La violencia doméstica inadvertida por la sociedad acontece a diario en no pocos hogares en Holguín y, más allá de cualquier estadística, esta problemática alerta sobre un fenómeno que afecta de múltiples maneras a la familia.
Las leyes en Cuba, por lo general, no admiten la impunidad ante expresiones de violencia, pero todavía un reto importante es la prevención de actos y conductas que conlleven a situaciones de maltrato físico, verbal, psicológico y emocional que afectan principalmente a mujeres, adultos mayores, personas en situación de discapacidad y a menores de edad.
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Ser víctima o presenciar algún tipo de manifestación de violencia intrafamiliar es una experiencia con huella emocional en el tiempo. En ocasiones el abuso físico o psicológico no se delata por temor o sentimientos de culpa y se sufren las consecuencias en silencio con cicatrices en el desarrollo integral de la personalidad, la autoestima, la salud mental y el comportamiento social.
Todavía algunos miembros de la familia identifican solo como hecho de violencia doméstica la acción de golpear cuando el abandono, la negligencia, la humillación, los insultos, la intimidación o coacción también constituyen maltratos que menoscaban las relaciones afectivas y la convivencia en armonía.
El maltrato familiar, intencional o no, afecta la crianza de los hijos generando actitudes negativas que trascienden al entorno comunitario; sin embargo, la familia no siempre busca ayuda profesional para los infantes y adolescentes que sufren por esta causa alteraciones en su desarrollo fisiológico y cognitivo emocional y, por supuesto, emergen conductas antisociales.
En Holguín la violencia doméstica es una problemática que no está asociada directamente al nivel socioeconómico, pero en todos los casos destruye el bienestar de la familia. Se manifiesta, por lo regular, en hogares disfuncionales, en los que el estrés sostenido, efectos del alcoholismo, dificultades con la comunicación y la inadecuada gestión de conflictos de pareja, diferencias generacionales o de factores externos de la vida cotidiana encuentran caldo de cultivo.
La familia es el principal agente de socialización. El hogar debe ser un ambiente de bienestar, amparo y respeto; el espacio ideal para transmitir afectos, enseñanzas; ofrecer confianza, protección y favorecer relaciones interpersonales positivas, libres de cualquier manifestación de violencia.
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