Finlay, cuando la ciencia es un faro de esperanza

Carlos J. Finlay, científico cubano, aniversario 115, Cuba
Los aportes del científico cubano Carlos Juan Finlay y sus hallazgos sobre la fiebre amarilla tienen continuidad en la misión de los galenos de la isla de salvar vidas. Foto: Archivo

Cuba recuerda a uno de los más grandes científicos que ha dado la nación caribeña al mundo: Carlos Juan Finlay.

Hoy, en el aniversario 110 de su muerte, se rinde homenaje a este visionario que dedicó su vida a desentrañar los secretos de la fiebre amarilla y a comprender el papel crucial de los mosquitos en la transmisión de enfermedades.

Finlay, nacido en 1833, mostró desde joven un marcado interés por la Medicina y la ciencia, lo que lo llevó a estudiar en París. Sin embargo, fue en su tierra natal donde desarrolló sus investigaciones más significativas.

En un contexto marcado por epidemias devastadoras y una población asustada, Finlay se convirtió en una figura clave en la lucha contra la fiebre amarilla, una enfermedad que había cobrado miles de vidas en La Habana y otras ciudades del Caribe.

En 1881, este científico cubano formuló su revolucionaria hipótesis: el agente transmisor de la fiebre amarilla no era el aire, como se creía hasta entonces, sino un mosquito.

A pesar de las críticas y el escepticismo de muchos contemporáneos, su investigación sentó las bases para el control de esta enfermedad, convirtiéndose en un pionero en el uso del método científico para estudiar la Epidemiología y la Entomología, además de precursor de la Medicina tropical moderna.

Hoy, 20 de agosto, aniversario del fallecimiento de Carlos J. Finlay, coincide curiosamente con el Día Mundial de los Mosquitos, fecha que busca concienciar sobre los peligros que estos insectos representan para la salud pública, cuando incluso, hoy en territorio holguinero se observa un nuevo incremento de casos de dengue con signos de alarma de la enfermedad principalmente en niños.

En un mundo donde las enfermedades transmitidas por mosquitos, como el dengue, el zika y el chikungunya, siguen siendo una amenaza latente, el legado de Finlay resuena con más fuerza que nunca.

Su trabajo no solo salvó vidas en su época, sino que también abrió las puertas a futuras investigaciones sobre la relación entre vectores y enfermedades.

La figura de este gran investigador cubano, invita a reflexionar sobre la importancia de la investigación científica en la salud pública. En un mundo donde los desafíos sanitarios son cada vez más complejos, su legado nos recuerda que el conocimiento es una herramienta poderosa en la lucha contra las enfermedades.

Hoy, más que nunca, su legado vive entre nosotros, recordándonos que la ciencia es un faro de esperanza ante el continúo acecho de tantas enfermedades.