Gibara: la Covadonga de Cuba   

En 1822 en la jurisdicción de Holguín, en la costa Norte del Oriente del archipiélago, fue habilitado el puerto de Gibara. (1) Luego se convirtió en una capitanía de la referida jurisdicción. Ese acontecimiento produjo una migración interna, hacia ese lugar, de los vecinos de la región y luego una importante inmigración española. En 1858 del total de cinco mil 273 vecinos blancos de la capitanía pedánea de Gibara unos 887 habían nacido en España. (2) Lo que representaba el 16.8 por ciento del total de la población blanca. Estos inmigrantes lograron controlar el comercio. Desarrollaron una superestructura portuaria y de transporte terrestre y marítimo que acabó enmarcando un amplio hinterland, como se le llama a las zonas de influencia de un puerto.

En el territorio del hinterland surgieron una serie de cultivos y explotaciones de exportación como el azúcar, el tabaco, la madera y otros. El comercio se incrementó incesantemente. Si en 1827 se había importado y exportado mercancías por un valor de 72,340 pesos; diez años después llegaron a 260, 290 pesos y en 1847 a 638,687 cifra que se superó en 1858 con la cantidad de 666,040. Durante el cuatrienio de 1861 a 1864 se importaron mercancías por un valor de 593,564 pesos y se exportaron 3, 913,158 pesos. (3)  La ciudad estaba directamente comunicada con La Habana por medio de varias líneas regulares de barcos de cabotaje. (4) Al estallar la guerra de 1868 Gibara contaba con dos factores que serían fundamentales: la riqueza acumulada y una población relativamente abundante y convencida políticamente de apoyar a España de donde saldrían los voluntarios.

En el hinterland se había establecido una importante inmigración de canarios. Veamos la situación de algunos barrios enmarcados en la zona de influencia del puerto.  En el poblado de Fray Benito, en 1863, de un total de 756 vecinos había 278 canarios y unos 11 peninsulares (5). En el barrio de Uñas, en 1861, con una población de 633 vecinos son naturales de la península y las Baleares 46 y de Canarias 38, de ellos 8 mujeres y 30 hombres (6). En el barrio de Corralitos, en 1863, de un total de 552 habitantes había 60 canarios de ellos 51 varones y 9 mujeres tan solo había un peninsular  el resto criollos (7).  En La Palma de 705 vecinos había 73 canarios, 61 hombres y 12 mujeres, y un solo español (8) el resto cubanos. En otros barrios se daba una situación similar de una presencia importante de españoles y canarios.

Los peninsulares promovieron y costearon la creación de un sistema defensivo en Gibara y su hinterland con el que lograron contener o disminuir el efecto destructivo de los ataques insurrectos. Alrededor de la villa portuaria construyeron un muro de dos mil metros de longitud y de una altura de dos metros. En los ángulos salientes del muro levantaron cinco fortines y dos tambores de defensa.(9) En todo el territorio del hinterland crearon unidades de voluntarios y guerrilleros.  Esta zona de defensa no se construyó siguiendo un plan general como, por ejemplo, ocurrió con la trocha de Júcaro a Morón. En Gibara en cada poblado o ingenio azucarero sus vecinos construyeron, pagados con su peculio, fortines y alambradas, fortificaron casas y almacenes. Como en un área de unos 30 kilómetros alrededor del puerto residía una gran cantidad de vecinos integristas. Se terminó levantando una zona protegida por más de un centenar de fortines y casas e ingenios fortificados. Además de que se armaron numerosas guerrillas y unidades de voluntarios.

Al avanzar por los campos del hinterland nos iremos encontrando los restos de decenas de fortines en diferente estado de conservación. Algunos son obras aisladas para la defensa de una finca, pero la mayoría conforman verdaderos recintos fortificados en los poblados de Cupeicillo, Embarcadero del río Cacoyugüín, Arroyo Blanco, Cantimplora, Yabazón Abajo, La Jandinga, Candelaria Munilla, Jobabo, San Marcos, Aguas Claras, Velasco y Bocas, Cruce de Falcó. Fueron fortificados los Ingenios y fincas de La Vigía, La Victoria, Columbia, Santa María, La Caridad, Santa Lucia. Algunos poblados se construyeron alrededor de un fortín como: La Demajagua, Yabazón Arriba, Cazallas y Los Hoyos.

