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José Martí, el Héroe Nacional cubano. Foto: Archivo

¿Qué va hacer usted en esa contienda Doctor…?

A punto de marchar a la guerra surge una pregunta  que muchos se hacen ¿Qué va hacer usted en esa contienda Doctor, que nunca ha disparado contra un semejante, que no ha visto el machete cortando el cuello, la sangre saliendo a chorros por las arterias desmembradas del soldadito español? Es criterio que se quede en el exterior a organizar expediciones, a propagandizar en el mundo el heroísmo de este pueblo que comienza su tercera guerra de independencia.

Pero un error, una mentira escrita por un entusiasta puso fin a las dudas de cual sería su destino. Una noticia publicada, que no era cierta, en el periódico de los independentistas “Patria” de que ya Gómez y Martí se encontraban en los campos de Cuba selló la discusión sobre su futuro. Diría en carta a un amigo bueno “De vergüenza me iba muriendo…” (1) ante la posibilidad de quedarse en la tierra segura y extranjera cuando en la de él se moría y mataba desde el 24 de febrero de 1895.

Desembarco de Martí y Gómez por Playitas

Se hará cierta la noticia que desembarca José Martí junto a Máximo Gómez en Playitas, no en expedición portentosa sino en botes de tablas delgadas y de remos insignificantes para el oleaje que los recibe en la costa cubana. Andará por los senderos de la muerte abordado por las noticias de los caídos en ese implacable juego de naipes, que es la guerra: mañana puede ser él.

Día cotidiano para el coronel hispano José Ximénez de Sandoval y Bellange, aquel amanecer de mucho sol del domingo 19 de mayo de 1895. Avanzaba por la margen izquierda del Contramaestre. Se sentía seguro con su columna, de alrededor de 800 hombres bien armados y parqueados. El 18 escoltó un convoy desde Palma Soriano a Ventas de Casanova. Allí recibió información que fuerzas contrarias se desplazaban por la zona. Calculó por noticias oídas, y su experiencia, que el enemigo debía estar entre Dos Ríos y Vuelta Grande.

Tales nombres poco dicen para el lector que no sea vecino de esos lares, pero en aquellos momentos sería asunto decisivo para la historia de la isla. Hasta allí se dirigió en la mañana del 19 de mayo, al frente de sus tropas. Era un hombre de coraje, no eludía al enemigo.

La suerte

La suerte lo acompañó cuando atrapó a un mensajero de los mambises  que iba en busca de unas mercancías. El hombre se había negado a hablar pero al registrarlo le encontraron un papel en el que José Martí había anotado algunas vituallas para que se las trajera de un comercio de la zona. Ante aquella evidencia habló e informó de la presencia de Martí, Máximo Gómez, Bartolomé Masó y otros patriotas que debían estar entre Vueltas Grandes y Dos Ríos con unos setecientos hombres. ¡La maldita buena suerte de Ximémez Sandoval! El mensajero se comprometió a llevar la tropa hasta el campamento mambí. Sobre las 11 y 45 a:m el coronel peninsular detuvo la marcha. Sabía que su tropa se hallaba hambrienta y cansada y decidió darle un descanso para que almorzaran.

El 19 los mambises de Gómez, Masó y Martí sumaban unos 400. Luego del almuerzo se disponían a una siesta cuando llegó un teniente informando que en dirección a Dos Ríos se habían escuchado disparos.

La orden de Gómez

¡A caballo! Ordenó Gómez. Luego diría rememorando aquellos momentos “…combate rudo y mal preparado, lo confieso pero donde yo me prometía obtener otro Palo Seco” (2) se refería al combate de la Guerra Grande donde destrozó una columna contraria. Pero el no había escogido el terreno, asunto fundamental para un guerrillero y era tropa de poco fogueo. En el primer encuentro con una avanzada enemiga la destrozan. Pero al chocar con el grueso de los contrarios se detiene la ofensiva. El fuego español es por descargas cerradas. Gómez da órdenes de replegarse para reorganizar las fuerzas e intentar una nueva acometida, le instruyó a Martí que fuera a la retaguardia. Vestía saco negro, pantalón claro, sombrero negro de castor y borceguíes negros. Con tan singulares ropas se convertía en figura muy atractiva para la puntería enemiga. Hacía poco en el campamento mambí en vibrante discurso había expresado “La revolución triunfará por la abnegación y el valor de Cuba por su capacidad de sacrificio…”(3) Ahora lo demostraría.

José Martí desobedeciendo a Máximo Gómez marchó al combate acompañado por el joven Angel de la Guardia con su revólver Colt con empuñaduras de chapa de nácar, regalo de Panchito Gómez Toro. Avanzó hacia donde se desarrollaba el enfrentamiento. Fueron a dar contra las avanzadas españolas que se encontraban tras los yerbazales del campo. Herido de muerte se desplomó del caballo.

Martí como líder y organizador de aquella revolución independentista estaba en el deber de entrar en combate, como lo hacían diariamente miles de mambises. No había otra opción y menos para un hombre de honestidad pulida como piedra de arroyo de montaña. Toda una serie de circunstancias impredecibles en un combate se sumaron aquel día terrible.

La isla de Cuba

Isla tan pequeña, tan alargada, tan verde, la tierra que lo llenó de incertidumbre cuando le rogaran que no viniera a buscar el olor de pólvora, que se quedara a recaudar y organizar alijos de armas para los que tenían la experiencia de la pelea. Aquel 19 de mayo fue felicidad mayor cuando sintió el silbido del proyectil enemigo. Estaba en combate.

No podía ser de otra forma no hay otro camino, para usted maestro, apóstol de Céspedes en el camino de la independencia.

Notas:

1.-Rolando Rodríguez, Dos Ríos a caballo y con el sol de frente. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, p. 20.
2.-Ibídem, p. 83.
3.-Ibídem, p. 81.

José Miguel Abreu Cardet
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