Doña Josefa, Holguín, Cuba
Parque Julio Grave de Peralta en la ciudad de Holguín. Foto archivo

Doña Josefa: poder, riqueza, lujuria y leyendas en Holguín

Es la historia poco conocida, parece ocultarse tras la gallarda figura del General Julio Grave de Peralta que desde su pedestal, en el parque que lleva su nombre, en la ciudad de Holguín, sable en manos parece desafiar al tiempo. Pero pocos conocen que entre sus antepasados dos mujeres arrogantes y decididas dejaron profunda huella. Una de ellas es su abuela materna: Doña Josefa Cardet y Cruz.

Hija de Miguel Cardet y Jiba, un camagüeyano que se estableció en la jurisdiction de Holguín, en la segunda mitad del siglo XVIII. Logró ascender en la sociedad local y fue miembro del ayuntamiento. Se casó con la hija de una antigua familia holguinera, Ana María de la Cruz Infante. Tienen cinco hijos, cuatro varones y una hembra. (1) Nuestra atención se concentra en la única hembra María Josefa Cardet Cruz.

María Josefa Cardet y Cruz, conocida entre sus amistades como la Pepa, sobrevive a las epidemias e infecciones de todo tipo, que diezmaban a los párvulos. La pequeña poseía una absoluta fortaleza física y biológica. La vitalidad material coincidía con una forma del espíritu muy peculiar. Alcanzó la juventud con un carácter independiente y una libertad interior que le llevarían a decidir sobre su destino.

A diferencia de la mayoría de las mujeres y los hombres de su época, que acababan aceptando costumbres y leyes no escritas sobre la forma de vivir y actuar, Josefa Cardet trataría de forjarse un destino muy diferente. Desde muy temprana edad se sintió plenamente responsable de su vida. Muy pronto tendría oportunidad de poner a prueba su carácter y convicciones.

La aldea grande

No se podía vivir en aquella aldea grande que era el Holguín, de principios del siglo XIX, sin encontrarse con la presencia de Josefa Cardet de la Cruz. Además del impresionante conglomerado de sus apellidos y su belleza física parecía reunir la atracción de los que están dispuestos a retar a la vida tomando caminos poco transitados. La primera decisión en ese sentido fue cuando aceptó el galanteo de un hombre casado como Francisco Zayas un santiaguero designado Comandante de las Milicias de Holguín. (2). Asunto desastroso para una joven virgen de familia adinerada.

El gran inconveniente que representaba el que Francisco era un hombre casado se diluyó ante la decisión y fogosidad de la muchacha que se fugó una noche de Viernes Santo con su amante. (3) En 1816 Francisco es designado Teniente Gobernador de Holguín.

El estaba formado de una madera muy diferente de las de los tradicionales funcionarios españoles en las colonias. Supo pulsar el sentir de los criollos holguineros, en especial los terratenientes locales. Tras aquella aparente modorra pueblerina se movían fuerzas e intereses capaces de producir grandes cambios. Francisco decidió canalizarlos. Pasadas las furias iniciales de los padres y tíos de su joven amante el arriesgado militar comenzó a ser aceptado por todos. La Pepa se encargó con absoluto desembarazo de limar las heridas del honor aldeano causadas por su pasión.
Francisco con sus obras concluyó haciendo olvidar hasta a las comadres más implacables lo peliagudo que resultaba el tener por amante pública a una mujer de familia principal de la plaza. Tomó importantes medidas como la construcción de un edificio de dos plantas donde se instalaron la cárcel y la casa de gobierno.

Estableció el primer alumbrado público de la ciudad. Obligando a sus vecinos a colocar frente a su casa un farol. Construyó o mejoró caminos importantes. Creo una filial de la Sociedad Económica de Amigos del País. Publicó en la revista de esa asociación una compilación de documentos sobre la fundación del cabildo holguinero. De esa forma se convirtió en el primer historiador local. Introdujo el cultivo del café en la jurisdicción. Incrementó el de la caña de azúcar. Para esto aceleró la introducción de esclavos. (4)

La gran obra de Francisco

Es indiscutible que estamos ante un hombre progresista. Lógicamente para los terratenientes holguineros. Es de pensar que los africanos tendrían otros criterios, los que nadie tomó en cuenta. Pero la gran obra de Francisco de Zayas sería la construcción del primer puerto de la comarca. Seleccionó la bahía más cercana a la ciudad de Holguín: Gibara, situada a unos 30 kilómetros de la capital de la jurisdicción.

