He viajado por esta vida tratando de ser una persona perfecta y así he tratado de ser el mejor hijo, el mejor hermano, el mejor primo, el mejor tío, el mejor estudiante, el mejor profesional, el mejor colega, el mejor vecino, el mejor novio, el mejor esposo, el mejor padre, pero con el tiempo comprendí que no se puede ser siempre el mejor.
Luego cuando pasé a vivir la quinta década comprendí que, aun cuando se le educa a uno en medio de un hogar religioso y nos inculcan los valores éticos, morales y sociales, nunca se logra la perfección en el ser humano, porque errar es de humanos, dicen muchos, y rectificar es de sabios, dirán algunos.
¿Cómo si fuimos creados por un ser perfecto no lo somos? Diría alguien, como este periodista que cree en Dios, quien me ha dado pruebas de su existencia, aunque a veces le preguntó por qué tenemos que sufrir por el pecado original.
Por estos días he visto también como proliferan los sentimientos de odio hacia algunas personas solo por el hecho de haber nacido pobres y verse obligados a buscar trabajo en una nación más rica, que la de origen, para poder ayudar a la familia.
Son millones los cubanos que han emigrado hacia países como Estados Unidos de América, México, Canadá, Venezuela, España, Italia y hasta en China y en Australia hay comunidades de cubanos, pero no pierden su esencia: siguen comiendo arroz con frijoles, aunque sobre la papa para el puré más rico.
Como terrícolas estamos tan divididos que a pesar de vivir en el mismo planeta contamos con diferentes países, aunque la formación de los países fue un proceso histórico que sus habitantes fueron construyendo. En cada uno de ellos hay una identidad, unas costumbres y formas de vivir compartidas.
Por eso, cuando señalo la existencia de muchos países hay que mencionar las diferencias sociales, políticas, económicas y culturales propias de su formación como país, nación, Estado y las cuales hay que respetar si deciden, como pueblo, mantener la figura histórica de un Rey con su monarquía o la figura de un presidente con su República.
A pesar de las imperfecciones del ser humano, como habitante global de este planeta, debemos de llegar a un acuerdo mundial: trabajar para vivir como una mancomunidad de pueblos cuyas diferencias sociales, religiosas, culturales, idiomáticas, nos unan como terrícolas en vez de dividirnos y es lo más inteligente para coexistir en la ansiada paz.
El surgimiento de los países ricos como los de Europa desarrollada o Estados Unidos de América, por citar dos ejemplos, se basó en una construcción de sus riqueza con la explotación de la fuerza esclava, de la extracción de los recursos minerales más valiosos de África, Asia y de América Latina como fue el caso de los imperios Español y Británico y el actual imperio estadounidense.
El ex presidente español José Luis Zapatero decía recientemente por qué discriminar a los inmigrantes si los españoles fueron acogidos en muchos países cuando España era pobre, y ahora era el momento de saldar esa deuda histórica de gratitud, cuando ese Reino de Europa es una de las naciones más ricas del Viejo Continente.
Cómo entender que un presidente de una nación rica menosprecie a los inmigrantes que recogen las manzanas en California, ayudan al saneamiento cuando pasa un huracán por La Florida, son los albañiles que construyen y limpian los rascacielos en Nueva York.
Son los inmigrantes los que hacen los trabajos más duros, y a la vez los peores pagados. Son los inmigrantes los que mantienen el crecimiento de la población, porque los nacionales tienen poca descendencia o no desean tenerla para vivir mejor, según algunos de ellos.
Nacimos para ser felices, pero algunas personas con odio, rencor, y sin ningún amor se empeñan en hacer sufrir a los menos favorecidos.
Cuando decidimos traer al mundo a nuestros hijos le damos todo nuestro amor para que crezcan siendo personas buenas, amables, bondadosas, y preparadas para vivir en armonía, paz, y amor.
Pero el egoísmo en muchas sociedades hace que proliferen multimillonarios, cuyos patrimonios han crecido gracias a la contratación de millones de inmigrantes o nacionales en países como en EE.UU, Canadá, Reino Unido, España, China, India, Vietnam, Indonesia, Malasia, México, Brasil, y Argentina donde las grandes corporaciones como Apple, Wal-Mart, Amazon, Microsoft, Nestlé, entre otras, no podrían existir ni acumular riqueza sin la mano obrera de los menos favorecidos.
Y es que existen personas con gran poder político, pero carentes del gran poder del amor. Puede que en sus cuentas bancarias tengan todo el dinero que no gastarían ni en tres vidas, pero no tienen paz en sus corazones.
No digo que todos los políticos ni los acaudalados de los países ricos sean iguales, porque algunos de ellos han demostrado no ser de la manada de Donald Trump y Elon Musk, pero a esos que siembran odio deben saber que recogerán tempestades sociales.
Puede que algunos apellidos tengan mucha riqueza acumulada, pero no felicidad acumulada para alimentar la energía espiritual, que mueva hacia los sentimientos más nobles dentro de las sociedades mas abiertas al necesitado y a ellos hay que recordarles que las personas felices no le hacen daño a nadie, aunque no seamos perfectos.
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