¿Cuándo perdimos la galería como espacio sacro dentro de la evolución o permanencia de las artes visuales? Una pregunta que hay que hacernos si queremos reconocer la tibiedad o frialdad con la que se mueve el arte en la provincia de Holguín por aquello de que las exposiciones actuales en el Salón de la Ciudad son el termómetro con que se mide el mismo.
Los salones de la ciudad, han fungido como plataforma catalizadora de los artistas. Para aquellos que se inician en las lides de las artes visuales y aficionados resulta el espacio ideal para darse a conocer en el espectro creador, así como la participación de artistas consagrados con una línea de trabajo madura o bien llevada, deriva en una reafirmación de talento y prestigio al propio salón.
Abierta al público edición 38 del Salón de la Ciudad de Holguín (+Fotos)
No obstante, varios factores hacen de este, desde hace un tiempo, una recolección de piezas con temática libre en un punto donde la riqueza visual no alude a la diversidad de técnicas pictóricas utilizadas ni al número de obras presentadas si lo que se tiene en las manos no es la manifestación evolutiva del más talentoso sobre el menos experimentado en las competencias profesionales, sino la reafirmación de un estado permanente que nos lleva al declive de las artes en Holguín.
Muy pocas piezas han tenido el impacto renacentista que avivara el fuego artístico, así como la consabida y más que pedida de la reanimación del arte contemporáneo en las galerías holguineras, tema por el que es necesario adentrarse para analizar el recién inaugurado Salón de la Ciudad.
Si bien existe un proceso de selección para aunar las mejores piezas presentadas en el concurso, hay dos disyuntivas que nos remiten a replantearnos el poder de cada una, sería el criterio evaluador y la cantidad de piezas permitidas para “llenar” un salón, a esto, súmesele otras miradas conservadoras por el hecho de resultar una Institución financiada por el Estado y no libremente comercializadora y juzgadora desde el arte.
Los parámetros por los que se miden las obras resultan muy sencillos: una técnica bien elaborada y un discurso sólido, la conjunción de estos criterios permiten al jurado seleccionar las mejores piezas presentadas, sin embargo, la decantación de ciertos artistas que por compromiso institucional deben entrar dentro de la exposición, es perceptible.
Yuricel Moreno, actual directora del Centro Provincial del Arte, comenta que curar una muestra colectiva, competitiva y de temática libre implica que el criterio de selección primordial sea la calidad de las obras, sin que medien otros aspectos que puedan interferir en el juicio de quienes tienen esa responsabilidad, pero nunca ocurre así, o al menos, no con el rigor deseado.
“Se trabaja con las obras presentadas a partir de la promoción que se le haya dado al evento y de los atractivos que este ofrezca para los artistas. En dependencia de ello será la calidad de lo recibido. Un premio de seis mil pesos es irrisorio para todo lo que invierte un artista de la plástica en la producción de su obra”.
Pese a esta circunstancia, la calidad de la obra no se ve sesgada por la falta de materiales en gran medida. Entiéndase por esto a la desigualdad de conceptos en cuanto a factura e inversión monetaria. Una obra puede ser grandiosa si logra una fusión entre técnica y concepto, donde la maestría en la primera no solo resalta la habilidad del artista, sino que también sirve como vehículo para transmitir ese concepto deseado.
La capacidad de una obra para evocar emociones, cuestionar realidades y conectar con el espectador es fundamental, ya que el arte trasciende lo meramente estético para convertirse en un reflejo crítico de la sociedad y la condición humana. Además, la elección de materiales y técnicas debe ser intencionada y adecuada al mensaje, lo que implica un conocimiento profundo de las herramientas disponibles y su potencial.
La originalidad del concepto también desempeña un papel crucial; una obra que desafía las convenciones o que presenta una perspectiva innovadora sobre temas universales tiende a ser mejor valorada. En este sentido, la obra debe ser capaz de dialogar con su contexto histórico y cultural, enriqueciendo así su significado y relevancia en el panorama artístico contemporáneo.
Se dice que la mejor etapa de las artes visuales en la provincia fue la de los años 80-90 y 2000, donde podía palparse el florecimiento intelectual en horas oscuras por la diversidad de formatos y materias primas en la creación artística como el caso del uso del papel cartucho en piezas más contemporáneas donde lo establecido por el arte academicista eran formatos convencionales y de cierta calidad, así como la introducción del videoarte y el performance como parte de este movimiento de avanzada.
En el caso específico de esta muestra se hace latente la prefiguración de salones abarrotados, aunque las piezas no tengan un elevado nivel estético y conceptual, lo vemos en la colocación de obras en las paredes de la entrada que resultan casi imperceptibles, donde la iluminación es escasa, por no mencionar la falta de luces incidentales que infieran un poder sobre la pieza en cuestión.
Con la presencia de más de 30 artistas entre estudiantes, consagrados y aficionados; se erigen 52 obras con diversas técnicas desde el libro arte hasta la instalación, pasando por la pintura, el grabado y la escultura que trabajan sobre todo la idea de la figura humana desde la más ilustrativa hasta la más surrealista.
En este sentido es válido reconocer la participación de los estudiantes de la Academia Regional de Artes Plásticas “El Alba” que aportaron una frescura, más que necesaria, al salón. Aunque la mayoría de trabajos presentados resulten ejercicios académicos, la tutela que lleva la escuela ha permitido que se introduzca cada vez más la experimentación, así vemos el caso más atrevido de estas obras, tomando como punto de inflexión al grabado.
Isabella Catalá Sarmiento, Daliana Nathalí Seoane Avila y Katerin Machín Malcolm son tres de las estudiantes más audaces que hicieron trabajos con la matriz e impresiones mixtas que con una marcada influencia de su profesor Yosvani Rodríguez Batista han conseguido experimentar con el grabado, lo que revitaliza esta técnica que hace tiempo se encontraba en detrimento por la pérdida del Taller de Grabado y otros factores dentro del proceso de enseñanza.

