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Rifles antiguos. Foto archivo

Goletas y canoas mambisas: una historia olvidada

Un asunto poco conocido son las gestiones realizadas por los insurrectos cubanos para obtener parque durante la guerra de independencia de 1868-1878. Una de ellas fue el traer pequeñas expediciones desde Jamaica y las Bahamas. Para esto se enviaba al exterior comisiones con dinero recaudado entre los mambises. Este procedía casi siempre del capturado en los ataques a los poblados. También la emigración organizó estos pequeños envíos de equipos bélicos. La historiadora Milagro Gálvez se refirió en su texto sobre las expediciones mambisas a por lo menos nueve que desembarcaron parque, armas y otros equipos en botes y goletas. (1).

Un ejemplo de estas pequeñas expediciones fue el intento de cuatro jóvenes revolucionarios, que, en febrero de 1870, pretendieron llegar en un bote desde las Bahamas hasta Camagüey con algunas cajas de fusiles y parque. Traicionados por los marinos que contrataron fueron abandonados en Cayo Cruz donde uno de ellos falleció. Capturados los demás por los españoles fueron conducidos a Puerto Príncipe y dos condenados a muerte y ejecutados. (2)

El alto valor de estos desembarcos se puede ver en un acontecimiento que ocurrió en Manzanillo. El general independentista Barreto (3) jefe de esa región entró en comunicación con un oficial del ejército español que se decía representar al comandante general Sabas Marín y le presentó una propuesta de paz. Calixto dio orden de suspender las comunicaciones con el enemigo y se dirigió de inmediato a Manzanillo. Le exigió al general Calvar, jefe superior de Barreto, que le diera detalles de lo que ocurría. Pero agregó un párrafo que nos dice de la importancia de esas comunicaciones con Jamaica:

“De todos modos, algo hemos logrado, porque el venezolano (General Barreto), me participa que ha interesado al español en un negocio por el cual éste se compromete a enviarle desde Jamaica un bote con municiones de guerra, ofreciéndole Barreto, en cambio, mieles, cera, majaguas, etc.  A pesar de ordenarle yo corte inmediatamente las conferencias con los españoles, le aconsejo que trate de asegurar, por lo que nos importa, la negociación de Jamaica.”(4)

En las postrimerías de la guerra, el 25 de marzo de 1878, Antonio Maceo al referirse a esta forma de obtener parque con botes y goletas procedentes de Jamaica hacia un razonamiento interesante: “Nuestros recursos son positivos, pues contamos con mucho oro y fieles y entidades agentes en Jamaica y Santo Domingo, para que nos manden los pertrechos de guerra que necesitamos, en botes salvavidas del sistema “Monturiol”, cuyos botes se sumergen entre dos aguas para burlar la vigilancia de los cañoneros españoles·”(5)

Martí nos dejó un interesante testimonio sobre uno de estos héroes anónimos que, en botes o balandros, hacían viajes hacia la Tierra del Mambí llevándoles diversos medios necesarios para la subsistencia: “En la cárcel de Madrid visité mucho a Lorenzo Jiménez… que había llevado a buen término once viajes llevando y trayendo correspondencia, piezas de ropa, medicinas y objetos de encargo particular. Lorenzo Jiménez fue capturado en el mar al hacer su duodécima expedición…”(6)

Entre mediados de 1876 y finales de 1877 llegaron a la costa sur de Camagüey cuatro expediciones en pequeñas embarcaciones con municiones procedentes de Jamaica. Según calcula el historiador Jorge Ibarra, en total los cuatro alijos debieron de aportar unos 80 000 proyectiles a las fuerzas libertadoras de Camagüey (7). Algunos jefes regionales promovieron la organización de expediciones. Un ejemplo de esto fueron los intentos de Julio Grave de Peralta, jefe de la división de Holguín. El 25 de mayo de 1870 le ordenó a Luis de Feria Garayalde, jefe del Estado Mayor de su división:

“Con la mayor premura salga Vd. para la Ensenada para que según le tengo instruido trate de conseguir una embarcación que pueda conducir á los Cayos de Providencia á Cuatro individuos incluso Vd. Con el objeto   de traer a esta jurisdicción una expedición que nos saque de la situación en que nos hallamos.”(8)

El 30 de mayo de 1870 Julio le escribió al teniente coronel Manuel S. Castro que operaba en esos momentos en la parte oriental de la jurisdicción de Holguín: “Deberá tratar por cuantos medios estén á su alcance de proporcionar un esquife suficientemente seguro para poder pasar al extranjero con el fin de traer una expedición (sic) a esta división…”(9)  No hemos encontrado documentación que demuestre el arribo de estas expediciones.

