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Los curas mambises

La iglesia católica como institución respaldó al colonialismo español durante las guerras de independencia. Los batallones encargados de la represión eran bendecidos por las autoridades eclesiásticas. Sin embargo, en la guerra de 1868, un grupo de sacerdotes se sumaron al Ejército Libertador. Esto tuvo una gran repercusión en las zonas donde tales acontecimientos ocurrieron. No podemos olvidar que el pueblo de Cuba no se distingue por una religiosidad militante, pero está imbuido de una profunda creencia popular. En ocasiones ambigua, que incluye una amplia gama de mitos.

Esa religiosidad popular también formó parte del entablado ideológico de los que tomaron el camino de la Revolución. El sacerdote católico tenía un doble valor para los cubanos. Era al mismo tiempo un representante del Estado español, pero con características muy peculiares por su papel de representante de Dios en la Tierra. La mayoría de las creencias populares tenía una indiscutible raíz en esa religión o utilizaban el panteón católico para encubrir sus divinidades como los africanos.

Acerquémonos a esos sacerdotes que se unieron a la sublevación. Un ejemplo de esto fue el cura Serrano, de la parroquia del Caney.

Existen varios testimonios que se refieren a su actitud sediciosa. Uno de ellos es el de José Téllez, vecino de El Caney en Santiago de Cuba detenido por su participación en la sublevación afirmaba: “… que el cura de El Caney Señor Serrano era el que les seducía habiéndole dicho al declarante que aquello era muy bueno y que debía de tomar las armas con ellos andando siempre junto el citado cura y Almirall habiéndoles dicho una misa y bendecido la bandera”. (1)

El referido Almirall era uno de los líderes de los sublevados en esta comarca. Hay otra referencia al papel sedicioso del sacerdote Serrano. En este caso la ofrece Luis Reyes, campesino del Caney. Detenido por su participación en la insurrección:

“Se encontró al cura de dicho pueblo Señor Serrano y le aconsejó se quedara con los insurrectos (…) que aquello era bueno y ellos iban a ganar y como el que declara no tuviera suficiente conocimiento para poder discernir si obraba bien o mal máxime (sic) cuando una persona tan respetable insistía tanto se quedó habiendo permanecido con los insurrectos el tiempo que tiene dicho…”. (2)

El mismo detenido, sobre el papel del sacerdote entre los mambises, agregaba que: “Cree tendrá algún mando o influencia entre los insurrectos cuando andaba reclutando gente y seduciendo como efectuó con el que declara…”. (3)

El sacerdote de Vicana en la jurisdicción de Manzanillo se sumó a la sublevación. Continuó ejerciendo su papel como sacerdote en las filas de la revolución. Esto quedó en evidencia en la declaración que hizo a las autoridades un vecino, que el sacerdote dejó al cuidado de su casa. Dice el mismo que luego de marcharse con las fuerzas insurrectas: “… a los ocho días recibió una carta de dicho señor cura dirigida desde Portillo por medio de uno de los insurrectos en que le pedía los sagrados óleos, un ritual y un libro de los evangelios, una sobrepelliz y una estola encargándole el cuidado de la casa y de la iglesia”. (4)

Es indiscutible que este sacerdote continuaría sus funciones entre los independentistas. De otra forma no hubiera solicitado todo eso. Otro sacerdote, Braulio Odio Pécora, en este caso de Manatí en la jurisdicción de Tunas, se sumó a la conspiración. Braulio Odio, fue designado como capellán de la División de Holguín. Incluso llegó a bautizar un niño que tenía por padrinos a los Generales Máximo Gómez y Julio Grave de Peralta. (5) Carlos Manuel de Céspedes en su último diario personal menciona con frecuencia la presencia de este sacerdote en el campamento de la presidencia. Jerónimo Emiliano Izaguirre Izaguirre, sacerdote de Barrancas en la jurisdicción de Bayamo, se fue al campo insurrecto. En el templo de ese poblado fue bendecida la bandera cubana. (6)

Pedro Soler, catalán y cura de San Agustín de Aguarás, en la jurisdicción de Holguín, se fue al campo mambí a los pocos días de iniciada la guerra. (7)