El propio Yosvani, director además de “El Alba”, reconoce el incentivo de los más jóvenes por el grabado y las diversas formas de trabajarlo, en un afán también de regresar el esplendor antes mantenido de esta técnica en la provincia.
Por supuesto, que se puede hacer más por el grabado en la provincia. Tenemos egresados de la academia que lo profesan como es el caso de Cristhian Escalona, que ya perfilaba como un artista contemporáneo y con miradas más novedosas, y otros que no lo ejercen, aunque un golpe duro hacia nuestra profesión como grabadores ha sido la pérdida del Taller de Grabado donde tenemos la segunda prensa litográfica del país, en desuso ahora mismo – aportó Rodríguez.
De igual forma el trabajo con la matriz hace posible un ambiente más instalable , la exaltación de los relieves y la idea de una reproducción sin ser hecha donde estas pueden enfrentarse como obras distintas conceptual y materialmente, ya sea el mapa de Cuba al revés o la torre de vigilancia referenciada en la obra “1984” del escritor inglés George Orwell.

Pero más que nuevos especímenes, la galería era un congelador donde no se veía nada más que piezas que transitaban en su mayoría, por las mismas líneas atemporales, con un discurso ajeno a la realidad que nos afecta y que no celebraban el conocimiento sobre la historia del arte, teniendo referencias tan conocidas de pintores de factura internacional como Lucian Freud.
Una especie de naturaleza muerta con hierbas que a pedazos representaba la emoción del artista en una pieza bien laborada como el caso de “MÍRAME así: rodeada de CLARIDAD como un nido de temblores… Ya me he ido: Soy lo que queda de nada” de Yanelis Esquijarosa Abradelo, una instalación de dimensiones variables en una magnífica ejecución del tejido de seis obras, bañadas en pulpas papeleras diferentes, unas naturales y otras recicladas; y en otras partes eran solo marcos con intención colocados en la pared.
Foto: “MÍRAME así: rodeada de CLARIDAD como un nido de temblores… Ya me he ido: Soy lo que queda de nada” de Yanelis Esquijarosa (instalación)
Asimismo, la escasez alarmante de piezas tridimensionales como es el caso de la escultura, nos denota la improductividad en este sentido, donde el discurso de las mismas, también bajo la figuración humana se queda en la idea y no llega al concepto, sin que medien otros elementos contemporáneos que puedan transgredir el espacio galérico y representar un ícono apreciativo de grandes proporciones, aunque la expresividad en los rostros y los símbolos implícitos en esta nos aludan a cierta temática trabajada.
A la luz de estas ideas, ¿qué vale más, la imagen de un salón lleno o un verdadero salón con piezas acorde con los estándares exigidos? Tal vez hubiese resultado más fácil mostrar 10 piezas con criterios para una galería que 52 que se quedan a medio camino.

El trabajo entonces del jurado de selección ayuda al curador a desmembrar las piezas y darle un orden en la futura exposición, más al tratarse de muestras colectivas sin una temática definida y donde se corre el riesgo de convertirse en un ejercicio de disgregación artística.
He ahí donde converge la labor del curador, acto valeroso de por sí y con una importante carga discursiva de la expo final, al ser este el encargado de que las obras interaccionen de manera orgánica sin que una opaque a la otra, creando un espacio donde las interpretaciones son múltiples y fluidas.
En este sentido, el curador actúa como un mediador, guiando al espectador a través de un laberinto de significados, donde cada obra se convierte en un punto de partida para nuevas narrativas y reflexiones por ende: “El curador, gran personaje de la actualidad, plantea el proyecto, su idea, luego selecciona, jerarquiza, media entre el artista y la obra, desecha y al final, legitima. Será un agente activo en el ejercicio de los valores estéticos y su puesta en escena. El curador investiga, selecciona y exhibe. Con este trabajo en la institución como arte, se ponen a prueba y en práctica, los tres elementos básicos de la curaduría: el artista, el curador y el público”.1
La curaduría se convierte, per se, en un acto de responsabilidad y discernimiento, donde la visión de el o los especialistas debe guiar la selección hacia obras que, aunque sean pocas, resalten por su calidad y originalidad. La saturación de piezas inferiores no solo diluye el impacto de las obras más destacadas, sino que también puede desincentivar al público a involucrarse con el arte, al presentarlo como un campo donde la excelencia no es prioritaria.
Un salón de la ciudad que se enfoque en la calidad, en lugar de la cantidad, podría servir como un modelo a seguir, probando que el arte tiene el poder de conmover y provocar reflexión cuando se presenta de manera cuidadosa y selectiva. No es elitismo, es la veneración del talento y la perspicacia a la hora de elaborar obras con una factura elevada y que enriquezcan el espectro cultural holguinero.
Esperemos que este no sea solo la legitimación del más dulce de los cementerios, ni la perdurabilidad de billetes falsos, ni una especie de proyecto conmemorativo con afanes de vanagloria, sino una mirada crítica a la producción artística en la provincia de Holguín.
1.-Referencia al estudio “Reflexiones en torno a la curaduría de arte. Experiencias en Cuba”, realizado por Margarita González Lorente.
- El Grabado desde la Academia - 8 de febrero de 2025
- Preparan festival audiovisual Por Primera Vez - 6 de febrero de 2025
- Una oficina rural - 6 de febrero de 2025