La aparición en 1989 del libro Las literaturas egipcia, mesopotámica y hebrea, de la Editorial Oriente‚ de la autoría de José Rojas Bez, fue una noticia sorprendente y bien recibida en el mundo intelectual cubano. La obra cuenta con 184 páginas. En ellas se recogen varios ensayos sobre las literaturas egipcia, mesopotámica y hebrea.
Su autor José Rojas Bez, (Holguín‚ 1948) es Doctor en Ciencias Pedagógicas, ensayista, Profesor Titular, miembro del Tribunal Nacional de Grados Científicos en Ciencias sobre Arte. Se le han otorgado importantes reconocimientos, pero el mayor ha sido el de las editoriales que le han publicado mas de 14 libros y las revistas académicas de América Latina, España y Estados Unidos de América que recogen en sus páginas alrededor de 200 artículos. La prensa periódica llevó a ojos del público general y especializado unos 500 comentarios sobre cine de su autoría.
Hace años le propusimos a la dirección de la filial holguinera de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) que homenajearan los aniversarios de publicación de algunos de sus libros, así como conferencias, artículos… El primer libro que se escogió fue el del colega José Rojas Bez: Las literaturas egipcia, mesopotámica y hebrea. En la añeja tertulia Café Literario que en la tarde de cada jueves dirige Manuel García Verdecia, desde hace más de 20 años, se efectuó el justo homenaje. En una ojeada se pudo comprobar que el referido volumen se utiliza en varios programas de estudio de distintas universidades. No obstante‚ aún no es lo suficientemente conocido.
Su importancia radica en que ofrece amplia información sobre el devenir literario —obras, géneros, temas, imágenes, formas, contextos— de estas culturas fundacionales. Se está ante una especie de monografía sobre la literatura egipcia, mesopotámica y hebrea, sin dejar de subrayar a la vez, en cada una, ciertos influjos y vínculos con las demás o con otras cercanas. Si bien se centra en las producciones literarias, en los textos escritos no deja de extender su mirada hacia el acontecer histórico en que van surgiendo y la cultura general que los alienta.
Además de los tres ensayos o estudios monográficos centrales, el libro ofrece un cuadro histórico comparativo entre esas culturas, un ensayo sobre el cuento egipcio Los tres hermanos y otro breve sobre el Cantar de los Cantares, así como un capítulo central sobre otras regiones culturales influyentes. Nos acercamos a José Rojas, quien me respondió a mis interrogantes con la amabilidad que lo caracteriza.
¿Por qué ese interés por la literatura de las antiguas civilizaciones?
-Se suman muchas direcciones y circunstancias complementarias. Una de ellas, vocacional y sentimental, el gran interés y gusto por las obras y frutos generales de estas culturas. Aún recuerdo a mis abuelos libaneses, donde no faltaban ancestros sirios y egipcios, hablarme desde bien niño sobre todo ello e incluso leerme algunos libros que habían traído en sus valijas con amor por sus antiguas culturas, sin menoscabo de la fe cristiana que profesaban.
Pesó además otra circunstancia, ya no personal como las dos anteriores —mis abuelos y mi trabajo como profesor de Literatura—‚ sino más bien una deficiencia social: la extrema escasez, la casi inexistencia de textos de y sobre Egipto, Mesopotamia y los hebreos. En realidad esta circunstancia era prácticamente mundial, exceptuando ciertas editoriales y grupos élites fundamentalmente europeos, pero en Cuba más aún. Había, pues, que subsanar la necesidad y hacer ver cuánto de valioso tenían estas obras para la literatura y la cultura en general. Ya en los planes de estudio de los, en aquel entonces, Institutos Superiores Pedagógicos, se habían dado ciertos precedentes con las selecciones de lectura o recopilaciones preparadas por algunos académicos, entre ellos la siempre bien recordada Rosario Mañalich. Era un avance y un sustento.
La cuarta circunstancia, yo diría que decisiva, fue el surgimiento de la Editorial Oriente, en Santiago de Cuba, con gran pujanza y, además, la presencia de un director y un grupo de editores y asesores, donde figuraban personas cultas o verdaderas amantes de la cultura (que es mejor aún), en fin‚ capaces de leer y valorar con seriedad el manuscrito, que fue entregado a dicha editorial en 1984. Pasaron tres años de evaluación. Supongo que se necesitarían muchas defensas de su idoneidad por parte de los editores, en la cual (llegué a enterarme pasados muchos años) tuvo gran peso el aval favorable de la Dra. Adolfina Cosío, a quien no conocí hasta muchísimo después. El libro entró en el plan de publicaciones en 1987. Claro, había un gran «colchón», como llaman los editores a los libros que esperan por su publicación. Le tocó entrar en imprenta en el año 1989, como dice su copyright y su nota de impresión; y comenzó a venderse en febrero de 1990, para agotarse cuatro semanas después, en un mes de ventas.
¿Logras interrelacionar cada una de estas literaturas?
-Quien se interese por una sola de ellas —la egipcia, la mesopotámica o la hebrea— no le podrá ser ajeno y menos caprichoso que existan ciertas alusiones e interrelaciones sobre las otras dos. Existe así un ensayo sobre la Literatura egipcia, uno sobre la mesopotámica y otro sobre la hebrea, pero cada uno establece breves «rememoraciones» o instaura puentes entre las otras literaturas.
