Calixto García, héroe, guerra independencia, Cuba

La intransigencia, la fiebre y la lluvia: armas mortíferas de los mambises

Los independentistas cubanos tenían una amarga experiencia del fin de la guerra de 1878. Un factor importante de aquel nefasto acontecimiento fue la política encabezada por Martínez Campos de atraerse a los insurrectos por medio de medidas menos extremistas y crueles que había desarrollado hasta aquellos momentos la metrópoli española. La historia a finales de 1897 parecía repetirse. El 31 de octubre de ese año cesaba como Capitán General de Cuba Valeriano Weyler Nicolau; lo sustituyó Ramón Blanco Erenes. El nuevo Capitán General estableció la autonomía del archipiélago. Se suspendió la cruel reconcentración y las despiadadas medidas tomadas por Weyler. Se comenzaron a tender puentes hacia los mambises.

El mando cubano tuvo que enfrentar las confusiones creadas por los autonomistas. Calixto García adoptó enérgicas medidas. El seis de noviembre de 1897 ante los rumores de la nueva política cursó una circular que sería leída a todas sus tropas: «Seré inexorable sometiéndose a juicio sumarísimo como traidor a la patria a todo civil o militar sea de la graduación que fuera, que admita mensajes comisiones o cualquier comunicación con el enemigo». (1) En diciembre, recorrió casi todo el Departamento; entrevistándose con los principales jefes militares, pulsando la situación político militar y dejando bien esclarecida la posición inclaudicable de la Revolución.

Un viejo combatiente del 68, el General Remigio Marrero, recibió a título personal una carta del General Retirado del Ejército español de origen dominicano, Várela, en la que le expresaba proposiciones autonomistas. Marrero contestó, por medio de su ayudante, el Capitán Ángel Rojas, negándose a la aceptación del autonomismo. No podía ningún oficial o autoridad civil aceptar ese tipo de comunicación del enemigo. Enterado de esto, Calixto García detuvo al viejo patriota y a su ayudante, los sometió a un consejo de guerra y aunque quedó en evidencia su posición independentista, pero fueron condenados a un año de separación del mando y alejado de su territorio, el primero, y el segundo, a la misma pena, pero por perpetuidad.(2) El 18 de enero de 1898 fue juzgado y condenado a trabajo forzado a perpetuidad un individuo, quien, procedente de Guisa «vino con una carta haciéndole proposiciones al Gral Rabí» (3). Su enérgica actitud y el espíritu independentista que prevalecía en Oriente frustraron los intentos autonomistas. El Capitán General Ramón Blanco realizó, también, importantes cambios en los planes militares: «Como militar su objetivo fue Oriente, y a él encaminó el grueso del ejército a las órdenes del General Pando, para poder reconquistar el territorio y ocuparlo militarmente, rompiendo así la base de operaciones y racionamiento del Ejército cubano». (4)

El nuevo gobernante español se impuso tres objetivos militares fundamentales: incrementar las operaciones en el Departamento Oriental, abrir las comunicaciones por el Cauto, destruyendo las bases de abastecimiento creadas por los insurrectos y derrotar a Calixto García impidiéndole que pudiera hacer concentraciones de fuerzas.

Los diferentes partes cursados en los primeros meses del 98 por los jefes del segundo y tercer cuerpos, y por los que mandaban las dos divisiones del primer cuerpo insurrecto, mostraban la ofensiva española que se desarrollaba en el Departamento. También reflejaban la enérgica respuesta que recibían en sus incursiones los españoles.

