La Psiquiatría defiende el sentimiento humanista que debería reinar entre las personas, pero que con frecuencia está ausente en ellas. La Psiquiatría actual subraya la interacción entre el médico y el paciente, y presta especial atención a los aspectos humanos y compasivos de la Medicina.
Si se ejerce adecuadamente, esta especialidad médica puede constituir, para muchos seres humanos, una experiencia imborrable de la misión esencial de la Medicina, que puede sintetizarse en hacer un verdadero contacto con el paciente, preguntar, escuchar con interés y examinar para llegar a un diagnóstico certero que permita eliminar o aliviar el dolor, el sufrimiento y la enfermedad mediante el tratamiento de la persona en su conjunto pues, dejado atrás el dualismo cartesiano, mente y cuerpo son una unidad inseparable.
La Psiquiatría como especialidad explora en el mundo más íntimo de los individuos, en sus problemas más privados, en sus conflictos más personales, en sus dudas, temores, y contradicciones secretas.
Y desde luego, también busca los síntomas, que por cierto resultan muy particulares, subjetivos y para muchos difíciles de comprender. Ardua y trabajosa tarea la de los psiquiatras para penetrar en tan particular entramado, difícil y dolorosa posición la de aquellos seres que sufren a causa de trastornos mentales o emocionales.
Estadísticas mundiales de instituciones acreditadas como la Organización Mundial de la Salud, plantean, de una manera conservadora, que del 30 al 40 por ciento de todos los pacientes que acuden a un médico de familia lo hacen por afecciones en las que existen manifestaciones psicopatológicas de diferente significación que requieren atención psiquiátrica. Al mismo tiempo consideran que sólo un tercio de la población puede considerarse libre de síntomas psíquicos.
Para conocer y tratar eficazmente los trastornos mentales es preciso conocer de las funciones del cerebro, saber de psicología y, al mismo tiempo, ser sensible y responsable ante los demás seres humanos. Las dos primeras condiciones requieren un estudio especial y mucho esfuerzo, la tercera es más bien una cualidad innata o fomentada por la educación y la formación de valores presente en todo buen médico.
Los trastornos mentales plantean una serie de problemas específicos que no se dan en otros campos de la Medicina. En primer lugar, las variantes de personalidad y comportamientos son tan amplias que a menudo es difícil determinar el límite entre lo normal y lo anormal. En segundo lugar, los métodos de estudio de estos trastornos son subjetivos, dependen principalmente de las percepciones, experiencias y habilidades que el médico posee para llegar a los secretos vitales, como también de la capacidad de narración y descripción de los pacientes a la hora de revelar sus conflictos y síntomas. Deberá tenerse en cuenta también si existen en los pacientes intenciones ocultas, conscientes o inconscientes.
En tercer lugar los diagnósticos de los trastornos mentales y del comportamiento, a diferencia del resto de las enfermedades, son prácticamente inverificables. Ni con las pruebas de laboratorio ni con la autopsia es posible corroborar, en una buena parte de los casos, la impresión clínica. Si bien es cierto que en la psiquiatría aún no están generalizados los marcadores biológicos como en las otras áreas de las ciencias médicas, esto no significa que la misma no cuente con recursos e instrumentos que contribuyan a sus diagnósticos. Existen, claro que existen, pero se diferencian bastante de los primeros.
La Psiquiatría es una ciencia joven, las concepciones que existen sobre las causas de los trastornos mentales son también recientes, y no concluyentes. Ahora bien, en qué momento se marca el inicio de la historia de las enfermedades mentales y la Psiquiatría. Si nos circunscribimos a la especialidad médica su historia es muy reciente, primera mitad del siglo XIX. Si lo miramos desde un punto de vista más amplio, las enfermedades mentales han acompañado a la humanidad a lo largo de toda su existencia y los métodos terapéuticos se remontan al primer hechicero que curó un mal por medio de la sugestión, pasando por diferentes formas de tratamientos rudimentarios. Los pacientes dementes estaban encerrados en manicomios alejados de las ciudades, atados con cadenas como prisioneros, eran considerados una amenaza a la sociedad; en la Edad Media la iglesia los consideró endemoniados, se perseguían y hasta eran quemados en hogueras.
No existían medicamentos efectivos para estos males. Alrededor de 1900 se sintetizaron los primeros barbitúricos, en 1903 surgió el Fenobarbital. Pero no fue hasta 1952 que los franceses Jean Delay y Pierre Denifer presentaron la Cloropromazina como tratamiento antipsicótico, que por cierto demostró en un corto plazo y de forma contundente su efectividad, por lo que este momento quedó en la historia como el inicio de la era de los psicofármacos. En 1957 apareció el primer medicamento del grupo de las benzodiacepinas, el Clorodiazepóxido, y el primer antidepresivo tricíclico, la Imipramina.
En nuestros días ha existido un marcado desarrollo de la psiquiatría biológica y la psicofarmacología, por lo que ha aumentado considerablemente el arsenal de nuevos y efectivos medicamentos para los trastornos mentales.
Ya desde antes de la aparición de estos fármacos existía un recurso que sigue siendo distintivo de la psiquiatría: la psicoterapia. Aun cuando existen otros antecedentes previos al psicoanálisis, se considera a su creador, Sigmund Freud, el Padre de la Psicoterapia, quien alrededor de 1894 creó el Psicoanálisis, toda una teoría y un proceder que, basado en las asociaciones libres y la exploración del inconsciente, se convirtió en el primer método psicoterapéutico estructurado y en la primera escuela de psicoterapia del mundo. Las teorías freudianas han tenido numerosos detractores, pero no se pueden negar los aportes que hiciera el célebre neurólogo y psiquiatra vienés a la relación médico paciente y a la psicoterapia.
No podemos dejar de mencionar la Terapia Electro Convulsivante (TEC), conocida como electroshock, introducida en 1938 por los italianos Cerlerti y Bini. También con muchos detractores esta terapia, de la cual a veces se abusó, ha demostrado sus beneficios fundamentalmente en las depresiones graves con peligro suicida y en la esquizofrenia, sobre todo cuando se trata de pacientes agitados y agresivos que no mejoran con psicofármacos.
Así ha llegado la Psiquiatría a nuestros días, pasando desde etapas llenas de oscurantismo y dependiente de las ideas religiosas de una época, o de las corrientes filosóficas imperantes, para como rama de las ciencias médicas ocuparse del estudio de las enfermedades mentales, su epidemiología, sus causas, su tratamiento, rehabilitación y prevención.
Como ciencia joven y especialidad médica de surgimiento reciente, la Psiquiatría está en plena evolución, aún queda mucho por descubrir sobre la génesis de los trastornos mentales, el continuo avance de las neurociencias ya está arrojando luz a problemas que durante muchos años no tenían una explicación convincente. Los pacientes con trastornos mentales ya tienen nuevas esperanzas y expectativas positivas con relación a su terapéutica, y esperan por las acciones responsables de los que hoy nos dedicamos a curar, mantener o proteger la salud mental de los seres humanos.
En muchos casos donde la aproximación psicológica adquiere prioridad, la palabra utilizada en diversas vertientes, bien sea psicoterapia, orientación, consejería o apoyo, sigue siendo de gran ayuda en la prevención y el tratamiento de los trastornos mentales.
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