El traslado al exterior de las referidas comisiones era en extremo peligroso. Localizamos un testimonio de un mambí donde nos narra una de estas travesías. En este caso es de José María Izaguirre quien a principios de 1871 fue autorizado junto con el general Julio Grave de Peralta a traer una expedición desde el exterior. Máximo Gómez y otros mambises aportaron una suma de las capturadas al enemigo. La familia Grave de Peralta del peculio propio dio otra cantidad. Con la autorización del gobierno se trasladaron a la costa sur del oriente de Cuba y de allí emprendieron el viaje a Jamaica. Dejemos que sea Izaguirre quien nos narre las peripecias de la travesía:

“Como se comprenderá fácilmente la embarcación en que íbamos a hacer la peligrosa travesía de Cuba a Jamaica, 90 millas de largo en el mar de las Antillas y en el equinoccio de primavera, no era un vapor , ni un buen buque de vela, ni siquiera un bote de buenas condiciones marineras, era simplemente una canoa de Ceiba que a falta de instrumentos apropiados se había labrado con machetes, y con ella debíamos embarcarnos sin practico, sin brújula, y sin otros auxilios de salvación que los que nos prestara Dios y nuestro arrojo. Llevábamos provisiones de cocos, matahambres (10) y carne asada que nos proporcionó el bondadoso cuidado del coronel Jesús Pérez, (11) pudimos llevar casabe, más no lo queríamos por el temor de que una ola bañara el bote y nos convirtiera aquel en sopa como sucedió al coronel Ángel Loño (12) en caso igual. Las hamacas las convertimos en velas y aprestados de este modo, nos hicimos a la mar.

(………………………………………………………….…………)

El lugar que escogimos para embarcadero no podía ser peor pues además de que el mar era allí muy bajo su lecho era calcáreo y estaba compuesto de una especie de rocas erizadas de puntas que llaman dientes de perro. Así es que nuestro bote – llamémosle enfáticamente así- rozó por un largo rato contra esas puntas que amenazaban destruirlo y que nos molestaron mucho.”(13)

La expedición contaba de nueve personas; el general Julio Grave de Peralta y su sobrino Perfecto Lacoste, niño entonces de diez años; el coronel Jesús de Feria,(14) cuatro remeros, un timonel y yo.

Como a doce millas de la costa tuvimos que retroceder porque el bote iba haciendo agua y el timón se rompió. Desembarcamos felizmente y al siguiente día se hizo un nuevo timón de madera más consistente, se calafateo la embarcación con resina de cupey y nuevamente nos hicimos a la mar.

Amanecimos muy lejos de la costa, y libres, por consiguiente, de ser capturados por los buques españoles que rodeaban la isla y que nunca se alejaban mucho de ella. El mar estaba embravecido: sus olas se levantaban como montañas, cargados alternativamente sobre sus espaldas y bajando al abismo o deshaciéndose en espumas al chocar con nuestro bote. Tiempo nebuloso, viento recio el sol y la estrella polar que eran nuestra esperanza a falta de brújula no podíamos verlos: todos nos era contrario; a pesar de eso se remaba con valor y no se adelantaba con rapidez. Yo no dejaba, sin embargo, de experimentar cierta zozobra al pensar que podíamos, por la falta de dirección, pasarnos por un lado de Jamaica sin llegar a verla: y entonces me preguntaba. ¿A dónde iremos a parar? Al abismo- era mi única respuesta.

Al día siguiente divisamos a regular distancia un buque inglés. Que, juzgando náufragos, sin dudas, enderezo su proa hacia nosotros como para ofrecernos auxilio. La oferta era halagüeña, pues la situación era precaria. Confieso que mi primer pensamiento fue el de aceptarla, por la responsabilidad que yo tenía como jefe de la expedición, como jefe de la vida de mis compañeros: Pero pronto la rechace reflexionando que estos iban como yo a cumplir con un deber patrio que el buque podría ir a un puerto de Cuba, en cuyo caso estábamos perdidos irremediablemente, y que la providencia que nos había llevado hasta allí sanos y salvos nos conduciría del mismo modo hasta las costas de Jamaica

Tomé mi resolución y dije a los remeros que vacilaban; “Adelante” y el bote surcó de nuevo las aguas con vigoroso empuje.