Además de los fortines construidos ex profeso para la defensa, otras obras de carácter civil e incluso religioso fueron adaptadas a fines militares. Un ejemplo es el templo del poblado de Auras, situado a unos 15 kilómetros de Gibara e inaugurado el 27 de octubre de 1872. El edificio fue aspillerado y adaptado para la defensa.

Los revolucionarios realizaron varias incursiones en este territorio muestra de esto fueron los ataques dirigidos por el líder insurrecto Julio Grave de Peralta, en octubre de 1869, contra las poblaciones de Candelaria y Bocas.(10)  Actuaron en la zona otros jefes mambises como Calixto García que realizó una incursión en abril de 1873 (11) y a principios de 1874, (12) Vicente García, otro destacado jefe mambí, incursionó en esta comarca. (13) Mientras Antonio Maceo atacó el poblado de Yabazón en enero de 1876. (14) Algunas poblaciones fueron incendiadas como Auras, varios ingenios y trapiches fuertemente afectados. Pero si tenemos en cuenta la prolongación de la guerra por 10 años y que en la frontera de la zona de cultivo actuaron aguerridos jefes como Calixto García, Antonio Maceo o Máximo Gómez los daños fueron mínimos.

Esta tupida red de defensa obligó a los insurrectos a realizar concentraciones importantes de fuerzas para poder actuar con éxito en este territorio. Esto disminuyó ostensiblemente las incursiones enemigas pues no eran fáciles esas concentraciones tanto por las acciones españolas como la logística.

El éxito del integrismo en Gibara dependió mucho de que la defensa de esta zona estaba en manos de sus vecinos. Además, entre los líderes del integrismo en la comarca y los voluntarios existían estrechos lazos. Veamos dos ejemplos para poder entender, en parte, lo encarnizado de la defensa de esta región. Los oficiales de las unidades de voluntarios creadas en la zona eran los principales comerciantes e industriales del territorio. El primer ejemplo lo tomamos de un líder integrista de la villa portuaria de Gibara.

En un informe, del cuatro de noviembre de 1869, se relacionaba como Capitán Jefe del cuerpo de voluntarios del puerto de Gibara al santanderino Atanasio Calderón y Villa. Estamos ante el vecino más poderoso de la villa. Entre otras propiedades tenía un ingenio azucarero con casi un centenar de esclavos. Poseía un muelle, el mayor almacén del puerto y otros diversos negocios. Además, gozaba de un gran prestigio político al extremo de que al crear el ayuntamiento de Gibara en 1874 fue el primer alcalde de este. El costeó la construcción de por lo menos un fortín para la defensa del puerto. También, fortificó su ingenio azucarero.

El otro caso lo tomamos de un barrio rural.  A unos 13 kilómetros de Gibara se encuentra el barrio de la Jandinga, hoy llamado Iberia. El jefe del cuerpo de voluntarios era el canario Antonio González Hernández. (15) Este individuo había llegado muy joven a Cuba junto a su familia. Entre él y el padre lograron hacer una fortuna importante para las modestas condiciones económicas del barrio donde vivía. Era propietario de una finca de unas seis caballerías. Esa extensión de tierra para un vecino del barrio era una cantidad considerable, esta era cara y estaba muy subdividida en pequeñas fincas. Poseía también un negocio de compra y venta de tabaco. Antonio al inicio de la guerra tenía 31 años. Era el típico líder del integrismo; joven y con dinero. Entre él y su padre antes del estallido de la guerra compraron la casa de un terrateniente británico que residía en el lugar. Era una gran mansión. (16) Una parte la utilizaba como vivienda para la familia y la otra para almacén de tabaco. Al iniciarse la contienda organizó el cuerpo de voluntarios del que fue nombrado jefe. Construyó dos fortines en las inmediaciones de su residencia. Fortificó su casa.

