Varios sanitarios atienden a un paciente con Covid-19 en el Hospital Clínic de Barcelona. Foto: Albert Garcia/El País

Resiliencia inmunológica, la capacidad del organismo para restaurar funciones inmunes

La enfermedad llama a todas las puertas en un momento u otro, pero no siempre encuentra la misma respuesta. Algunas personas, por ejemplo, han pasado la Covid-19 de forma asintomática, y otras acaban en el hospital. La edad acostumbra a ser un factor de riesgo, pero no siempre es determinante: hubo ancianos en residencias que pasaron la infección sin inmutarse y jóvenes que acabaron en cuidados intensivos.

También entre las mujeres y los hombres hay diferencias sustanciales de susceptibilidad, para Covid y otras dolencias: ellas viven más y su sistema inmune, que es el ejército de defensa del organismo, acostumbra a ser más eficaz para luchar contra enemigos externos; pero, en una especie de “yin y yang”, explica el infectólogo Sunil Ahuja, médico del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio (Estados Unidos), también ellas “son más propensas a enfermedades autoinmunes”.

En toda esta diversidad en la respuesta a enfermedades influyen factores genéticos y ambientales —como la exposición a infecciones o vacunas—, pero Ahuja y su equipo han puesto sobre la mesa el papel de otra variable: en un estudio publicado en Nature Communications, los investigadores sugieren que la resiliencia inmunológica, que es la capacidad del organismo para restaurar sus funciones inmunes y controlar la inflamación, puede influir en la respuesta a infecciones u otras dolencias.

Para Ahuja, la de la covid era su segunda pandemia. La primera fue la del VIH en los años ochenta y, pese a la distancia, en ambas se repetían patrones de respuesta muy variables a las infecciones, relata en videoconferencia con EL PAÍS: “Sabemos que hay personas expuestas al VIH que no se infectan: antes de que estuviera disponible la terapia antirretroviral, solo entre el 10% y el 30% de los niños que nacían de madres con VIH se infectaban; entre el 70% y el 90% de los niños se resistían al VIH a pesar de la exposición documentada. Hay una susceptibilidad variable a esa infección. Y con la covid es lo mismo. Y con la gripe y otros virus.

También hay personas que viven vidas más largas y otros más cortas y tienen exactamente el mismo entorno”, expone Ahuja. El especialista admite que la genética puede desempeñar un papel, también que hay otros problemas de salud o comportamientos que pueden influir en esa susceptibilidad, o que intervienen factores ambientales externos.

Pero la resiliencia inmunológica también puede dar otra clave, explica en su estudio: “La resiliencia inmunológica es la capacidad de preservar la competencia inmunológica, que es tener una buena salud inmune, y controlar la inflamación. Son dos cosas diferentes, generalmente inversas entre sí: si tienes una inflamación alta, la competencia inmunológica es baja; y si tienes la inflamación controlada, tienes una inmunocompetencia elevada”.

Una resiliencia inmunológica óptima es aquella que logra equilibrar estas variables. Ahuja pone el ejemplo de un bofetón: “Si me das una bofetada ahora mismo, me inflamaré y tendré una reducción transitoria de mi capacidad inmunológica. Cuando las personas sufren un ataque o una agresión, tienen que tener inflamación; sin inflamación, las personas mueren, pero hay que tener la cantidad correcta, en el lugar y en el momento correctos. Si tienes demasiado o muy poco, es malo. [La idea de resiliencia inmunológica] es que, una vez controlo la inflamación, mejora rápidamente la competencia inmunológica”. A lo largo de la vida, una persona puede sufrir muchos bofetones, en forma de infecciones u otras dolencias que comprometan este equilibrio, pero hay gente cuyo organismo “se las arregla para preservar la competencia inmunológica y el control de la inflamación”, sintetiza.

En el estudio publicado en Nature Communications, Ahuja y su equipo recopilaron investigaciones en humanos y modelos animales ante diversas dolencias, como VIH o covid, y examinaron los datos de cerca de 49.000 personas para analizar su resiliencia inmunológica y cómo se relaciona con la respuesta a estos ataques al organismo.

Para ello, midieron dos variables asociadas con la fortaleza del sistema inmune y estratificaron varios grados de resiliencia: por un lado, calcularon el recuento de linfocitos CD4 y CD8, que son células inmunitarias encargadas de la defensa del organismo, y, por otra parte, estudiaron firmas genéticas que se asocian con la longevidad y con la mortalidad vinculada a la inflamación. “Lo que descubrimos es que [los grados de resiliencia inmunológica] son grandes predictores de tener un mejor o peor resultado en salud, en términos de mortalidad y hospitalización, después de controlarlo por edad”.

Ahuja admite que la resiliencia inmunológica es un “rasgo innato, pero puede estar influenciado”. Y se explica: “Nuestros antepasados morían a los 50 años y esto se debía a una alta carga de infecciones, pero incluso entonces había personas que vivían más tiempo. Por lo tanto, un problema obvio para la resiliencia inmunológica es la carga ambiental de la carga infecciosa: eso disminuirá tu capacidad de recuperación. Pero habrá personas que, a pesar de ello, tengan una capacidad innata para mantenerla”.