Tales trabajos no impidieron que Francisco y Josefa escribieran una historia cotidiana y desgarradora. La reproducción natural. Verdadera hazaña en una época donde una parte considerable de las mujeres y los recién nacidos fallecían. Josefa pariría cinco hijos. Sobreviviría a las muchas infecciones que acechaban a las parturientas.

Algo más que una concubina

Josefa Cardet se convertía para Francisco en algo más que la simple concubina que, casi por tradición, tenía cada hombre de alguna importancia en la comarca. Se fueron creando lazos cada vez más estrechos en la pareja, que iba más allá de los cinco hijos fruto de la relación carnal. Josefa acabó subordinando todo a su pasión por Francisco y su éxito en la sociedad holguinera. Incluso su amor maternal. No dudó en entregar los cinco hijos nacidos de la ilegal relación a familias conocidas para que se encargaran de su crianza. Mientras ella atendía y apoyaba a su amante e incrementaba el peculio personal. Llegó a poseer varias propiedades importantes entre ellas un establecimiento azucarero de relevancia. Un texto de 1837 sitúa a Pepa Cardet como una de las más importantes propietarias de Holguín. Según el documento eran propietarios de un trapiche con 26 esclavos. (5)

Es la única mujer dueña de ese tipo de instalación productiva. Francisco terminó legalizando los hijos que tenía con Josefa. De esa forma pudieron llevar su apellido. El hecho de contar con el apoyo de dos familias de relieve en la comarca, los Cruz y los Cardet, el apoyo material que representaba la fortuna acumulada por Josefa Cardet explica en parte el éxito de Francisco. Josefa tenía suficiente dinero para subsanar errores y acallar a enemigos de su amante. En sus propósitos no se detenía ante nadie ni ante nada. Si siendo una joven virgen se había enfrentado a toda una sociedad mojigata y pueblerina ahora que era rica y de sobrada experiencia no conocía los límites en su accionar. Quizás así se explique que Zayas fue el gobernador que más tiempo dirigió la comarca en todo el periodo colonial.

Ella se encargaba personalmente de la administración de sus bienes. Al extremo de que castigaba con su mano a los esclavos insumisos. En 1833 Francisco cesa en sus funciones de teniente gobernador. El 11 de mayo de 1837 fallece en Holguín. (6)
Mermas de capitales

Una de las mermas mayores que sufrían los capitales acumulados por las familias criollas era su fragmentación entre los hijos. Las familias eran numerosas. A la muerte del padre la fortuna se repartía entre la prole y la viuda. La tradición oral puso a flote un refrán. Padre millonario, hijo rico y nieto pobre. Josefa Cardet no estaba dispuesta a que sus recursos sufrieran tal suerte. No dudó a la muerte de su esposo en quedarse con lo más importante del capital, entregando a los hijos una parte mínima.

Pero no todo fue sumisión y acatamiento entre la numerosa prole de la Pepa. Para asombro de ella y de la comarca, acostumbrada a la obediencia de las mujeres ocurrió una desagradable sorpresa. La más joven de las hijas, Rafaela de Zayas y Cardet, realizó una demanda legal ante las autoridades. Reclamaba la parte de la herencia que le correspondía a la muerte del padre. Se iniciaba un expediente por las autoridades que iría recogiendo detalles de la vida de esta contradictoria familia. Los vecinos fueron tejiendo su historia en torno a aquella jovencita que para la mayoría había heredado el carácter insumiso y fuerte de su madre. Fue comentario popular que la Pepa Cardet había encontrado en su hija la horma de sus zapatos. La madre reaccionaba enérgicamente desheredando a la hija insumisa. Ya no se encontrarían los caminos de hija y madre.

Amor

La apasionada viuda se enamoró ciegamente de un joven oficial del ejército español destacado en Holguín, Luciano Martínez. Acostumbrada a vencer no tardó en iniciar un tortuoso intento para tener junto a ella a su amado. Gestionó su licenciamiento del ejército español. Luciano no había cumplido con el período militar que le correspondía. Josefa pagó de su peculio el dinero que oficial y extraoficialmente era necesario depositar para lograr el licenciamiento del deseado militar. Por fin lo consiguió. En triunfo se estableció el joven en la cama de la fogosa mujer.

Rafaela la hija insumisa de Josefa al igual que sus otros hermanos había sido criada por una familia holguinera. Apenas tenía 15 años cuando conoció a un forastero que llegó a Holguín procedente de Santiago de Cuba, José Grave de Peralta. Se iniciaba una relación amorosa que terminaría en el matrimonio y la procreación de una numerosa prole. Uno de sus hijos sería el futuro General Julio Grave de Peralta.