Muchos vecinos se mudaron a las cercanías de aquel recinto fortificado. Se formó un verdadero poblado. Antonio se encargó de rodearlo con una alambrada. Además del cuerpo de voluntarios se creó una pequeña contraguerrilla. Todo esto significó una inversión de tiempo y recursos, pero muchos de los vecinos eran canarios y peninsulares, la mayoría dueños de fincas y bodegas. Aunque también había un grupo de criollos. Las defensas del improvisado poblado eran tan formidables que los mambises nunca lo pudieron ocupar.

El asunto es que la protección del caserío no dependía tan solo de sus vecinos sino en la coordinación con los poblados cercanos. Situados entre 3 y 10 kilómetros de Iberia se encontraban: Auras, Candelaria, Cantimplora, el Ingenio Columbia, Yabazón y otros caseríos.  En estos se habían constituidos también cuerpos de voluntarios y contraguerrillas. Fueron fortificados y en caso del ataque del enemigo a uno de estos poblados los demás acudían en su ayuda. Gibara se encontraba a unos 15 kilómetros con una numerosa guarnición de tropas regulares y voluntarios. Estos también si ocurría un ataque a cualquiera de los caseríos y fincas del hinterland acudirían de inmediato.

Tanto estos líderes del integrismo como sus subordinados no eran pusilánimes funcionarios del imperio más interesados en conservar sus puestos que en defender la integridad, ni pobres reclutas del servicio militar que no sabían por quién luchaban. Eran gente que estaba convencida que su vida y riquezas dependía de la capacidad que tuvieran de enfrentarse a los mambises.

En Gibara el gasto y el esfuerzo tuvieron su recompensa. El hinterland de Gibara se convirtió en un verdadero jardín insertado en el territorio de la jurisdicción de Holguín arrasada por la guerra. Se conservaron las estructuras del puerto. Los almacenes y muelles estaban bien protegidos por la muralla y los fortines se mantuvieron en plena actividad. Resguardadas desde las aspilleras de fortines y casas fuertes continuaron produciendo las valiosas vegas de tabacos y algunos de los ingenios. Todo esto provocó un verdadero auge económico en Gibara. La seguridad ofrecida por este territorio lo convirtió en un lugar seguro para el tráfico militar procedente de la península.

Los comerciantes descubrieron con genuina satisfacción que la guerra puede tener aristas muy agradables. Los muelles gibareños se abrieron a la llegada de las tropas coloniales. Los valientes soldados necesitaban comer, abrigarse, cobijarse, curar sus heridas y reponer el parque agotado. Muy patrióticamente los comerciantes se ofrecieron para tales tareas a cambio de unas nada despreciables remuneraciones.

En el hinterland se formó una zona de cultivo donde se producía una parte importante de los alimentos para los territorios inmediatos afectados por la guerra. Pese a la guerra, en 1876, se llegaron a exportar 20.000 tercios de tabaco, en 1877 la exportación se incrementó a 25 000 y en 1878 unos 23 000. (17)

La protección ofrecida en este territorio junto al auge económico trajo un incremento considerable de la población. En 1868 los vecinos de la jurisdicción de Holguín alcanzaban la cifra de 53,849 de los que 8,397 residían en la capitanía pedánea de Gibara y de ellos 1,788 vivían en el puerto. Eran vecinos de la capitanía pedánea de Gibara, tanto en la zona rural como en la urbana el 15.5 por ciento del total de la población holguinera. A los dieciséis meses de iniciada la guerra, en febrero de 1870, la población que residía en la parte de la jurisdicción de Holguín controlada por el gobierno español era de 35,992. Los demás habían muerto, estaban en la insurrección o abandonaron este territorio. De ellos residían en la capitanía pedánea de Gibara 11,369, es decir el 31, 5 por ciento de los holguineros. En la villa portuaria había unos 3,719. (18) A Gibara y su hinterland por su fidelidad a la metrópoli le llamaron “La Covadonga Cubana”, recordando el lugar donde se desarrolló el primer episodio de la Reconquista que puso fin al dominio musulmán de una parte de España. También se le decía la “España Chiquita”.