¿Pese a lo distante de esas civilizaciones en el tiempo‚ hablas con gran pasión sobre cada una de ellas?
-Aunque uno no comparta las creencias egipcias y aunque uno no comparta para nada, de ningún modo, el afán conquistador, formador de imperios tan común no solo en Egipto, sino en todas las civilizaciones de entonces (y en muchas de hoy); aunque uno no comparta muchísimas cosas de los egipcios y los mesopotámicos, por ejemplo, de todos modos no puede dejar de reconocer sus glorias, sus hallazgos civilizatorios y culturales, desde la creación de la escritura y las primeras ciudades hasta miles de logros más. No faltan, sino más bien, predominan los tonos de admiración, reconocedores de los aportes, específicamente en lo literario, de estas culturas que no solo crearon sino llevaron a un indudable esplendor, las primeras literaturas de la humanidad.
¿Este libro tuvo un antecedente en tu producción?
-En cierta medida, este libro no pudo ser producto directo, inmediato, sino fruto de una maduración previa, de diversos trabajos anteriores circulados internamente en medios académicos y en algunas publicaciones más restringidas. Pero uno de ellos, el apéndice sobre el Cantar de los Cantares sí apareció ya, en marzo de 1980, en el número 37 de la revista Santiago, de la Universidad de Oriente.
¿Crees que se pudo hacer «popular» este libro y motivar la lectura más allá de los especialistas?
-Sí. Absolutamente. La edición, cinco mil ejemplares, número grande pero no tan sorprendente en aquel entonces para las librerías cubanas, se agotó en un mes. Como ves, te enseño este recorte, buen recuerdo mío, de las estadísticas de la revista Bohemia. Cuatro semanas entre los más vendidos del país, y agotado en un mes. Después, las opiniones recibidas fueron buenas, desde distintas perspectivas y profesiones de fe y de trabajo. Entonces, ¿qué mejor respuesta? El libro, según propósitos del autor y opiniones de lectores, posee aún los méritos en cuanto a su amena lectura por ser coloquial, motivador y habitualmente más seductor que definitivo. Ha funcionado como posible texto para la enseñanza y para lectores interesados en la temática.
¿Tuvo continuidad en tu creación este libro, tienes otros títulos sobre esta temática?
-No seguí trabajando públicamente esta línea específica. Pero fue por motivos más bien laborales: empleos, cuestiones de salarios, otras demandas y exigencias, proyectos…
¿Por qué laborales?
-Al fundarse —más exactamente, cuando fundamos, pues soy cofundador— la entonces llamada Facultad de Cine, Radio y Televisión del Instituto Superior de Arte, comencé a trabajar para dicha institución, y se invirtió la prioridad. Antes de 1990 me dedicaba fundamentalmente a la Literatura y en segundo plano al cine y los medios audiovisuales (mi columna de crítica de cine y mi labor con el cine-club). Entonces dediqué mis mayores esfuerzos a la estética, la teoría del arte y la semiótica del cine y el audio visual; aunque sin abandonar, incluso hoy, la literatura y la cultura general, quizás más íntimamente la española e iberoamericana, con continuas lecturas e investigaciones.
En literatura y cultura general, mantuve esporádicas colaboraciones con revistas como la Universidad de La Habana y el anuario Nombres Propios de la Fundación Carolina, y en ocasiones singulares con otras como el anuario del Centro Benjamín Carrión (de Quito), Torre de Papel (de la Universidad de Iowa), Cuadernos Americanos (de la UNAM) y Meditaçoes Filosóficas (de Minas Gerais).
¿Cuál crees que fue el aporte más importante de tu libro?
-En primer lugar, ya el mismo tema, o temas. La posibilidad de favorecer el conocimiento, interés y amor por las literaturas egipcia, mesopotámica y hebrea entre nuestros lectores generales. Conocer y admirar cuánto implicaron histórica, cultural y poéticamente, con sus influjos reales y potenciales sobre el presente.
Íntimamente ligado a ello, el haber sido escrito desde aquí y entonces, es decir, desde Cuba, desde el ámbito y una sensibilidad latinoamericana. El ámbito es visible y reconocible, claro. La sensibilidad no es tan visible, pero existe, y todo está pensado como ser de este mundo y no de otro, lo cual no quiere decir “ajeno al otro” porque —y es una de las máximas del libro— nada humano me es ajeno‚ aparte de que casi toda la bibliografía utilizada tenía que ser necesariamente plural‚ viniera del campo de saber y el contexto que fuera: cubano, latino y, por qué no, universal. Fue un libro concebido para el lector cubano de aquel entonces‚ pero también para el de otro momento y para el de otros lugares. Porque, además, si buscas en Internet lo encontrarás referenciado e incluso recomendado en sitios y en programas docentes del mundo.
En segundo lugar, ciertas originalidades con relación a los textos precedentes incluso de las metrópolis. Por ejemplo, el plan histórico a la vez que de interrelaciones. La investigación y exposición del devenir histórico de estas tres culturas y literaturas, así como el señalamiento frecuente de vínculos verificados y también posibles entre obras y rasgos de una y otra.
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