Uno de los acontecimientos menos recordado por la historia de las guerras de independencia y la República, creada en 1902, fue lo acontecido con el cañonero español “Baracoa”. Esta era considerada en la marina española como una embarcación de tercera clase. Fue votada en 1895. Contaba con casco de acero y tenía 20 metros de eslora, es decir de largo y unos 3.75 metros de manga. Lo que en términos marinos es el ancho. Desplazaba 40 toneladas y tenía un motor de 200 caballos de fuerza. Podía alcanzar hasta los 10 nudos de velocidad y recorrer 800 millas sin recibir combustible. La tripulación era de 22 hombres. Estamos ante una embarcación construida para el servicio de vigilancia no propiamente combativa.
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Tales barcos eran en extremo útiles para la lucha contra los mambises. Por su escaso calado podían navegar por aguas pocos profundas y vigilar las costas desde muy poca distancia de estas. Podía actuar contra los insurrectos que buscaran sal, lo que se hacía con frecuencia, o por cualquier otro motivo se desplazaran en la cercanía del mar.
Como los mambises, muchas veces, utilizaban botes y goletas para traer vituallas de Jamaica y otras islas cercanas podía el “Baracoa” perfectamente interceptar a estas embarcaciones y capturarlas o hundirlas. El “Baracoa” tenía una ventaja sobre los guardacostas y cruceros de mayor envergadura. Las lanchas de los insurrectos podían entrar en bahías de escaso calado donde aquellos buques no llegaban. Por sus dimensiones reducidas el referido cañonero podía perseguirlos en cualquier lugar del litoral.
Esta es una historia olvidada de las guerras de independencia. Hay muchas referencias a las grandes expediciones pero muchos de estas reducidas empresas navales fueron olvidadas. La más recordada de estas hazañas navales fue la llegada a las costas cubanas de José Martí y Máximo Gómez en un bote de remo.
Martí nos dejó un interesante testimonio sobre uno de estos héroes anónimos que, en botes o balandros, hacían viajes hacia la Tierra del Mambí llevándoles diversos medios necesarios para la subsistencia: “En la cárcel de Madrid visité mucho a Lorenzo Jiménez… que había llevado a buen término once viajes llevando y trayendo correspondencia, piezas de ropa, medicinas y objetos de encargo particular. Lorenzo Jiménez fue capturado en el mar al hacer su duodécima expedición…”.(1)
En junio de 1898 se encontraba el “Baracoa” en las cercanías del río Mayarí, que vierte sus aguas en la bahía de Nipe, cuando fue avistado por dos cañoneros estadounidenses. Recordemos que en estos momentos se desarrollaba la guerra Hispano-cubano-americana. Apenas avistaron a la embarcación española se lanzaron a su caza. Las diferencias eran abismales. Los cañoneros estadounidenses poseían superioridad por el número y su artillería. La nave hispana estaba construida, más para la vigilancia que el combate. Los marineros españoles comprendieron que era imposible aceptar combates. Se refugiaron en el río Mayarí pero hasta allí lo siguieron los cañoneros enemigos. No había salvación posible para la nave hispana o se rendía o seria destruida. En estas circunstancias escogerían por salvar sus vidas y quedar libres. Hundieron el barco y alcanzaron la orilla.
La historia de la lancha “Baracoa” había concluido. Por lo menos esos creyeron tanto los marinos españoles como los estadounidenses. Quedaría a la acción del tiempo y la corrosión. Pero otra seria la suerte de esta embarcación. Leonardo Wood gobernador estadounidense de Oriente durante la ocupación de 1899 mayo de 1902 dio órdenes de ponerlo a flote y repararlo. Lo utilizarían como transporte en los viajes de inspección que debía de realizar en la provincia bajo su mando.
Al instaurar la República en 1902 el “Baracoa” pasó al servicio de esta. Fue bautizado como “Carlos Manuel de Céspedes” y realizó diversas misiones. En el mes de octubre de 1910 naufragó producto de los embates de un ciclón en un lugar conocido como Arroyo de Mantua en Pinar del Río. La embarcación se perdió para siempre y arrastro a los fondos marinos a varios de sus tripulantes.
Curiosa historia de esta pequeña nave que fue una de las primeras con que contó la República de Cuba. Otras dos lanchas patrulleras españolas tuvieron una historia similar. El “Guardián” un cañonero español fue obligado por barcos de guerra de los Estados Unidos de América a embarrancar en las costas de Manzanillo. Rescatado posteriormente fue utilizado como guardacostas con el nombre de “Ignacio Agramonte”. El cañonero español “Intrépido” también pasó al servicio de la República con el nombre de “Antonio Maceo”. (2)
Notas:
1.-José Martí Pérez, La Revolución de 1868, Instituto del Libro, La Habana, 1968, p. 163.
2.-Milagros Gálvez Aguilera, La Marina de Guerra de Cuba (1909-1958) Primera parte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, Página 5.
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