En relación a estas operaciones, escribía el jefe del Departamento Oriental, el 17 de marzo: «En la actualidad me encuentro en este territorio tratando de realizar alguna operación de importancia, aunque tropiezo con la reunión de grandes fuerzas enemigas que acaba de batir duramente el General de División Mario G. Menocal. En otros territorios de Oriente el enemigo ha tratado de moverse; pero no ha hecho más que sufrir muchas bajas en combate sostenidos con el General Ríos en Manzanillo, con el General Saturnino Lora, Cebreco y Pérez en Cuba y Guantánamo». (5)

Para controlar la zona del Cauto, los españoles crearon una nueva división bajo el mando del General José García Aldave. Este operaba «…por ambas orillas del río, hasta la confluencia del Bayamo, extendiéndose los reconocimientos hasta Victoria de Las Tunas y por la izquierda, hasta una distancia de dos leguas…»(6)

Para neutralizar estas fuerzas, además de las acciones armadas, la jefatura del Ejército Libertador tenía a uno de sus mejores aliados, las enfermedades tropicales. El 8 de diciembre de 1897 escribía Calixto a Mario García Menocal: «Me parece muy bien que vuelva sobre el Guamo y no le deje de la mano métale cañonazos hasta que se rinda, si le llega refuerzo bátalo y tan pronto se retire este vuelva a atacar al Guamo. Hay que obligar al enemigo a que sitúe allí mil hombres para que se los maten las fiebres. Eso sí, nada de asaltos». (7)

El 22 de marzo de 1898, ante la avalancha enemiga, expresaba: «Los españoles tienen diez mil hombres, cubriendo el Cauto, que de aquí a Julio serán otros tantos enfermos; no se necesita atacarlos para que desaparezcan. El miedo al cañón de dinamita hace que construyan los fuertes bajo tierra, con cubierta de Zinc, de manera que al empezar las lluvias se cocerán como cangrejos bajo su propia salsa». (8)

Las operaciones militares directas contra Calixto García, también fracasaron. El ejemplo más elocuente fueron las desarrolladas en la zona de Holguín; donde permaneció al frente de una concentración entre finales de enero y principios de febrero de 1898. El mando español envió a la zona dos poderosas columnas. Una, procedente de Santiago de Cuba, bajo el mando del General Linares, y la otra, de Holguín, con el General Luque; en total alrededor de 9 000 hombres. Ambas columnas fueron hostigadas por destacamentos mambises; en Camazán, Don Pedro, Doña Juana, entrada del Manguito, Rejondón, Sal si Puedes, Alcalá y otros lugares, mientras, el grueso de las tropas de Calixto García construía trincheras en su campamento de Mejías esperando que se decidieran a atacarlo, aunque Luque y Linares conocían la situación del campamento de su rival, eludieron el combate, retirándose de la zona.

Estos Generales españoles se caracterizaban por su agresividad, no era su costumbre esquivar el combate, de ahí la interrogante, ¿por qué no aceptaron el reto? Los españoles no podían enfrascarse en Oriente en una batalla que concluyera en una derrota cuando se estaba tratando de ensayar una política de supuesta reconciliación. Mejías fue un ejemplo evidente de la indiscutible superioridad militar del Ejército Libertador de Cuba en 1898. Era aquella una guerra de desgaste donde las lluvias, las fiebres y la intransigencia política eran tan importantes como los cañones.

Obras consultadas

1.-Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Donativos y Remisiones, caja 469, no. 34.

2.-Ramón Sierra García: Un héroe: El general Remigio Marrero Álvarez, (En Seminario Independiente de Información y Cultura), Bañes, año I, no. 13, 21 de junio de 1953, pp. 5-10.

3.-Calixto García Íñiguez: Diario de Campaña de la guerra de 1895, Centro de Información de las Guerras de Independencia, Museo Casa Natal de Calixto García, Holguín.

4.-Enrique Collazo: Los americanos en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales La Habana 1972 p. 24.

5.-Centro de Información de las Guerras de Independencia Museo Casa Natal de Calixto García, Holguín.

6.-Enrique Collazo, Ob. cit., p. 48.

7.-Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Donativos y Remisiones, caja 503, no. 1.

8.-Juan J. E. Casasús: Calixto García el Estratega, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana 1962, p. 250.

José Miguel Abreu Cardet
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