaciones en la comarca. Entre ellos incluye al sacerdote de Mayarí y a otro de paso por el lugar.
La noticia corrió como reguero de pólvora alegrando a los enemigos de la revolución que acusaban a los insurrectos de ser unos asesinos implacables, desconcertando a los emigrados españoles que habían quedado en territorio controlado por los revolucionarios. ¿Correrían ellos la misma suerte? Desde los primeros momentos del alzamiento se les habían ofrecido el más absoluto respeto.
La matanza fue resumida por el general insurrecto Máximo Gómez en su diario de campaña como “los hechos horrorosos de Mayarí”. Desde Holguín llegaba presuroso a Mayarí el general cubano Julio Grave de Peralta. Hacia detener al valiente y cruel canario e iniciaba las pesquisas que iban revelando la crueldad de su proceder. No se podía manchar con sangre inocente la obra iniciada con exquisito cuidado. Se organizó un jurado que juzgó y condenó a muerte al brigadier Juan Monzón. Se le ejecutó de inmediato.
Otros muchos canarios tomaron el camino de la insurrección, no pocos de ellos alcanzaron altos grados militares y responsabilidades importantes en las filas de la revolución. No existen evidencias que se destacaran por su crueldad.
Juan Monzón quedó como lo que nunca debió de acontecer entre esta gente generosa que llegaron a Cuba sin retorno posible a entregarse al horno común donde se cocinaba a fuego muy lento la nueva nacionalidad.
Su crueldad no tiene justificación y es comprensible la decisión drástica de los revolucionarios de castigar ejemplarmente al brigadier implacable y asesino. Pero siempre una duda queda rondando la vida de este hombre terrible. ¿Que injusticia gigantesca cometida contra él o su familia y amigos en canarias o en Cuba lo llevó a esa sed de sangre y venganza?
Juan Monzón el oficial mambí del 68, el hombre que dirigió la tropa a la que se incorporó Antonio Maceo, guarda muchos misterios que parecen rodear su figura de una extraña nube, donde se mezclan y ocultan a las miradas simples, el empuje grandioso del hombre que dejándolo todo sale al camino real a retar a un imperio. Todos reconocen la generosidad inmensa de este hombre que arriesga su vida para defender los derechos de un país donde no había nacido. Pero también en esa nube de incógnitas flotan los crímenes horribles, el estertor de las víctimas. La pregunta sin respuesta nos llega del pasado común de las islas Canarias y de Cuba. ¿Como entender a este hombre que lleva la ternura del desprendimiento absoluto y la crueldad de los monstruos?
Fuentes:
José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez. Julio Grave de Peralta: Documentos de la Guerra de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985
José Luciano Franco. Antonio Maceo Apuntes para una Historia de su Vida. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975, Tomo I
Casto Díaz. Compilación de los ejecutados en Mayarí.
Colectivo de autores Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba Primera parte, Tomo 1, Biografías, Ediciones Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 2001, pp. 261 262
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