Miguel Antonio García Ibarra, sacerdote de Santa Margarita de Cacocum, jurisdicción de Holguín, se unió a la insurrección. (8) En esta comarca se sumaron a la conspiración el cura y el Capitán pedáneo. En parte esto explica que fue el territorio de la jurisdicción holguinera donde se inició la sublevación. Además estalló con mayor virulencia. Los sacerdotes de Bayamo, Diego José Batista y Juan Luís Soleliac se unen a la revolución. (9) Ismael José Bestard Romeu, sacerdote en Manzanillo fue obligado a residir en Santiago de Cuba por sus vínculos con la insurrección. (10) Antonio Hernández, sacerdote de un barrio rural de Jiguaní, fue detenido por su colaboración con los sublevados.(11)

La Virgen de la Caridad del Cobre estará presente en el campo revolucionario. Al respecto el líder insurrecto Ignacio Mora escribió en su diario personal:

“El fanatismo del pueblo cubano raya en locura. La fiesta de la Caridad es un delirio para él. Sin tener que comer, pasa dedicados estos días en buscar cera para hacer la fiesta al estilo mambí, esto es, encender muchas velas y suponer que la imagen de la Virgen está presente. En todos los ranchos no se ve fuego para cocinar sino velas encendidas á la Virgen de la Caridad”. (12)

Uno de los insurrectos detenidos aclara que se incorpora a las fuerzas revolucionarias en los momentos que regresaba de visitar el santuario del Cobre. Otro de los detenidos justifica su presencia en las cercanías del escenario de un combate: “…se encontraba allí a consecuencia de que todos los años va en Romería al Cobre…”. (13)

Si la virgen sirve, en ocasiones, para justificar circunstancias sospechosas, en otras alcanza relieve insurrecto. Entre los mambises detenidos uno portaba una imagen de la Virgen del Cobre manchada de pólvora. Todo un símbolo. Mientras una carta de un mambí a su amada expresaba: “No dejes de rezar, reza por la causa tuya y de la patria”. (14)

Una copla se canta en los campamentos mambises que resumía el papel insurrecto de la Virgen.

Virgen de la Caridad,
patrona de los cubanos
con el machete en la mano
pedimos la libertad. (15)

El papel subversivo de la Virgen del Cobre llegó a tomar tales dimensiones que trataron de anular su influencia exaltando la devoción a otras vírgenes que en la imaginación peninsular debían de estar más cerca del integrismo que del independentismo. De esa forma se trajo por Santiago de Cuba una imagen de la virgen valenciana de Los Desamparados. Su llegada fue acompañada de un recibimiento oficial con desfile de voluntarios, presencia de las autoridades y un Te Deum y otros actos oficiales. (16)

En octubre de 1868 la Virgen y su hijo formaron filas en la insurrección. No fue esta una política trazada por la dirección revolucionaria para ganarse a los creyentes y a la iglesia. No podía ser de otra forma en un país que se consideraba católico y en que la mayoría de los vecinos de parte del Oriente y el Centro se unieron a la Revolución. La virgencita del Cobre continuó acompañando a esta gente a los bosques y campos de combate.

Notas:
1.-Archivo Nacional de Cuba, Fondo Comisión Militar, Legajo 129, Número 27.
2.-Ídem.
3.-Ídem.
4.-Archivo Nacional de Cuba, Fondo Comisión Militar, Legajo 127, Número 13.
5.-Manuel P. Maza Miquel. El Clero cubano y la independencia. Las investigaciones de Francisco González del Valle. Centro de Estudios Sociales Padre Juan Montalvo, Centro Pedro Francisco Bonó de la Compañía de Jesús en las Antillas. Santo Domingo, República Dominicana, 1993, p. 120.
6.-Ibídem. p. 122.
7.-Ibídem, p. 123.
8.-Idem.
9.-Manuel P. Maza Miquel. El Clero cubano y la independencia. Las investigaciones de Francisco González del Valle. Centro de Estudios Sociales Padre Juan Montalvo Centro Pedro Francisco Bonó de la Compañía de Jesús en las Antillas. Santo Domingo, República Dominicana, 1993, p. 124.

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