El debate comenzó en un pequeño club de lectura de la Universidad de Holguín. No sé bien como es que el libro Refugiados —Premio Calendario de Ciencia Ficción 2023— de Martha Acosta, llegó a nuestras manos. Creo que alguien nos lo trajo desde La Habana, o un amigo nos lo alcanzó desde Bayamo. Pudieron haber sido las dos cosas. De algo si estoy segura: de las cinco personas que lo leímos, ninguno entendió que fuera de la autoría de Acosta.
Todo viene del hábito de leer la colección de los Calendario, máximo galardón que otorga la Asociación Hermanos Saíz a jóvenes escritores cubanos. Nosotros no sabíamos ni nos interesaba este aspecto cuando comenzamos a coleccionar Calendarios como si se tratara de gemas. Lo hicimos por su valor literario. Quizás debamos culpar el primer título que encontramos, Versiones de la traductora —de Robert Ráez, narrativa, 2024— por la práctica que le continuó después. Pero para no irme por las ramas, tras un largo camino que incluyó autores como Carlos Manuel Álvarez, Nathaly Hernández, Elaine Vilar Madruga y Abel Fernández Larrea, llegamos a nuestra última gema, al menos hasta el momento: Refugiados.
La historia va sobre un mundo postapocalíptico, donde la inteligencia artificial, las tecnologías y todo este mundo tecnológico se ha apoderado militarmente del planeta, o al menos esto se asume. La narración se divide en dos perspectivas y a su vez, dos estilos y tonos: la primera, en la Tierra, relata la historia de una madre y su hijo que sobreviven ante este nuevo sistema represivo, duro y notablemente pobre, en un planeta contaminado y sin recursos. Da una mirada hacia un tipo de rebelión en preparación y como este dúo se ve inmerso en él. Y hasta ahí. La trama en la Tierra queda abierta.
Por otro lado, está la perspectiva de la Nave, donde viven quienes lograron escapar del caos terrestre. Ahí están los políticos, ricos y algunos privilegiados y dotados. En la Nave también se gesta un sistema social donde los menos favorecidos también son reprimidos y explotados y por tanto, se cocina una rebelión. Esta narración, en primera persona, queda a cargo del hijo del primer ministro, un joven banal y de alguna forma melancólico e inconforme que es secuestrado para generar presiones al padre y obligarlo a regresar la Nave a la Tierra, donde aseguran que en realidad existen recursos y la posibilidad de regresar a la soñada y perfecta vida anterior.
Y así es. En realidad, la trama es simple y no supera las 80 páginas, lo cual es contradictorio para dos perspectivas que, si se hubieran sabido aprovechar, podrían haber brindado una historia profunda, con personajes más reales y con una crítica social más contundente. Que de esto, de hecho, se trata una distopía. ¿Se podría considerar que Refugiados, enmarcado en el género de la ciencia ficción, es una distopía?
Como lectora voraz de libros que las retratan —que, para ser justos con la contemporaneidad y la literatura para jóvenes y jóvenes adultos más actual, disfruté muchísimo de la trilogía Los Juegos del Hambre— debo detenerme en este punto. Por las dudas, conduje este debate al club, quienes ya habían leído recientemente una reseña en la que comparaban Refugiados con la gran pieza de la literatura de ficción que es 1984, y la respuesta fue amarga. Iba así:
Las distopias se caracterizan por la deshumanización, los gobiernos tiránicos, posguerras de conflictos de grandes dimensiones y por una sociedad ficticia indeseable de sí misma. También se le dice antiutopía, y ya así habla por sí mismo. Resumiéndolo de esta forma, el mundo de Refugiados podría serlo: un gobierno ficticio que reprime cualquier protesta con sangre, un futuro negativo por delante y constantes rebeliones en desarrollo. Pero la falta de desarrollo en los personajes y la simpleza de las escenas en el desarrollo de una pelea, suceso traumático e incluso, momentos críticos que podrían empujar a un desenlace fantástico y clave para la narración, logran que este mensaje áspero que debe transmitir una distopía literaria se disuelva al final de cada página.
La crítica simple, vaga y temerosa deja un gusto amargo en la boca, el de la insatisfacción. Comparando entre perspectivas, hay mensajes poderosos en cada una que no se supieron aprovechar bien. Mientras en la Tierra se pierde esto de las consecuencias del caos, la guerra, las represiones, el desespero y abandono a causa de la narración apurada —que tanto podría haber aprovechado de los personajes de la madre y el hijo, un pequeño enfermizo y débil a causa del asma— en la Nave, por otro lado, se desperdicia un juego de inteligencia, de lucha de poder, de injusticias, de venganzas y consecuencias a causa de personajes débiles y malformados, sin desarrollo y en la mayoría de ocasiones, sin sentido y causa en sus movimientos, diálogos y actitudes.
Este pequeño club de lectura universitario llegó a la conclusión de que Refugiados podría haber sido más. Eso es lo que pasa. Que la idea podría haber logrado tantas cosas y pareció conformarse con lo pequeño y simple. Con dejar un final abierto, con tremenda sencillez, y otorgarle al lector algo que muchas veces es un tesoro y en esta, fue un desperdicio: completar la historia por sí mismo. Rellenar todo eso que ni los personajes, ni la narración ni las páginas hicieron.
Refugiados es el primer vistazo que este grupo tiene de la pluma de Acosta. Y nos detenemos de ahí. La trayectoria brillante, la admiración a la juventud y a la experiencia. Luego está Refugiados. Una mirada hacia el título, otra hacia la sección de autor. La pregunta se vuelve a repetir y esta vez queda en el aire, para que la conteste el próximo lector. Esta vez el libro le llegará desde la ciudad de Holguín.
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