Inicio de la guerra del 1868

Al estallar la guerra de 1868 tal parecía en los primeros meses del alzamiento de 1868 que llegaba el fin del dominio colonial, los revolucionarios capturaban Bayamo y Jiguaní. Bloqueaban Manzanillo y Las Tunas. Se extendían por Santiago de Cuba y Camagüey. En Holguín dominaban rápidamente los campos. De derrota en derrota los fieles a la corona se atrincherarían en una de las principales residencias holguineras, la casa del comerciante Francisco Rondán, situada frente a la Plaza de Armas. Ocupan y fortifican el conjunto de edificaciones de la manzana donde se encontraba esta residencia.

Allí se refugian los más devotos al integrismo entre ellos Josefa Cardet que desde los balcones del edificio contempla como los insurrectos penetran en la ciudad y van ocupando bajo el fuego hispano calles y plazas. Debió de sentir sorpresa mayor cuando vio al frente de las fuerzas contrarias a su nieto Julio Grave de Peralta secundado por sus hermanos y primos. Nietos, sobrinos nietos, nietos de primos y conocidos integraban la nomina de aquella fuerza insumisa.

El sitio a la manzana

Los insurrectos le ponen sitio a la manzana ocupada por los españoles en Holguín. Sin artillería para derribar sus paredes intentan incendiar los recintos enemigo. Las casas inmediatas son entregadas a las llamas. Había esperanza muy creída que el fuego se propagaría a las del enemigo. El esfuerzo fue inútil. Pero la destrucción mucha. Entre las que corrieron esa suerte terrible estaban las valiosas propiedades de Josefa Cardet. Su vivienda, almacenes y comercios fueron ganados por las llamas. Comenzó el desplome de las paredes centenarias. Arrastraban los días tiernos cuando ella se abandonaba al amor de Francisco.

Entre el humo y las llamas desaparecían los tiempos en que su nombre se pronunciaba con apretar de dientes por los envidiosos, con halago genuino por los amigos, con placeres guardados por quienes habían desecho su soledad de viuda. Su mundo acababa definitivamente. Más que la destrucción material era el fin de un mundo que desaparecía definitivamente. El universo espiritual de Josefa se quebraba con el sonido lastimero de los techos que se desplomaban. No era mujer que se amedrentara ante el infortunio. Podía reconstruir casas, encargarse en lo personal de dirigir sus negocios. Pero lo que se perdía ante sus ojos más que los recuerdos del pasado era la posibilidad del futuro de quienes creían en una Cuba española. Se reflejaba la hecatombe en su cuerpo ya anciano que desde uno de los balcones de la casa fuerte contemplaba el estrago del incendio, la proximidad de la ruina material y espiritual. Ahora sus carnes perdían todo soporte y se abandonaban a la fuerza de gravedad. Dejaba de vivir para no ver.

El último gesto

En un último gesto de extravagancia, como si su muerte también reclamara lo extraordinario, su cuerpo era velado con mucha premura por los sitiados en un rincón cualquiera, entre el humo de los incendios y el retumbar de la fusilaría. En hombros de sus más allegados era paseado el catafalco por los pasillos del asediado caserón. Depositado en insólita tumba cavada en un patio mortificado por la fusilaría contraria. Con el fin del sitio, ante la llegada de una poderosa columna hispana, sería desenterrado el ataúd. Depositado el cuerpo en el cementerio general al lado de su Francisco Zayas. Dejados ambos al olvido de los tiempos, al fragor de los silencios definitivos. La tumba se conserva en la actualidad. Alguien me comento en un susurro que en los atardeceres los amantes rechazados dejan una flor sobre la fría construcción.

Se comenta en voz baja por los encargados de custodiar La Periquera, la casona donde ella murió que en las noches se ve una lúgubre multitud de doliente llevando en hombros el ataúd de la Pepa Cardet. Es pura mentira se afirma al amanecer pero los custodios del edificio prefieren de noche no visitar el patio interior bello y solitario en las penumbras.

NOTAS

1.-Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales, 1786, Folio 22.
2.-José García Castañeda, Francisco de Zayas (en Boletín Histórico del Municipio de Holguín. Segunda Época, 5 año, Mayo de 1955, p. 2.
3.-Archivo Particular de Luis Orlando La Calle. Bayamo.
4.-José García Castañeda, Francisco de Zayas, obra citada.
5.-Herminio Leyva, Gibara y su Jurisdicción. Apuntes históricos y estadísticos. Establecimiento de Bim. p. 219.
6.-José García Castañeda, Idem.

José Miguel Abreu Cardet
Últimas entradas de José Miguel Abreu Cardet (ver todo)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

nueve + 1 =