Cuando despunta el alba y el cielo comienza a teñirse de tonos anaranjados, el canto de las aves se convierte en una sinfonía natural. El peso de los años no impide que un campesino se levante con la determinación que solo el campo forja.
Él es un reflejo de la vida rural, donde el sacrificio y la satisfacción se entrelazan en cada jornada. Orgulloso de sus orígenes y con una sonrisa que irradia amor por su tierra, confiesa que viene del campo y vive en él.
El aroma a tierra mojada tras un buen chaparrón es un lujo que pocos conocen en las ciudades. Para él, esas pequeñas cosas dan sentido a la vida. Dormir con las persianas abiertas durante estas noches de apagón se convierte casi en un ritual, así como en un refugio de tranquilidad y libertad.
Sin embargo, no todo es idílico en la vida rural. La realidad del campesino es dura y exigente. Es bien difícil levantarse en la madrugada a atender a los animales del corral, admite, mientras sus ojos reflejan el cansancio acumulado de años de trabajo.
Las manos fuertes y callosas son testigos del esfuerzo diario, surcando la tierra bajo el sol abrasador hasta que el cuerpo no aguanta más. Pero, a pesar de las dificultades, hay una satisfacción única al ver los frutos del trabajo duro en la mesa familiar.
Hoy, en el Día del Campesino en Cuba, su voz resuena con fuerza. Esta jornada no solo es un reconocimiento a quienes labran la tierra, sino un homenaje a las tradiciones que nos unen. Que sirva para realzar nuestras raíces, a nuestros padres y abuelos y sobre todo, a nuestra tierra cubana.
El campo ha cambiado. Ya no es solo un lugar para labradores; hoy alberga a médicos, ingenieros, una diputada a la Asamblea Nacional. La tecnología ha llegado para transformar la agricultura, pero también hay rincones olvidados que aún preservan tradiciones ancestrales, casi ajenas al desarrollo acelerado del mundo moderno.
Así, mientras el sol se eleva en el horizonte y los sonidos del campo despiertan, este holguinero se siente parte de un legado que va más allá del sudor y la tierra, es un compromiso con su historia, con su familia y con el futuro que desea construir para las próximas generaciones. Porque en cada cosecha hay una historia, y en cada campesino, un héroe anónimo que merece ser celebrado.
La vida campesina no es solo un modo de subsistencia, es una forma de existencia que nos enseña el valor del trabajo duro, la perseverancia y el amor por nuestras raíces. En este Día del Campesino cubano, recordemos que para que exista la ciudad, debe existir el campo; y que cada fruto en nuestra mesa lleva consigo el esfuerzo y la dedicación de aquellos que aman la tierra.
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