Reino de Bután, felicidad, Día Mundial de la Felicidad
En el Reino de Bután tienen a la Felicidad Interna Bruta, como medidor de la felicidad. Foto: Archivo

El Reino de Bután y la felicidad

El Reino de Bután, situado en la cordillera del Himalaya, sabe cómo medir dicho indicador, por eso el minúsculo país montañoso celebra este lunes una nueva jornada para evaluar el nivel de vida de sus habitantes.

Ahora, como Embajador del Día Internacional de la Felicidad, Bután cuenta una bonita historia y occidente lo reconoce por su meta de buscar equidad y bienestar colectivo.

Como una suerte de amuleto, el llamado a ensalzar la felicidad se gestó en esa monarquía bajo la dirección de su tercer rey, Jigme Dorji Wangchuck, quien logró en 1971 el reconocimiento de la ONU como nación soberana.

Dorji decidió que la filosofía de su gobierno iba a fundamentarse en la prosperidad de sus súbditos y para ello inventó el concepto de Felicidad Nacional Bruta (FNB), la más alta de su reino, incluso, por encima del convencional Producto Interno Bruto (PIB).

El cuarto monarca, Jigme Singye Wangchuck, hijo del anterior, con solo 16 años mostró una gran habilidad en conducir a su país hacia la modernidad del siglo XXI, preservando la distintiva cultura butanesa.

Singye Wangchuck también acuñó el eslogan Felicidad Interna Bruta (Gross National Happiness), en un intento de progreso sin perder las tradiciones que son la base, de manera sostenible al entorno, de la identidad y crecimiento del pueblo butanés.

De tal magnitud es la definición de este concepto para esa cultura que los principales valores dentro de la sociedad pueden resumirse en tres: felicidad, igualdad de género y preservación medioambiental, sin embargo, desde la década del 90 de la pasada centuria se fundamenta en cuatro pilares básicos.

Buen gobierno es el primer parámetro, siguiéndole conservación cultural, del ecosistema y la naturaleza en sentido general, y desarrollo socioeconómico equitativo.

Para encomiar este año el Día Internacional de la Felicidad se colocaron en la báscula como temas más importantes, los relacionados de modo directo con los que pueden significar mayor fortuna para todos los habitantes de la Tierra, entre ellos, erradicar la pobreza, reducir al mínimo la desigualdad en el mundo y proteger el planeta.

La primera finalidad de la actividad económica en Bután lo constituye la intensificación del bienestar humano y no solo la adquisición de bienes materiales.

En la idiosincrasia de ese país está perseguir el patrimonio material e inmaterial, y ello confluye en los Planes de Desarrollo bajo la etiqueta de Gross National Happiness.

Con dicha gestión gubernamental, en el reino la FNB se calcula midiendo nueve puntos que son el bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, la cultura, la salud, la educación, la diversidad medioambiental, el nivel de vida y el gobierno.

En Bután la vida es bella y la felicidad alcanzable, y frente a esta premisa podría pensarse en un culto a la cursilería, pero en esa nación asiática la cotidianidad se maneja así: con amor a todo lo que les rodea.

La referencia se hace oportuna para mencionar al clásico del cine italiano La vida es bella, un himno a la felicidad, festejada allí.

Esa estremecedora película de 1997 cuenta la historia de un padre – el genial actor Roberto Benigni, a su vez el director- quien intenta proteger al pequeño hijo de los horrores del Holocausto en un campo de concentración, haciéndole creer que todo es un juego.

Todos en alguna ocasión hemos disfrutado de esa obra, un clásico de la cinematografía, pero pocos la relacionan con una verdadera inspiración y un llamado a la felicidad, decretado por la ONU en 2012.

Con información de Prensa Latina

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