Mujer, hombre, diferencias

¡Viva la diferencia!, para entendernos mejor

En el mundo actual se defiende la idea de que hombres y mujeres son iguales, cuando en realidad nadie actúa de forma igual y menos personas del sexo opuesto. Por eso, no debemos confundir igualdad con equidad. Sobre las diferencias entre lo femenino y lo masculino y de cómo ser capaces de valorar esta diversidad para generar complemento, aborda la psicóloga chilena Pilar Sordo en su libro ¡Viva la diferencia!

Este libro catalogado de autoayuda recoge una investigación realizada por Sordo con el objetivo de descubrir por qué son otras personas las causas de la felicidad o la infelicidad femenina y por qué las mujeres se quejan tanto y mucho más que los hombres. Por estas dos preocupaciones realizó una investigación de tres años que contó con una muestra de alrededor de cuatro mil personas de diferentes regiones, grupos etarios y nivel social.

Según Pilar, el comienzo de todas las diferencias surge desde cómo lo biológico es extrapolable a lo psicológico, manifestado en las asociaciones de las palabras óvulo y espermio. A partir de las cuales, se relaciona el concepto de sexo con lo masculino y el de amor con lo femenino.

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De las asociaciones, la palabra que más se repitió para referirse a lo femenino fue retener, y a lo masculino, soltar; capacidades que van desde lo biológico hasta lo psicológico. “Un ejemplo de la capacidad de retener de las mujeres es que suelen ser más lentas que los hombres en procesar los conflictos, a ellas les cuesta más olvidarse de ellos y pasar de una etapa a otra; generalmente, tienden a quedarse como pegadas o adheridas a esos conflictos y angustias. Esto hace muy difícil la comprensión desde lo masculino, ya que para los hombres conflicto solucionado es conflicto olvidado y no forma más parte de su repertorio conductual.”, refiere la especialista.

Por estas cualidades tan intrínsecas de cada género es que se desprende la gran tarea de estos para poder ser más felices y generar complemento; las mujeres necesitan aprender a soltar lo que les hace mal y los hombres a retener a quien le hace feliz. Una mujer puede aprender a soltar desprendiéndose de un principio que moviliza todas las conductas femeninas a cualquier edad y nivel socio-económico; el de sentirse necesitada, necesaria; contrario a lo masculino, que necesita sentirse admirado. Un hombre aprende a retener cuando cuida sus afectos: vida emocional, esposa e hijos y tiene comunicación con ellos.

Pilar recoge en su investigación principios en los que se basan el pensamiento y el actuar de hombres y mujeres, diferencias de las cuales, una vez conocidas, se puede generar complemento.

Entre algunas de esas diferencias está que los hombres funcionan en base a objetivos y las mujeres a procesos; ellos disfrutan con la llegada de las cosas y ellas con los trayectos. Esa sensación de objetivo es válida también para la dinámica de las relaciones sexuales; es más importante para una mujer el antes y el después del coito, mientras el hombre no haga un preámbulo y un acurruque posterior, la mujer no va a sentirse amada, sino utilizada.

Para los hombres, su mujer está dividida en roles, como si tuvieran la cabeza dividida en cajones: la dueña de casa, la madre de sus hijos, quien administra el dinero y su mujer, con la que tiene relaciones sexuales. Mientras más “masculino” sea el hombre, más incomunicados están esos cajones. Son como mujeres distintas para él, por eso cuando tienen sexo es cuando único sienten que tienen mujer. Las mujeres en cambio son como sus carteras, está todo, mezclado. Cuando un hombre aprende a retener, mezcla esos cajones.

Las mujeres necesitan hablar de sus conflictos y los hombres solo hablan de ellos cuando los tienen solucionados y esto atenta contra el principio fundamental de la mujer de sentirse necesitada; si no le habla, no la necesita. Porque la conducta femenina tiende a externalizar la felicidad ante lo masculino, que lo internaliza, un hombre es feliz en la medida que va cumpliendo los objetivos que se propone; una mujer no es solo feliz con este factor, además necesita sentir que las personas que quiere, están bien con ella.

En  ¡Viva la diferencia! trata sobre la estructura de pensamiento en los dos sexos, explica que existe un pensamiento real o realista para ambos géneros y una segunda estructura que las mujeres tienen en demasía, que ella denominó pensamiento mágico. Es este pensamiento mágico el causante de conflictos, desentendimientos, y que los hombres no logren comprender cómo piensan las mujeres.

Este tipo de pensamiento es el causante de que las mujeres tengan definidas como deben ser las personas. Cuando una madre pelea con su hija hace competir a su hija real con la que tiene definida en su cabeza, que es perfecta; la hija real siempre va a perder y ella se va a quejar entonces de su hija.

Otro ejemplo de pensamiento mágico es que todas las mujeres están enamoradas del mismo hombre: romántico, apuesto, fuerte, con dinero, todo un personaje de telenovela y el que tienen es uno “de consuelo”. Hacen competir al hombre real con el mágico, con el ideal de hombre que tienen concebido y el real siempre pierde.

Según Sordo, las mujeres son realmente malas para pedir porque esperan permanentemente que al hombre le nazca. ¿Pero de dónde le tendría que nacer? Si ni siquiera ellas saben lo que quieren, pero supuestamente ellos sí tendrían que saberlo. Pero “el acto de amar está en que, si la mujer lo pide, el hombre lo haga, no está en que tenga que tener una bola de cristal para adivinar lo que quiere esta mujer hoy”.

Quizás los hombres nunca entiendan a las mujeres completamente, aunque se lean muchos libros de psicología, pero Pilar Sordo en ¡Viva la diferencia! nos muestra imágenes del día a día de cualquier pareja, cómo comprender ciertas aptitudes y situaciones que atentan contra la unidad y la felicidad en una relación amorosa, así como los pensamientos mágicos complejos o la dificultad para soltar y retener, entre otras diferencias que se pueden encontrar en este libro.

Sordo da una lección de vida, y las pautas para buscar el complemento entre hombres y mujeres. Los varones deben aprender a retener, a cuidar a las mujeres, a desarrollar plenamente su masculinidad junto con los afectos. Tienen que seguir trabajando por los objetivos y por lograr metas, así el mundo avanza; enseñándoles a ellas a dar vuelta a las páginas rápido y así les darán profundidad y sentido a las experiencias que viven.

No dejen de decir lo que sienten en todo momento, ellas necesitan escucharlo, para sentirse queridas y necesitadas, aspecto que mueve su identidad más profunda.

En la actualidad esta psicología de lo masculino y lo femenino que investigó Pilar Sordo si bien no pierde vigencia está supeditada a otros fenómenos de la cotidianidad que han transformado las formas de comunicarse, comportarse, las vías de buscar pareja y de autorrealización con la adopción del móvil e internet como parte de nuestras vidas y de nuestra intimidad.

Tenemos derechos que nos igualan y, por lo mismo, debiéramos acceder a las mismas oportunidades, pero esto no significa que seamos iguales ni psicológica ni socialmente. Cada uno aporta a la sociedad y al mundo afectivo que lo rodea elementos distintos, importantes y necesarios para la construcción de una familia, una identidad y una sociedad armónica.

Espero que estas líneas sirvan para consultar ¡Viva la diferencia! de Pilar Sordo, puedan revisar sus vidas y las mejoren como crean que deben hacerlo, pero, sin olvidar que amar y amar bien parece ser la única forma de alcanzar la felicidad.

Carlos Rodríguez Rubio
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