Todos conocemos personas que ante una situación insignificante pierden el control y reaccionan de forma impulsiva. Pero también conocemos personas que ante situaciones complicadas e inesperadas son capaces de controlarse, mantener la calma y reflexionar antes de actuar. ¿De qué dependen las diferencias en sus maneras de responder? Sin lugar a dudas dependen de cómo manejan sus emociones.
Es válido también reconocer que las emociones a veces son difíciles de entender. No todas las personas tienen una buena educación psicoemocional. En ocasiones la comprensión de lo que sentimos no puede ir más allá de un “no tiene sentido que me sienta así”. Para muchos sujetos los asuntos emocionales son procesos caóticos imposibles de comprender o de relacionar con algún tipo de significado o situación.
¿Qué sientes ahora mismo, mientras lees esto? ¿Sientes curiosidad? ¿Crees que te puede servir para algo? ¿Esperas aprender acerca de ti? ¿Te resulta aburrido? ¿O estás feliz porque es un tema que te gusta? ¿Tienes algunas preocupaciones y no te concentras en la lectura? ¿Experimentas frustración porque no encontraste lo que esperabas? Tal vez te distraes por algo más, como la anticipación de algún plan, o cita, o proyecto. ¿O te sientes triste porque estás pasando por una ruptura amorosa, una pérdida de un ser querido o un problema laboral o de salud?
Emociones como estas son parte de la naturaleza humana. Nos dan información sobre lo que estamos viviendo y nos ayudan a saber cómo reaccionar.
Experimentamos emociones desde que somos recién nacidos. Los bebés y los niños pequeños reaccionan ante ellas con expresiones faciales, acciones como reírse, dar un abrazo, o llorar. Sienten y muestran emociones, pero aún no tienen la capacidad de darle un nombre ni de explicar por qué se sienten de una manera o de otra. A medida que crecemos nos volvemos más hábiles para entender las vivencias. En lugar de reaccionar como reaccionan los niños, podemos identificar lo que sentimos y ponerlo en palabras. Con el tiempo y la práctica nos volvemos mejores para descifrar lo que sentimos y por qué. Esta habilidad se llama conciencia emocional.
Conceptualizando las emociones
Una emoción es una reacción que experimentan las personas en respuesta a un estímulo, evento o situación. Es un fenómeno psicológico y fisiológico que se manifiesta en la conducta, las percepciones corporales y en la conciencia, como reacción adaptativa ante un estímulo importante. Es un impulso que genera una tendencia a la acción. Las emociones son complejas, diversas e involucran tres tipos de factores: fisiológicos, conductuales y cognitivos. Veamos un ejemplo.
Un individuo con miedo experimenta taquicardia (factor fisiológico), cambia su expresión facial y su tono de voz (factor conductual) y cataloga lo que le ha sucedido como desagradable (factor cognitivo).
Clasificación de las emociones: primarias y secundarias
Existen diferentes teorías que clasifican las emociones. Las que son comunes a todos los seres humanos, e incluso a muchos animales, son conocidas como emociones primarias o básicas. Estas mismas, al combinarse unas con otras, resultan en las emociones secundarias, que son más complejas y cercanas al concepto de sentimiento. Por ejemplo, la sorpresa y la tristeza conforman la desilusión.
Paul Ekman (15 de febrero, 1934) es un psicólogo estadounidense pionero en el estudio de las emociones y su expresión facial. Ekman es considerado uno de los 100 psicólogos más destacados del siglo XX, para él existen seis emociones básicas en todo ser humano: alegría, asco, ira, miedo, tristeza, y sorpresa.
La alegría es una sensación agradable de satisfacción y bienestar que invita a compartir o presentar algún logro, por lo que el ser humano busca en este regocijo reconocerse feliz y compartir con el resto. Promueve comportamientos de acercamiento y construcción de vínculos sociales, además de ser un indicativo de satisfacción o éxito.
El asco o aversión busca identificar a través del desagrado algo repugnante que pueda afectar la salud. Evita el contacto o consumo de sustancias que podrían ser perjudiciales o tóxicas. Por ejemplo, un alimento en descomposición, al olerlo, me genera el asco que me pone en alerta, algo anda mal y es mejor no continuar con la acción.
La ira o enojo está dada por sensación de enfado que muchas veces nos genera molestia, irritabilidad, indignación. Surge como respuesta a la percepción de una amenaza o una injusticia y puede motivar acciones correctivas o defensivas.
El miedo es una aprensión provocada por una sensación de amenaza, de peligro, en el que uno debe hacer balance de los recursos con que cuenta frente a dicho peligro. El miedo activa el sistema de respuesta a la amenaza y prepara al individuo para la huida o el enfrentamiento.
La tristeza se vivencia como desdicha e infelicidad por el bienestar pasado que ahora lo estoy viviendo como una pena, como un duelo, como algo que no volverá. Una respuesta típica a experiencias de pérdida o fracaso, que puede fomentar una reflexión introspectiva o la búsqueda de apoyo social.
La sorpresa es un asombro o malestar frente a algo inesperado. Funciona como un mecanismo de alerta rápida que ayuda a orientar nuestra atención hacia nuevos estímulos, facilita la adaptación a cambios repentinos o a nuevas informaciones. Puede resultar agradable o desagradable.
Las emociones secundarias
Las emociones secundarias no están presentes en todas las culturas.
Surgen de la combinación de diferentes aspectos de las emociones primarias y se manifiestan de acuerdo con códigos sociales, culturales y personales aprendidos. Sin embargo, en ellas siempre habrá vestigios de las emociones primarias que les dieron nacimiento. Son más complejas y refinadas intelectualmente, y poseen un importante componente cultural y tradicional. Algunas emociones secundarias son el optimismo, la decepción o desilusión, la sumisión o dependencia, el amor, entre otras.
Todas las emociones son brújulas, y por tanto todas son necesarias, sean agradables o desagradables. Nos sirven para orientarnos en nuestro viaje de descubrimiento del mundo, nos ofrecen información que contribuye a ayudarnos a tomar decisiones en nuestra vida.
Las emociones tienen tres funciones muy importantes
1.- La función adaptativa: ellas nos sirven para adaptarnos al medio y sobrevivir preparándonos para la acción y para el cambio.
2.- La Función Comunicativa: porque nos permiten expresar lo que sentimos y hacer partícipe de ello a los demás. Sus expresiones físicas y conductuales son indicadores sobre el estado, las intenciones y las necesidades de las personas, lo que permite empatizar y mejorar la comunicación.
3.- La función motivacional: porque motivan determinadas conductas o acciones en nosotros mismos y en los demás.
Pienso que la conciencia emocional nos ayuda a develar lo que necesitamos y queremos (o no queremos). Nos ayuda a construir mejores relaciones. Esto se debe a que al ser conscientes de nuestras emociones podemos hablar claramente sobre nuestros sentimientos y vivencias, resolver mejor los conflictos y superar los estados difíciles con mayor facilidad.
Algunas personas están naturalmente más en contacto con sus emociones que otras. La buena noticia es que todos podemos ser más conscientes de ellas. Solo hace falta práctica, pero vale la pena el esfuerzo. La conciencia emocional es el primer paso hacia la construcción de la inteligencia emocional, una habilidad que puede ayudar a las personas a ser más exitosas en la vida y de la cual te comentaré en uno de estos encuentros entre El Psiquiatra y Tú.
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