Enamorarse es fácil, amar es un poco más difícil

La experiencia de un amor romántico pasa por diferentes etapas y se experimenta de diferentes formas. Puede ir desde el amor a primera vista hasta una asimilación más profunda que lleva meses, inclusive años, para alcanzar el punto de maduración. En la vida real el amor instantáneo, el que llamamos a primera vista, es la excepción y no la regla. En este asunto viene bien hacerse la siguiente pregunta: ¿Estar enamorado es lo mismo que amar? Es frecuente que se suelan confundir algunos estados emocionales y psicológicos, siendo el caso del amor y del enamoramiento. Estas dos emociones son sin lugar a dudas muy parecidas, pero no son lo mismo. Por ello es necesario distinguir entre amar y estar enamorado, si hay confusión en esto no se pueden tomar las mejores decisiones para una vida en pareja.

En principio, el amor aparece cuando se conoce a una persona profundamente, cuando se quiere a otro y se aceptan sus características, tanto las positivas como las negativas. En cambio, el enamoramiento lo podemos considerar como el estado inicial, aquel en el que aparece la atracción, las ganas de conocer en mayor profundidad a la otra persona.

El amor es un sentimiento que siente una persona hacia otra que conoce de manera íntima y personal. Para querer a alguien en el sentido amoroso, es necesario haber pasado tiempo con esa persona, haber compartido experiencias juntos y conocer todo lo bueno y todo lo malo del otro, aceptándolo en la máxima plenitud.

La teoría del amor de Sternberg

Robert Sternberg, es un psicólogo estadounidense, profesor de la Universidad de Yale, muy conocido por su teoría sobre el amor y las relaciones interpersonales. Para Sternberg, el amor está compuesto por tres cualidades que se manifiestan en cualquier relación amorosa: intimidad, pasión y compromiso. Estos elementos, en la práctica, se entremezclan entre sí, pero saber distinguirlos en un marco teórico nos ayuda a comprender el fenómeno del amor y a reconocer mejor sus matices y detalles. A continuación te ofrezco una breve explicación acerca de ellos.

Intimidad: La intimidad hace referencia al sentimiento de cercanía, a la conexión entre las dos personas que forman parte de la historia de amor, a la confianza entre ellos, a la amistad y al afecto.

Pasión: Este componente es la excitación o la energía de la relación. Los sentimientos de la atracción física y el impulso o la necesidad de estar con la otra persona y de tener relaciones íntimas.

Compromiso: Hace referencia a la decisión de seguir en la relación a pesar de los altibajos que puedan surgir. Incluye aspectos como los momentos vividos, la historia de la relación, entre otros.

Estos tres elementos representan las esquinas de la pirámide de la teoría de Sternberg, con la intimidad en el punto más alto y el compromiso y la pasión a los lados. Dependiendo de las combinaciones que se produzcan entre estos componentes, las relaciones amorosas serán distintas. Por ejemplo, en una nueva relación, la pasión predomina por encima de la intimidad y el compromiso.

Enamorarse es fácil, amar es un poco más difícil 0Por su parte el enamoramiento es la atracción irresistible hacia una persona que se llega a absorber casi por completo. Emoción, pasión y sentimiento se entremezclan entre sí, provocando entusiasmo erótico y necesidad de una relación interpersonal. Con el deseo y la afinidad se asocia un estado de “encantamiento” por una persona concreta, que es percibida como única e insustituible, promoviendo impulsos de unión, entrega, posesión y gozo con el otro.

Los sentimientos de ternura y de reciprocidad se unen a las fantasías y actitudes de proximidad y contacto. Es un estado temporal que va unido al grado de conocimiento mutuo. El sujeto enamorado es dominado por una emoción que coincide con una serie de circunstancias: el alto nivel de novedad, compartir constantemente actividades de ocio lo cual actúa como reforzante, bajo nivel de responsabilidades y obligaciones; alto nivel de refuerzo mutuo y expectativas respecto a compartir con la persona objeto del enamoramiento.

El enamoramiento se acompaña de un estado fisiológico de exaltación: taquicardia, respiraciones rápidas, oleadas de calor y euforia, todo ello provocado por la presencia de la persona o por el simple hecho de pensar en ella. Se alteran la conciencia y las percepciones, se exacerba la sensibilidad, en algunos ocurre pérdida de peso o adelgazamiento y, a veces, la preocupación constante por los pensamientos y los deseos de la persona amada llega a tintes obsesivos.

Estas reacciones fisiológicas son desencadenadas por sustancias como la difeniletilamina, la dopamina o la adrenalina, que se liberan a nivel cerebral produciendo la euforia y el encantamiento. El cerebro se defiende de tal estado de alerta alternando la segregación de esas sustancias con la de endorfinas, que proporcionan sensación de relajación, lo cual incrementa su propiedad adictiva.

Algunos aspectos psicosociales propios del enamoramiento son: la reciprocidad, la proximidad espacial y la accesibilidad, la similitud en las actitudes, la expectación, la comunicación y las excitaciones emocionales.

En el artículo titulado “Del enamoramiento al amor: el juego de luces y sombras”, su autora, Florence Thomas, psicóloga francesa, señala:

“Es tan fácil enamorarse y tan difícil amar. Es tan fácil enamorarse una noche de luna llena; dejarse seducir por un discurso transgresor en un amanecer de bohemia, por una comida íntima a la luz de una vela, por una discusión política acalorada, por unos brazos que nos encierran en la tibieza de unas sábanas al amanecer, por un beso que nos sabe a eternidad en una fría noche. (…) La intensidad amorosa que caracteriza el enamoramiento no está hecha para durar sino para hechizarnos, para romper súbitamente la trama de la cotidianidad. En el enamoramiento, el imaginario arcaico toma la delantera y abre la puerta al deseo de fusión y da lugar a la ilusión de poder perderse en el otro”.

Aprendemos pronto que el otro subsiste siempre en su diferencia. El otro, decía Sartre, representa el límite de mi libertad. Y es entonces cuando puede llegar el amor. El encuentro mágico de los primeros días o meses no puede durar porque descansa sobre algo incontrolable y frágil. Ese algo difícil de definir que llamamos intensidad amorosa, que no sobrevive a los ronquidos del segundo año de convivencia, a la piyama, esa prenda tan absolutamente antiestética y matapasiones, a las neurosis de los lunes por la mañana, al llanto nocturno del primer hijo, al lavaplatos con vajillas sucias, al mal genio menstrual y a las cuentas de los servicios que vuelven más regularmente que la misma menstruación.

Pero el amor está; y el amor, cuando sabemos amansarlo, cuando aprendemos a dialogar con él, a nutrirlo del mundo exterior, puede cumplir sus promesas. Es un ejercicio sumamente difícil pero posible, siempre y cuando uno esté dispuesto a considerar esta mutación del enamoramiento en el amor, no como una degradación sino como un posible enriquecimiento mutuo.

El amor demanda creatividad para aprender a jugar con los fantasmas que resultan de las historias de cada cual, aceptando con generosidad que ese otro soñado es un otro real y, por consiguiente, diferente. Reconocerse iguales en la diferencia es ya un inicio de crecimiento en ese amor.

Se entiende entonces que lo que mata el amor es el mito del amor, es decir esa intensidad amorosa fusional que representa el imaginario por excelencia del amor. Pero el amor no es ningún paraíso perdido; es un juego de sombras y luces, de complicidad e incomprensión, de frustraciones y alegrías, de cansancios y reencuentros de seres complejos y diferentes, que se desean y se hablan, se afrontan y se encuentran sin nunca fusionarse como lo quisiera el mito.

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