La victoria más esplendorosa del integrismo en Gibara no fueron las derrotas que en ocasiones se les propinaba a las partidas que incursionaron en la región. La concreción del éxito de los integristas se produjo al terminar la guerra. En 1883 los gibareños iniciaron la construcción de un ferrocarril entre su villa y Holguín. En la obra se invirtieron más de 400 000 pesos. Los principales inversionistas fueron los ricos comerciantes gibareños. La obra se construyó en tres tramos. El último se concluyó el 4 de abril de 1893. Este ferrocarril era un monumento a la eficacia del integrismo gibareños.  Pese a que Gibara y su hinterland se encontraban en la parte oriental donde se desarrollaba la guerra lograron sobrevivir a la destrucción impuesta por la contienda y ser capaces de emprender una obra colosal como el ferrocarril.

Notas

1.-Herminio Leyva y Aguilera Gibara y su jurisdicción. Datos históricos y estadísticos. Taller tipográfico de Martín Bim, Gibara, l894.  p 110.
2.-Ibídem. pp.230/240.
3.-Ibídem pp. 161/171.
4.-Ismael Sarmiento Ramírez Cuba: Entre la opulencia y la pobreza, Agualarga editores S.L. Sin año de publicación. p. 105.
5.-Archivo provincial de Holguín, Fondo 4, Legajo 93, Expediente 3475.
6.-Archivo Provincial de Holguín, Fondo 4, Legajo 93, Expediente 3458, Folio 12.
7.-Archivo Provincial de Holguín, Fondo 4, Legajo 93, Expediente 3475.
8.-Archivo provincial de Holguín, Fondo 4, Legajo 93, Expediente 3475.
9.-María Hernández Medina y María Teresa Ruiz de Quevedo, La muralla de Gibara y sus fortines .  En Gibara revista editada en Gibara Año I Enero- Abril de 1999   No. 1 p. 16.
10.-Museo Provincial de Holguín. Fondo Julio Grave de Peralta. Libro de Borradores de Correspondencia. Número 645.
11.-Nydia Sarabia, Ana Betancourt Agramonte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, p. 75.
12.-Antonio Pírala Criado, Anales de la Guerra de Cuba. En tres volúmenes, Imprenta F. González Rojas. Madrid 1895-1898. p. 124.
13.-Víctor Manuel Marrero Zaldívar. Vicente García Leyendas y Realidades, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1992, p. 115.
14.-Antonio Maceo Ideología Política. Cartas y otros documentos, (1870-1894) Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1998, volumen 1, p. 49.
15.-Para confeccionar el texto sobre Antonio González Hernández hemos utilizado las siguientes fuentes: Iberia Historia de un barrio de Enrique Doimeadios Cuenca, Inédito. Entrevista a los descendientes de este individuo entre ellos a Aurora Méndez, Frank Pérez realizadas por Enrique Doimeadios. Enrique Doimeadios Cuenca y María Hernández Medina. “Apuntes para una historia de Gibara 1492-1878. Ediciones Holguín 2008 pp. 51 a la 69.
16.-Una parte de la casa todavía se conserva a unos tres kilómetros de Floro Pérez en la carretera que de ese poblado conduce a Gibara. Es un edificio de techo de tejas de gruesas paredes de mampostería. Está situada en el crucero del camino del barrio de Iberia y la carretera de Holguín a Gibara.
17.-Herminio Leyva y Aguilera Gibara y su jurisdicción. Datos históricos y estadísticos. obra citada, p. 270.
18.-Museo Provincial de Holguín. Fondo Guerra de 1868. Documento Número 193.

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