30 de noviembre de 1956, Santiago de Cuba, Cuba
Plaza

La acción del 30 de noviembre de 1956

La acción del 30 de noviembre de 1956 desconcertó a las fuerzas represivas.  Santiago de Cuba una ciudad, aparentemente, bajo el control del gobierno de Fulgencio Batista estalló en un alzamiento. Se combatió en las calles, atacaron los revolucionarios una estación de policía, se batían con sus uniformes Verde Olivo, sembrando el pánico entre soldados y policías. No era un sabotaje o un atentado aislado, sino que de la nada surgía un ejército uniformado. Era el apoyo de los santiagueros a la llegada de la expedición del Granma que debía de haber llegado en esa fecha.

En la historia se habla de los miedos, incertidumbres y sufrimiento del lado de “los buenos” pero se olvida de tales pasiones en el otro bando. Para el gobierno de Batista y, en especial, sus fuerzas armadas lo más espeluznante de todo fue la sorpresa. Se esperaba cualquier cosa, hasta la llegada de una expedición, pero no que ante los ojos de policías, soldados y delatores se organizara un alzamiento militar. No era el ataque a un cuartel, por un grupo de opositores, que es un asunto más puntual y, en cierta forma, más difícil de descubrir. La inteligencia del régimen había sido burlada. Acontecimientos similares podían repetirse en otros territorios.

Lea más trabajos como este en: Memoria Holguinera

Hasta el 29 de noviembre de 1956 la tranquilidad reinaba en el área del Regimiento 7 de la Guardia Rural. Este comprendía casi todo el norte del oriente de la isla, desde el antiguo municipio de Victoria de Las Tunas hasta Sagua de Tánamo. No estallaban bombas ni se hacían atentados.

Reinaba la “paz batistiana”. El control de los cuerpos represivos parecía como algo eterno. El 29 de noviembre, en la jefatura del Regimiento 7, en las cercanías de la ciudad de Holguín amenazaba con ser un día tan monótono como otro cualquiera. El mando de la unidad estaba situado en una de las edificaciones castrense, que se alineaba sobre una meseta de poca elevación, frente a la carretera central.

Una llamada inesperada interrumpió la tranquilidad del puesto de mando. Era un informe urgente del Escuadrón 73, unidad subordinada al referido regimiento. Ese mismo día en La Cadena, en Puerto Padre, fue asaltado un polvorín por los revolucionarios quienes capturaron dos fusiles. [1]

Operaciones subversivas

Si analizamos las operaciones subversivas realizadas durante el año 1956 nos encontramos, que en la jurisdicción del Regimiento 7 se realizaron veinte sabotajes. De ellos diecinueve, entre el 29 de noviembre y el 26 de diciembre.[2] Hasta el 24 de diciembre de 1956 se habían realizado en Victoria de las Tunas cinco acciones subversivas, y en el municipio Puerto Padre nueve, en Mayarí dos.

El mando batistiano tiene información por la inteligencia de la existencia de un activo movimiento clandestino en todos los municipios enmarcados en la jurisdicción del Regimiento 7.

Además se sabía que miembros del derrocado Partido Auténtico preparaban una expedición. En la mentalidad de los represores surgió la posibilidad de que la historia del Granma y el alzamiento de Santiago de Cuba se podía repetir pero en el norte de Oriente.

No todo estaba controlado en la jurisdicción del Regimiento 7 y se dieron órdenes de eliminar los principales sospechosos. La masacre se preparó en una reunión que se realizó el 22 de diciembre de 1956 en Columbia presidida por Batista.[3] Se debía de asesinar a militantes del Movimiento 26 de Julio, del Partido Socialista Popular y opositores en general.

24 de diciembre

Cada 24 de diciembre las ciudades y campos cubanos se veían envueltas en el humo que desprendían cientos de fogatas dispersas en patios y campos, donde muchos vecinos asaban sus puercos. Las familias se reunían en torno a los viejos patriarcas. Llegaban parientes de los lugares más lejanos. Reinaba la alegría que culminaba en el puerco asado, el cual  ya de noche era trasladado al interior de la casa. Transportarlo era toda una ceremonia. Dos hombres, uno en cada extremo de la vara lo conducían, los niños correteaban alrededor de la pequeña caravana esparciendo alegría y solicitando lo que para muchos de ellos era el plato más codiciado, las orejas o el rabo. Sobre una mesa se le picaba. Muchas veces lo hacia el viejo patriarca del hogar: el abuelo o el padre. Todos observaban en respetuoso silencio el ir y venir del cuchillo entre la carne y el mitológico “pellejo”.

Cada pariente iba recibiendo su ración de carne, yuca, congrí, lechuga y con generosidad se repartía cerveza y ron. Recuerdos alegres y bromas acompañaban la cena. Al día siguiente se desayunaba con “ropa vieja” como se le llamaba a lo que había quedado del lechón asado. El 25 seguía la fiesta y el regocijo familiar.

Las Pascuas de 1956

El amanecer del 26 traía el malestar de la resaca de los que se habían excedido en algunas copas, pero se sentía la satisfacción por tener en casa al hijo u otro pariente ausente por mucho tiempo. Pero este amanecer de las Pascuas de 1956 traía otras noticias: cadáveres que aparecían en descampados,  solares y carreteras solitarias. Gente torturada, apaleadas hasta morir. El golpe fue demoledor. Sorprendió y aterró a todos. En la jurisdicción del Regimiento 7 cayeron veintitrés personas. El movimiento clandestino fue saliendo del pánico que inundó la zona como las grandes crecientes del Cauto. Reorganizado, en noviembre de 1957, el ejecutor de aquellos crímenes, el coronel Fermin Cowley jefe del Regimiento 7 fue ejecutado en una ferretería de Holguín donde realizaba una compra.

La literatura reflejó el crimen de Las Pascuas Sangrientas como fueron llamadas por la población. En palabras de Alejo Carpentier en su novela La consagración de la primavera los esbirros terminaron “embadurnando de encarnado los pesebres de Belén” [4]

Nicolás Guillén lo llevó a un verso terrible:

Pascuas Sangrientas

Luna fija y redonda de niquel taciturno,

Tu sempiterna complice de la novia que espera,

Medallón suspendido sobre el pecho nocturno,

¿viste llegar la muerte con sus ojos de cera?

Luna grande del trópico que estas entre las cañas

Tu, que de noche vives, lunas, tu que no duermes

Y rompes tus espejos en las finas montañas,

¿pudiste oir el grito de los pecho inermes

Ver la corbata ruda de correa o de soga

Que los ojos agrande y los cuellos ahoga?

Luna grande del trópico, alta sobre el palmar

Tu, que despierta estabas aquella noche triste

Luna fija y redonda, tu que todo lo viste

No te puedes callar, ¡no te puedes callar!

Nicolas Guillen, dic 1956 [5]

NOTAS:

[1] Colectivo de autores: Síntesis Histórica de la Provincia Las Tunas, Editora Historia, La Habana, 2010. p. 210.

[2] Instituto de Historia de Cuba, Fondo Ejército 24-5.1-4.1.8-.10.

[3] William Gálvez Rodríguez Salida 19 Operación Comando Ediciones Holguín, 2007, p. 19.

[4] Alejo Carpentier, La consagración de la primavera, Letras Cubanas, La Habana, 1978

[5] Pascuas sangrientas de 1956 – Poemas de NICOLÁS GUILLÉN (poemaspoetas.com)

José Miguel Abreu Cardet
Últimas entradas de José Miguel Abreu Cardet (ver todo)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

13 + 19 =