Cuba, Justo García Vélez
Justo García Vélez, hijo del patriota holguinero Calixto García Iñiguez. Foto: Archivo

Un mambí en Filipinas

En agosto de 1880, Calixto García, prisionero de las fuerzas coloniales luego del fracaso de la Guerra Chiquita, es enviado a España. Aunque queda libre está obligado a residir en la península bajo estrecha vigilancia hispana. Su esposa Isabel Vélez Cabrera que reside en el exilio, en New York, con los hijos de ambos se le une.

Se establecen en Madrid. Leonor, la mayor de las hijas, apenas tenía nueve años; Calixto García unos seis o siete años; Carlos, cinco y Justo, dos. Mario, Mercedes y Herminia nacieron en Nueva York, el primero , y en Madrid las dos últimas. Todos ellos habían salido de su patria con escasa edad. Algunos tenían un recuerdo muy vago de la lejana isla. Otros no conocían su patria, pues nacieron en el extranjero.

Isabel y Calixto llevaron a cabo una sistemática labor de inculcar en ellos el amor a la  patria. Un ejemplo de estos es Justo García Vélez. Había nacido en pleno campo mambí, en Cacocum, Holguín. Al caer prisionera su mamá y demás familiares, luego de una odisea en la isla son deportados a Estados Unidos. Justo es un niño de poco más de un año de nacido. Crecerá en el extranjero. Pero sus padres le inculcarán el amor por Cuba. Al estallar la guerra de 1895 Justo trabajaba en Filipinas en la administración pública. En esa época ese archipiélago formaba parte del imperio español. Calixto escapa de la vigilancia española y se integra al movimiento independentista. Es designado jefe del Departamento Oriental.

Mientras Calixto García en la guerra de 1895 tomaba ciudades y liquidaba columnas españolas, a miles de millas de Cuba, su hijo Justo García Vélez escribió una desconocida página en la historia de la emigración revolucionaria cubana.

Después de la fuga del padre de España, las autoridades tomaron medidas contra él, prohibiéndole que visitara el puerto de Manila, por donde podía escapar al exterior. Sin embargo, el joven se trasladó de la provincia donde residía y trabajaba a esa ciudad y gestionó su fuga, imposible de efectuarse por la vigilancia colonialista. Decidió trasladarse a España, pensaba que desde allí sería más fácil dirigirse a otro país. Al hacer escala el barco en un puerto en Egipto trató de quedarse, pero el cónsul español lo obligó a continuar viaje. Al llegar a España fue detenido y encerrado en una cárcel en Bilbao, desde donde el 14 de noviembre de 1896 escribió a su mamá. Ya a finales de diciembre de ese año lo habían trasladado a una  prisión en Cádiz y en febrero de 1897 se encontraba en Chafarinas, presidio español de las costas africanas.

Desde allí planificó junto a los patriotas cubanos Emilio Bacardí y Manuel Planas, que también se encontraban detenidos una espectacular fuga, de la que su hermano Carlos García Vélez  nos dejó una interesante descripción, en su diario:

“… determinado a intentar la fuga atravesando en un bote velero el Estrecho de Gibraltar por la parte mas ancha a fin de arribar a la colonia francesa de Argelia, evitando la costa marroquí donde las tribus (ilegible) en connivencia con las autoridades españolas estaban siempre alertas para apresar a los fugitivos, de los presidios españoles de África. Las negociaciones hechas por Planas y Justo con unos marineros españoles traficantes de frutos, verduras y otros efectos por mar dieron por resultado asentir estos a conducirlos en su embarcación cierta noche, comprometiéndose por dos mil pesos cada uno debiendo Emilio Bacardí compañero preso político sumarse a Planas y Justo. Al poner estos los pies en el bote  a Bacardí le entró sospechas por la mala catadura de los boteros de que después de coger el dinero ya alta mar serían los tres asesinados. Inútil fue la argumentación que ellos iban armados y que venderían caras sus vidas en tal caso pero que tenían plena confianza en los hombres porque al llegar hasta la costa de Argelia recibiría la otra mitad de la cantidad convenida Bacardí se quedo y Planas y Justo animosos de correr la peligrosa, por muchos conceptos, travesía despega la embarcación del muelle y en la oscuridad silenciosamente se alejaron de Chafarinas y entraron en el Estrecho. El tiempo les favoreció y pudieron izar la vela latina y ayudando con los remos al amanecer ya estaban lejos de Chafarinas. Los boteros intentaron amedrentar a los fugitivos y exigir lo doble de lo pactado. Hubo que transigir; pero los boteros les jugaron la mala partida de arribar a la costa del Riff, lejos de la de Argelia. Los dos fugitivos anduvieron por los arrecifes escondiéndose entre las rocas de las tribus ribereñas quienes recibirían rescate al entregar a los presos evadidos de los españoles. Días y noches de penoso andar sin comer bebiendo la poca agua de lluvia de las pocetas y ya exhausto especialmente cruzó cerca de la costa una lancha francesa los recogió conduciéndolo a Nemurs donde son aliviados de su terrible situación telegrafiaron al Dr. Betances  y embarcaron para Marsella y de este puerto en tren siguieron para París. En el trayecto la policía obedeciendo instrucciones del gobierno francés, quien quiso acceder a la demanda de extradición solicitada por Cánovas contra Justo acusándole de anarquista. Las diligencias en París de Betances que junto a Henri Rochefort, amigo de Betances y a quien mi padre había visitado a su paso por Paris para expresarle su gratitud por el apoyo que el diario de Rochefort L´ Infransigent daba a la causa de la independencia, lograron que fueran Justo puesto en libertad en Paris y expulsado de territorio francés. Justo embarcó para Nueva York de allí el Delegado Estrada Palma lo embarcó en una pequeña expedición con el General y Dr. Joaquín Castillo Duany. Tuve yo la suerte y el gran placer quien con mis hombres de las fuerzas de las Tunas llegó a la playa de Palancon en la costa norte, acompañando a los expedicionarios hasta que los puse en camino de la residencia del Consejo de Gobierno dándoles caballos equipados y acémilas de carga. La marcha, que tuve que hacer desde el centro hasta la costa me llevó dos noches y un día sin detenerse en campos inundados y de ´diente de perro´ la costa. La gente sufrió mucho y los caballos sin herradura quedaron lisiados de los cascos.

!Repito y vuelvo a repetir que las hazañas de los expedicionarios no hay plumas que lo puedan describir; los esfuerzos de salvarse en tierra del Ejército Libertador tampoco”.(1)

Tampoco podemos olvidar la gran hazaña de Calixto e Isabel de inculcar en sus hijos el amor a Cuba que fructificó en la hazaña de Justo que se incorporó a la contienda. Al concluir está era oficial del Ejército Libertador Cubano.

Notas:

1– Centro de Información de las Guerras de Independencia, Museo Casa Natal de Calixto García, Diario Carlos García Vélez, Doc 1.

 

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