El tercer día de navegación amanecimos a la vista de una línea verde y de altas montañas era Jamaica, termino de nuestra peligrosa travesía. Nuestro regocijo fue inmenso, pero nos duró bien poco pues siendo el viento contrario, andábamos para atrás a pesar del esfuerzo de los remeros a las once del día ya no veíamos la tierra y era grande nuestro desconsuelo, recordando aquel antiguo adagio “Nadar, nadar y en la orilla ahogar”. Por fortuna el viento cambió cruzando una inmensa ola por debajo del bote nos arrastró, casi sin remar hasta la costa como a diez varas tierra adentro. (15)

Los tripulantes de aquella canoa fueron admitidos por las autoridades británicas en Jamaica y comenzaron de inmediato los intentos de organizar una expedición. Luego de varios fracasos Julio Grave de Peralta logró llegar a las costas de Cuba, actual municipio de Frank País, de la provincia Holguín, al frente de una expedición transportada en el buque Fanny. La embarcación encalló en el arrecife cerca de la costa. Los expedicionarios desembarcaron el alijo de armas y equipos que traían y trataron de contactar con las fuerzas mambisas. El 24 de junio de 1872 caen en una emboscada. Unos mueren en combate entre ellos Julio Grave de Peralta otros caen días después en una acción con el enemigo. Varios hechos prisioneros fueron ejecutados. Un grupo muy reducido se salvaron y se unieron a los mambises. Los tripulantes, extranjeros, lograron escapar en un bote.

Hay numerosos ejemplos de estos desesperados intentos de los independentistas cubanos de traer equipos bélicos desde el exterior en pequeñas embarcaciones. Como se hacían con gran discreción es seguro que no pocos han sido olvidados.

Notas:

1.-Milagros Gálvez Aguilera Expediciones Navales en la guerra de los diez años 1868 1878. Ediciones Verde Olivo Ciudad de La Habana 2000 pp. 138 152.
2.-Juan Francisco González, La edad de la luz, Editora Abril, Ciudad de La Habana, 1990, pp. 56- 57.
3.-José Miguel Barreto Pérez nació en Venezuela. Fue general de brigada del ejército de su país. Llegó a Cuba como jefe de la segunda expedición del Virginius el seis de julio de 1873. Alcanzó el grado de mayor general del Ejército Libertador y secretario de la guerra. Fue hecho prisionero en 1877. Al concluir la guerra lo dejaron en libertad. Falleció en Venezuela en 1900. Colectivo de autores Diccionario Enciclopédico de historia militar de Cuba, Primera parte (1510-1898 ) Tomo I, Biografías, Ediciones Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 2001, p. 51.
4.-Figueredo, Fernando. La Revolución de Yara, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1968, p. 65.
5.-José Antonio Portuondo El Pensamiento Vivo de Antonio Maceo, Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1962, p. 24.
6.-José Martí Pérez, La Revolución de 1868, Instituto del Libro, La Habana, 1968, p. 163.
7.-Jorge Ibarra Cuesta, Encrucijadas de las Guerra Prolongada, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2009, p. 18.
8.-Museo Provincial de Holguín, Fondo Julio Grave de Peralta, Libro de Borradores, comunicado número 1411, de 25 de mayo de 1870.
9.-Ibídem, número 1432, de 30 de mayo de 1870
10.-Un tipo de dulce.
11.-Jose de Jesús Pérez de la Guardia. Nació en Jiguaní. Alcanzó el grado de general de brigada del Ejército Libertador. Fue designado por Carlos Manuel de Céspedes para apoyar él envió de canoas y botes y recibir expediciones por la costa sur de Oriente. Murió en Combate el 8 de febrero de 1878.
12.-Se refiere a Mariano Loño Pérez, coronel del Ejército Libertador Cubano. Es de pensar que este acontecimiento ocurrió cuando en enero de 1870 embarcó en una canoa, desde el sur de oriente, hacia Jamaica comisionado por Donato Mármol para traer una expedición. También pudo ocurrirle cuando en ese mismo año luego de traer una pequeña expedición desde Jamaica retornó al extranjero para conducir otra.
13.-Además de estos inconvenientes impuestos por la naturaleza existía la posibilidad de que fuerzas hispanas que vigilaban estos parajes los sorprendiera. Un ejemplo elocuente de esta posibilidad es que la esposa del presidente Carlos Manuel de Céspedes y Juan Clemente Zenea, destacado poeta independentista cubano, fueron sorprendidos en el momento en que intentaban pasar al extranjero. El general Domingo Goicuria también fue hecho prisionero en similares circunstancias.
14.-Era comandante no coronel. Murió en combate al regresar junto con Julio Grave de Peralta en la expedición del Fanny en junio de 1872.
15.-Este texto forma parte de un artículo firmado por José M Izaguirre y publicado en el periódico “Diario Gráfico. Periódico de la tarde”. Tomamos este fragmento de una hoja de esa publicación, que aparece en el Museo Provincial de Holguín Centro de Documentación Fondo Julio Grave de Peralta Documento número 155. No existen más datos sobre este periódico, pues tan solo se guarda una página donde aparece el relato. Al parecer esta fue agregada por la familia Grave de Peralta a los documentos que habían conservado de su ilustre antepasado en los años setenta del siglo XX donados al Museo de Holguín.

José Miguel Abreu Cardet
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