Hoy en día, decir que las redes sociales moldean la realidad no es una exageración, es un hecho. Instagram, TikTok, X (antes Twitter) o Facebook ya no son simples plataformas de entretenimiento: son fábricas de percepciones. En ellas se decide qué es «tendencia», qué es «verdad» y hasta quién «merece» atención. El problema no es que existan, sino cuánto hemos dejado que redefinan nuestra manera de entender el mundo.
Las redes sociales funcionan como espejos defectuosos: reflejan la sociedad, sí, pero con filtros. En Instagram domina la estética del éxito; en TikTok, la rapidez y el humor; en X, la indignación y el debate constante. Y entre tanto ruido, la línea entre lo real y lo fabricado se vuelve difusa. La gente ya no busca información, busca validación. Y eso transforma la forma en que se construye la realidad colectiva.
Diversas investigaciones recientes también señalan que las redes tienen un fuerte impacto en la salud mental de los adolescentes, aunque los resultados no son absolutos. Algunos estudios las relacionan con ansiedad y depresión, especialmente cuando se usan de forma pasiva o excesiva.
Redes Sociales y Ciencia: Un campo de batalla entre comunicación y desinformación
En cambio, cuando se usan con propósito o de manera activa, pueden favorecer la conexión social y reducir el aislamiento. Todo depende del contexto y de la forma de interacción. Durante la pandemia, por ejemplo, su influencia fue tan mixta como la situación misma: para algunos, un refugio; para otros, una carga. Por eso, los expertos insisten en la necesidad de educación digital y entornos en línea más saludables, para aprovechar lo positivo sin caer en la dependencia emocional.
Visibilizar este tema es vital, sobre todo porque muchos aún creen que lo «virtual» está separado de lo «real», y no es así. Lo que se publica, lo que se comenta y lo que se comparte crea narrativas que afectan vidas fuera de la pantalla.
La solución no pasa por eliminar las redes, sino por aprender a usarlas con conciencia. Cuestionar, contrastar y, a veces, desconectarse. Usarlas sin que ellas nos usen. Porque si dejamos que construyan la realidad por nosotros, pronto olvidaremos cómo construir la nuestra.
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