El sensacionalismo parece ser el criterio predominante en determinados medios de prensa para decidir la publicación de una noticia, o escoger la forma en que se hace, aún cuando las informaciones procedan del campo de la medicina. Reproduzco un titular que apareció en la página Web de un conocido periódico europeo, por demás de gran tirada, el 3 de abril de 2008: “El coito perfecto dura entre 7 y 13 minutos”. Seguro que eso llama la atención del público.
En este caso se tomó como fuente el reporte hecho por el Journal of Sexual Medicine, a partir de una investigación realizada entre los miembros de la Sociedad de Investigación y Terapia Sexual en Estados Unidos y Canadá. ¿Cuántos y cuántas fueron a este trabajo periodístico para autoevaluarse en el plano sexual? No es de extrañar que muchos lo leyeran en busca de una referencia para valorar su desempeño en el coito. ¡Pobre de los que no llegaban a los 7 minutos!
La noticia comenzaba así: “El 13, el número de la mala suerte por excelencia, el que algunas personas no se atreven ni a nombrar por pura superstición, adquiere un significado mucho más positivo en el terreno sexual. Es lo que debe durar el coito perfecto, según un grupo de sexólogos americanos”.
¡Demasiado contundente! Y qué manera de forzar la relación entre una superstición con el resultado de una investigación académica. Claro, que un lector avispado e informado no se preocupa si no está dentro de la “norma» proclamada en el citado titular. Se ha dicho, y se ha repetido, que en asuntos de sexo las necesidades, los comportamientos, los niveles de satisfacción y su apreciación, son muy variables e individuales. Eso también se ha investigado y se ha publicado.
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Pero el asunto no queda ahí. El mismo estudio fue noticia el 30 de junio de 2010, dos años después, en un diario de un país latinoamericano. He aquí el titular: “El mejor sexo sólo dura diez minutos”. Aquí el primer párrafo: “Podría ser la pregunta del millón. O más bien, la respuesta en la que se medirán millones para saber si van lento, rápido o a velocidad crucero. ¿Cuánto dura una relación sexual perfecta?”
Con este comentario no pretendo evaluar la investigación que sirvió de base a estos reportes de prensa, simplemente llamo la atención sobre lo que pueden hacer los medios de comunicación con el manejo y tratamiento de la información científica lo que, teniendo en cuenta su alcance, puede afectar negativamente a un gran número de personas.
Por ejemplo, habría que ver lo que cada quien entiende por sexo y por relación sexual. Muchas investigaciones tienen una conclusión común: no existe acuerdo en la población sobre qué comportamientos implican haber tenido sexo. En una de ellas participaron 204 hombres y 282 mujeres, de 18 a 96 años, que respondieron a cuestionarios sobre comportamientos sexuales.
“Entender el significado de la palabra sexo tiene implicaciones para la investigación biomédica, la educación sexual de la población y la práctica clínica. Investigadores, padres, médicos y educadores sexuales deberían ser cautelosos y no asumir que su propio concepto es el mismo que poseen sus hijos, sus pacientes o sus alumnos cuando se les pregunta sobre este tema”, comentaron los autores de la investigación dirigida por Brandon Hill, de la Universidad de Indiana, EEUU, publicada en la revista “Sexual Health”.
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No hay acuerdo universal en cuanto a qué comportamientos pueden constituir haber tenido sexo y sí una diversidad de opiniones acerca de los comportamientos que constituyen haber mantenido relaciones sexuales. La gran mayoría cree que sí lo es si hay penetración, pero uno de cada cinco responde que no cuando no se produce la eyaculación, apuntan las conclusiones del trabajo.
Lo mismo sucede a la hora de llevar a cabo ensayos clínicos. Los científicos deben extremar la precaución en la construcción de preguntas, porque de no hacerlo pueden dar lugar a sesgos que distorsionen los resultados del trabajo. En esta línea de pensamiento me permito otros comentarios. Los medios de comunicación toman los resultados de investigaciones médicas y los convierten en información para sus consumidores, la mayoría de las veces sin discriminar sobre la calidad investigativa de los trabajos.
El sexo es uno de los temas que más llama la atención de la gente. El número de artículos científicos publicados sobre sexo y sexualidad es significativo, pero no todos los estudios se realizan con la metodología requerida para considerar sus resultados válidos y concluyentes, y mucho menos generalizarlos para cualquier contexto.
Otro ejemplo, otro titular: “El 60 % de las mujeres padece algún tipo de disfunción sexual”, este titular apareció en otro influyente diario de Europa. La noticia aclara: “El 60% de las mujeres sufre algún tipo de disfunción sexual a lo largo de su vida, frente al 40% de los hombres, según ha explicado el presidente de la Asociación para la Investigación de las Disfunciones Sexuales en Atención Primaria, Lorenzo Guirao, en relación con varios estudios presentados durante el XII Congreso Mundial de Menopausia que se está celebrando estos días en Madrid”.
No significa lo mismo “El 60 por ciento de las mujeres padece algún tipo de disfunción sexual” que “El 60 por ciento de las mujeres sufre algún tipo de disfunción sexual a lo largo de su vida”. El titular es caótico, alarmante, la palabra “padece” significa algo mantenido, y obviamente no se corresponde con la declaración del especialista. Pero una alarma siempre es llamativa, y justamente se trata de llamar la atención.
“Tres de cada diez mujeres no tienen orgasmos y se resignan”, titular encontrado en el sitio Web de un diario de otro país. La información ampliaba: “El dato surge de un estudio realizado por el hospital Durand entre casi 400 casos. Los especialistas dicen que atenta contra la estabilidad de la pareja, y recomiendan hacer una consulta para revertirlo”. Esa generalización de “la falta de orgasmos con resignación”, en 3 de cada 10, no resulta válida por el sólo hecho de entrevistar a casi 400 representantes del sexo femenino. ¿Son estas “casi 400 mujeres” el universo o la muestra de la investigación? De cualquier modo es un número reducido de féminas incluidas, y tal vez, no fue escogido por un método riguroso. No quedan claros los fundamentos de este trabajo, pero la manera de divulgarlo lo hacía concluyente para todas las lectoras, sin hacer ningún discernimiento.
No he tratado, lo reitero, de hacer un análisis sobre las investigaciones médicas, eso llevaría un examen más pormenorizado. Considero que un número considerable de ellas son realizadas con rigor científico y honestidad, por lo que aportan al conocimiento de los problemas de salud y de esa suerte se han alcanzado considerables avances en ese campo. Sí he cuestionado acerca de cómo se escogen las fuentes y se maneja la información médica en algunos medios, especialmente en lo que al tema del sexo se refiere.
Es bueno saber discernir entre lo serio y lo especulativo. En muchas noticias médicas en general, y sobre sexo en particular, no todo está claro ni bien enfocado, lo que conlleva a confusiones. He compartido algunas para alertar del cuidado y la responsabilidad que deben tener quienes se desempeñan en el área de la comunicación médica, y también para poner en guardia al público lector en pro de que no permita que le pasen “gato por liebre”.
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