Un partagás en forma de hombre

No fue la primera, pero sí la segunda, el incomprensible tratado entre las artes. Entré a los “Límites” de la vida en un segundo, primero puse un pie, luego me acomodé los audífonos que profanaban el espacio, parece injusto con la sensación de la mirada, pero Ariel jamás es injusto.

Como si me cocieran la boca, en silencio, tiré del deseo y me dejé llevar dentro de la danza de claroscuros y rojos intensos y sepias y fotografías impresas en el aire. Frente al bullicio, medio lenta, dancé entre uno, dos, tres, otro cuadro; descomunal, imperiosamente tridimensional en el margen de la bidimensionalidad.

Pequeños hombrecillos sobresaliendo por el lienzo, cámaras de bicicletas cocidas a la obra, perpetuas formas africanas que circundan en el espacio, la metamorfosis de las líneas, trazos indiscretos, perspicaces, ¿es acaso la inmaculada concepción africana que sobresale del marco y se extiende sobre la Isla toda?

Moisés Finalé, artista de la plástica cubana, con más de cuarenta años de labor entre La Habana y París es más de esta generación de los ochenta que tanto ha hecho fructificar el arte, un partagás en forma de hombre, una bestia de cargar nostalgias, una vez, un lugar, una exposición imperdible dentro de tanta imagenería plástica y performática –instalativa- que coexiste en Babel, un polímero insondable.

Un partagás en forma de hombre 0Sus pinturas parecen confrontarse, personajes furiosos, mujeres con máscaras aludiendo a segundos protagonistas, pero lo cierto es, que dentro de la crudeza con que se pueda mirar su obra, existe la celebración al goce, a la unión de avatares femeninos por medio de expresiones corporales, la sapiencia del sexo, la figuración de los atributos más bellos –sin definir- del rostro o el cuerpo de esa mujer que se nos presenta como deidad pero que podemos ser cada una de nosotras dentro de la liberación pictórica y fuera de esta también.

Ninfas amalgamadas con el espacio, la jungla, el ruido, escenarios de la vida occidental extrapolados a la historia de nuestros pueblos americanos donde esperan, pacientemente, sinsontes y abedules a que profanen el espacio más mujeres con rostros cubiertos y cuellos trenzados.

Igual que las “Apariciones” era uno y dos y más remos pegados a 5 cm del marco. Era un bote, una chalupa migratoria sin serlo, pero el mar te atrapa y no te quieres despegar de él porque como alguien que vive en las afueras, también deseas emigrar y ver a los moctezumas y a las Meninas, y pisar el Pompidou.

Un partagás en forma de hombre 1Esta muestra es, pues, un recorrido por todo lo que pasa mientras transcurre el tiempo, un lapsus aparente entre el 2023 y el 2025 –fechas en las que fueron concebidas las obras- pero también un diálogo entre lo pasado y lo actual, entre la novedad del trabajo con el lienzo y las técnicas empleadas, con una mixtura de sabores impregnados junto a un proceso transvanguardista.

Podría entrar entonces más de dos, de tres o de cuatro veces, con Ariel de fondo, sin él, descalza, agitada o en calma total, sentarme a escribir con el sopor del ambiente, en casi total penumbra, con aquellos gigantes que me miran, pero no sentiría presión porque entrar a esta sala y admirar cada pieza se siente como estar en casa –tirado en la cama- pensando en el devenir del mundo que se nos abalanza cada noche.

Yeema Martínez Yee
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