En el estudio, los autores explican que, como era esperable, la resiliencia inmunológica cae con la edad, pero no siempre. “¿Por qué mueren los jóvenes a causa de la covid? Es posible que una persona joven, cuando se expone a una influencia ambiental, sea más susceptible a degradar la salud inmunológica y la resiliencia inmunológica. Y si es más susceptible, podría correr un riesgo mayor de morir”, conviene Ahuja.

Hay firmas genéticas directamente asociadas al envejecimiento y otras que no. El médico ejemplifica que hay un porcentaje de personas muy ancianas con un buen nivel de resiliencia inmunológica y que, de facto, aunque su riesgo de hospitalización por una dolencia es elevado, es más bajo que el de otra persona joven con un nivel de resiliencia inmunológica mucho peor. Además, relata, en un estudio sobre la respuesta ante virus estacionales comunes, como la gripe o el rinovirus, los autores descubrieron que, después del episodio infeccioso, no todos los pacientes jóvenes recuperan la resiliencia inmunológica que tenían.

Los investigadores probaron sus hipótesis ante diversas dolencias. Entre los participantes de una cohorte con una infección temprana de VIH, por ejemplo, el ritmo de desarrollo de sida fue más rápido para las personas que presentaron el grado de resiliencia inmunológica más bajo. En otro estudio con personas trasplantadas de riñón, que tienen hasta 100 veces más riesgo de desarrollar un tipo de cáncer en la piel, los autores constataron que el riesgo de un segundo tumor de este tipo fue menor en las personas que, durante el primer episodio de cáncer cutáneo, tenían el grado más alto de resiliencia inmunológica.

Las mujeres, más resilientes

Los investigadores constataron también que se observa más resiliencia inmunológica en las mujeres a todas las edades, jóvenes y mayores, en edad fértil o posmenopáusicas. Ellas tienen más inmunocompencia, que es la capacidad para restablecer las funciones inmunes que promueven la longevidad y la resistencia a enfermedades.

“Dada la importancia de la inmunocompetencia para la salud materna y fetal, es concebible que el rasgo inmunológico asociado con la resistencia tanto a las infecciones como a la muerte prematura, haya evolucionado de manera más prominente en las mujeres.

Este sesgo de sexo podría proporcionar una base para la observación de que las mujeres exhiben ventajas en cuanto a inmunocompetencia y longevidad”, exponen los autores en el artículo. Ahuja abunda: “Tengo la sensación de que esta era una propiedad innata, adecuada y conservada evolutivamente que era útil para la maternidad. De lo contrario, creo que, como especie, habríamos tenido un problema”.

Los investigadores defienden que esa degradación de la resiliencia inmunológica es potencialmente reversible, sobre todo, si uno deja de exponerse a los estresores inflamatorios. Aunque no se ha analizado en esta investigación, Ahuja refiere también a otros estudios en los que se ha demostrado el papel del ejercicio físico para modular los marcadores de mortalidad y longevidad.

“En otros estudios hemos llevado a personas de mediana edad a que realizasen un régimen de ejercicios durante 24 semanas y luego se detuvo durante otras dos y tomamos muestras de sangre. Examinamos los datos y vimos que cuando las personas hacen ejercicio de forma continuada, hay una mejora de los marcadores asociados a mortalidad y longevidad. Pero tan pronto se detiene el ejercicio, vuelven al principio. Sospechamos que el ejercicio sostenido, no el transitorio, puede desempeñar un papel”.

Oscar de la Calle, secretario de la Sociedad Española de Inmunología, que no ha participado en el estudio, valora la investigación de Ahuja y su equipo de “convincente e interesante”. “Será un estudio que repercutirá mucho y abre vías” de investigación, señala el inmunólogo. “Hace dos o tres años, a partir de la covid, se empezó a hablar más de un concepto interesante, que es la inmunofragilidad: gente que, por su edad o por etapas de la vida, como la infancia, el embarazo o alguna enfermedad, tienen un sistema inmune que se vuelve más frágil.

El concepto contrario sería la inmunorresiliencia y una de las variables que utilizan en este estudio es habitual y la usamos en el laboratorio”. Se refiere al recuento de linfocitos. De la Calle abre la puerta a que, en un futuro, estos indicadores se puedan mirar, como en un chequeo, para identificar “desviaciones de la normalidad”.

Los autores defienden, de hecho, el potencial de la resiliencia inmunológica y los grados que han diseñado para monitorizar en un futuro la salud de los pacientes y el pronóstico ante determinadas dolencias. “Si quiero desarrollar una vacuna contra el VIH o la covid que sea universalmente activa, necesito asegurarme de que no haya ningún factor de confusión más allá de la edad de alguien que pudiera desempeñar un papel. Ese es el valor de este trabajo. El propósito de toda esta idea de la resiliencia inmunológica no es solo describir las características de la resiliencia inmunológica, sino también crear marcadores o métricas o un sistema de puntuación para que pueda calificarte”, ejemplifica Ahuja.

Con información de Jessica Mouzo, de El PAIS Salud y Bienestar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

9 − uno =