La necesaria tarea de inculcar responsabilidad

En el hogar es donde se fomentan los valores esenciales que orientan y regulan las acciones humanas y definen la convivencia social. ¿Cómo propiciamos el sentido de la responsabilidad? ¿Asume siempre la familia su rol educativo de inculcar deberes y velar que los modos de actuación estén ligados al compromiso?

Ser responsables implica cumplir con nuestras obligaciones y asumir las consecuencias de nuestros actos, pero lograr ese modo de actuación es un proceso que se educa desde la infancia sin sobreprotección. En ocasiones toleramos comportamientos inadecuados de nuestros hijos porque nos parecen nimiedades y hasta somos cómplices de sus justificaciones contribuyendo a que se conviertan en adultos incapaces de comprometerse y responder por sus faltas.

Pero, por supuesto inculcar responsabilidad implica el valor del ejemplo porque no debemos exigir desempeños que antes no hemos demostrado.

Con frecuencia impedimos que niños y adolescentes asuman tareas en el hogar que pueden realizar y ese exceso de protección se convierte en freno de la iniciativa personal y de la colaboración colectiva tan valiosa en las relaciones entre los individuos. La cooperación en los quehaceres diarios domésticos constituye un estímulo que favorece la convivencia familiar y propicia la consideración y el respeto, además de fortalecer el valor del trabajo en equipo y de reforzar la autoestima.

Responsabilidad, ética y honestidad

Si asumimos los deberes escolares de nuestros hijos, para asegurarles —equivocadamente— buenos resultados académicos, menoscabamos sus capacidades, habilidades, autonomía y creatividad, olvidando que la responsabilidad responde a la ética y a la honestidad.  Ese modo de actuación conduce a personas dependientes, perezosas, siempre a la espera de recibir, incluso, sin merecer; y por el contrario, nos toca animar, estimular resultados por esfuerzos propios, formar hábitos y establecer normas, nunca suplantar obligaciones.

Cuando justificamos algún comportamiento incorrecto con la excusa de la inmadurez impedimos que sean conscientes de las consecuencias de sus actos y que respondan por sus errores. Si no aprenden a afrontar los problemas sin culpar a otros con los años serán adultos egoístas, incapaces de manejar determinadas situaciones imprevistas y adversas o de aportar soluciones de beneficio colectivo. Crecerán con una idea distorsionada de la vida despreciando el impacto social del incumplimiento de sus tareas.

No va por buen camino el valor de la responsabilidad cuando obviamos la reflexión y exigimos comportamientos por imposición o reproches. Ser autoritario, imponer la voluntad adulta no es garantía de que nuestros hijos asuman por convicción sus deberes.

Es necesario apelar, una y otra vez, al buen juicio y criterios justos. Estimular cualidades que conlleven a compromisos y ser consecuentes con su observancia porque la responsabilidad está relacionada con la elección sin presiones, cuando responde a nuestras acciones y decisiones.

Yamila Pupo Otero

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