¿Qué pasa cuando la tristeza dura un poco más, cuando los días no son buenos y parecen no terminar nunca? La depresión es un trastorno del estado de ánimo, transitorio o permanente, caracterizado por sentimientos de abatimiento, infelicidad, e incapacidad para disfrutar las actividades habituales o aquellas que antes producían satisfacción.
Su cuadro clínico, según especialistas, incluye debilidad, fatiga, taquicardia, dolores musculares, angina, y puede estar unido a la ansiedad y otros trastornos. Está asociada a la vivencia de una experiencia negativa y el trauma que genera en la persona, aunque su origen puede ser muy diverso.
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La depresión, como consta en la bibliografía médica, puede aparecer en cualquier etapa de la vida, y en su aparición influyen factores biológicos, genéticos y psicosociales. Hechos tan simples como un desbalance hormonal, la falta de vitaminas o el abuso de una sustancia tan cotidiana como el café o algunos medicamentos, pueden causar este cuadro de salud mental.
Tan importante como conocer esta enfermedad es valorar su impacto en la sociedad, dejar atrás estigmas y estereotipos sobre quienes la padecen y sobre ella misma. Enmendar como se suele responsabilizar única y exclusivamente a quienes la sufren, sin analizar ni comprender el contexto y las causas que provocan este padecimiento.
Dejar de ver a quienes la padecen como gente débil, de poco carácter o necesitados de atención, cuando no es así. Se necesita fuerza y valor para soportar y superar una dolencia que no tiene una manifestación física única, donde el enemigo es tu propia mente.
Romper tabús donde las mujeres son las más sensibles, propensas a sentirse mal, pues según datos oficiales de la OMS el suicidio es una de las principales causas de muerte en el mundo, llevado a cabo en su mayoría por hombres tras largos periodos de depresión y estrés.
Transformar la mentalidad de que muchas personas califican a esta generación «de cristal», opinando que muchos cuadros de depresión, ansiedad y estrés diagnosticados hoy en día son un invento de niños malcriados y adictos a la tecnología; sin embargo, si bien las redes sociales han fomentado un autodiagnóstico masivo de enfermedades mentales y otros padecimientos, también han permitido un diálogo colectivo y efectivo sobre la salud mental y su importancia.
Aquellos que no son «de cristal» quizás no perciben que también sufren de estos traumas. Se niegan a veces a reconocerlos pues en otras épocas estos temas en ocasiones no fueron debidamente tratados o estudiados.
La depresión no es un estado de ánimo es una enfermedad y como tal debe ser tratada. No puede tomarse a la ligera. Lleva un tratamiento tras una consulta médica especializada. La persona que la padece necesita cuidados específicos y merece el apoyo y comprensión de quienes la rodean.
Desde pequeños se nos dice que busquemos la felicidad, como si esta viniera en píldoras y se vendiera en una farmacia. De ser así, si la felicidad tuviera un precio, ¿cuánto costaría? ¿Todos podríamos tenerla? ¿Y si la tuviéramos, sabríamos qué hacer con ella?
Con información de Rosemary Santos/Estudiante de Periodismo
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