Piropo, Lenguaje, Idioma, Cultura, Tradición
Ilustración: Alfredo Martirena

Piropo al filo del lenguaje

¿Acoso o halago?, diversas pueden ser las interpretaciones del piropo. ¿Resulta invasivo para la mujer? ¿Define el lenguaje su aceptación o rechazo?

Según la Real Academia Española (RAE) piropo es: “dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer”.

Estas palabras subrayadas marcan la diferencia con respecto al acoso. Piropo no es sinónimo de acoso. Acosar es perseguir, importunar, molestar.

A partir del significado de estos términos podemos establecer diferencias. El piropo se mal entiende y se confunde muchas veces con el acoso callejero,  una forma de violencia de género que ultraja, por lo general en espacios públicos, la dignidad de la mujer; conductas y expresiones verbales inaceptables y hasta sancionables por la ley.

Comentarios indeseados, frases obscenas, silbidos, lujuriosas miradas, acorralamiento en la calle, insinuaciones sexuales, son manifestaciones propias del acoso callejero, mientras que el piropo recurre a frases de admiración y delicadeza, de “halago seductor” en el límite del respeto. Las palabras delatan la intención de cortesía y educación o de insulto y agravio.

Piropear: puntos de vistas diversos

Piropo, Lenguaje, Idioma, Cultura, Tradición Eugenio Marrón, reconocido escritor y periodista holguinero reconoce que “los tiempos han enrarecido la comunicación, en el sentido de que cualquier manera de dirigirse un hombre a una mujer pueda ser tomada como un asalto verbal, como un acoso. Hoy día, por ejemplo, la procacidad, la grosería, la verbalización de conductas totalmente inadecuadas, indecentes, vergonzosas por parte de algunos se convierten en orden, en orden de tratar de suplantar las buenas maneras, las buenas costumbres de la conquista”.

Como poeta Marrón sostiene que “el piropo forma parte de la memoria, de la gracia, de la conducta, del hombre hacia la mujer, del diálogo del amor, de la belleza, en esa gala tiene valor, lo que no tiene valor es la descortesía y la suplantación del piropo por una manera soez, que es lo que hay que combatir”.

El piropo se parece a su época, desde el siglo XIX hasta la actualidad mucho ha variado su forma de decir. De la construcción metafórica, cortés y elegante ha pasado quizás a expresiones menos poéticas, pero su esencia criolla e ingeniosa se mantiene como tradición popular. Es una práctica presente en cualquier parte de Cuba.

¿Qué propósitos hay detrás de un piropo?

¿Exaltar la belleza, incitar una sonrisa, seducir, agradar, conquistar? ¿Hasta dónde es unidireccional? Para algunas mujeres los piropos responden a un orden patriarcal, machista, tienen un doble sentido, se han relajado y descontextualizado. Pero muchas los aceptan y agradecen, otras sin expresividad lo toleran y las más radicales los rechazan por invadir la intimidad.

“Popularmente se defiende mucho como tradición, pero entiendo que también es acoso –sostiene la psicóloga Dayamí Acosta Almaguer– porque se toma como una invasión de tu espacio privado, el elogio depende de la percepción de la persona que lo recibe, a lo mejor si existiera un vínculo de familiaridad o de otro tipo de relación se tomara diferente, además el piropo no solo se expresa con palabras, lleva implícito miradas, gestos, si tuviera que tomar una posición, no me gusta, aunque no dejo de reconocer que a veces me reído con algo que me han dicho, he sido partícipe de él”.

Las mujeres reaccionan ante el piropo de múltiples maneras. Pueden ser muchos las causas que propicien las diferencias en tales apreciaciones. Tal vez la desmedida vehemencia en el decir, preceptos culturales, morales, sociales, la edad o estado de ánimo.

Piropo, Lenguaje, Idioma, Cultura, TradiciónA la joven ingeniera Dayana Batista le agrada el piropo en dependencia de la forma en que lo digan “los que son agradables, educados, que realzan la autoestima, me gustan”.

Para la especialista en Medios de Comunicación Alicia Durañone Fornet  “el modo, la intención en que muchas personas lo dicen es agresivo, me gusta ir por la calle y que nadie moleste ese espacio, ese momento de estar conmigo misma,  para nada me gusta que me piropeen”.

Un piropo resulta inadecuado cuando en cualquier circunstancia o espacio irrespeta. En dependencia de su intencionalidad los hay poéticos, románticos, perspicaces y hasta graciosos.

Cuando de piropo se trata los hombres defienden su posición: “no debería prohibirse, –argumenta el joven Reinier Cruz Aguilar– en caso que no sea grosero, que no agreda, ofenda; si es bonito, si la mujer se siente halagada debería emplearse”.

“Hay quienes dicen que el piropo es una forma de acoso callejero y yo creo que no es así, –opina el ingeniero Luis Torres– el piropo es un halago y el acoso es humillación, el piropo es tradición y el acoso es desvirtuar los valores de esa tradición”.

Tradicionalmente el piropo se asocia al galanteo masculino, pero ya no es un acto totalmente exclusivo de los hombres, la mujer se atreve y seduce y se rebela contra el ego varonil que juzga su actuación con sentencias machistas sobre pudor o decencia.

Cuando el piropo lleva implícito el gesto de halago que causa autoestima, exalta cualidades, usa frases ocurrentes o poéticas como parte de la tradición del cortejo, no debe percibirse como un acto ofensivo, alusivo al sexo, a la vulgaridad y sí como dicho popular ante la belleza, gesto de cortesía y admiración que identifica, fundamentalmente, al cubano extrovertido.

En la acción de piropear se exterioriza la picardía, sutileza, humorismo y simpatía que tipifican al cubano. Y es que el piropo está relacionado con el término griego ‘pyros’,  que significa fuego.

Yamila Pupo Otero

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