tumba, mambí, Cuba
Bajo frondosos laureles en El Cacahual se ha erigido el monumento al último mambí. Foto: Felicia Hondal/Archivo

La olvidada tumba del mambí

¿Qué ocurría con el cadáver del mambí? ¿Cómo se le llamaba a los insurrectos cubanos caídos en combate? ¿Qué hacían sus compañeros? Es una pregunta que pocos se han hecho, y es de suma importancia para conocer el imaginario de los independentistas sobre la muerte. Siempre que era posible se rescataba el cadáver del compañero caído en combate.

Un ejemplo elocuente de esto fue la muerte del Coronel Felipe Herrero, un mexicano que combatió y murió por Cuba Libre. Uno de los compañeros de este combatiente, noble y olvidado nos recuerda que:

“Cayó de su caballo y entonces algunos números de la Caballería sostenidos por los disparos del Capn. Rivero y Subt. Almaguer, hicieron los esfuerzos imaginables para sacar el cadáver y libertarlo del enemigo, el que sin duda envalentonado por el poco número y la debilidad del fuego avanzaba á paso de carga. Recibí aviso de lo que pasaba y fue dando avanzar la infantería (Regimiento Yara, Guerrilla) logrando después de media hora de fuego, rescatar el cadáver. Tuve dos heridos”.[1]

Ese cuidado no solo se tenía con altos oficiales si no con mambises de filas. El Coronel Francisco Estrada Céspedes, al ser informado, en un combate, que un sargento de su escolta fue muerto y el cadáver había quedado en el territorio batido por el fuego contrario, no dudó en tomar una resolución desesperada: “Cogí ocho hombres para que me acompañasen con la resolución de perecer todos antes que el quedara en poder de los españoles”. [2]

Producto de la temeridad por rescatar el cuerpo abatido cuatro combatientes fueron heridos, entre ellos, el propio Coronel Estrada. El General que dirigía aquella fuerza le ordenó a uno de sus subordinados:  “… que fuesen a arrancar … ” [3] de sus posiciones, en la extrema vanguardia, a los que todavía intentaban rescatar el cadáver del compañero.

Los cuerpos no eran abandonados a merced de la naturaleza. Al campo mambí se habían trasladado las costumbres funerarias cubanas. Se intentaba realizar una ceremonia lo más decorosa posible.

Hay una descripción de las honras fúnebres de Francisco Maceo Osorio, fallecido el 16 de noviembre de 1873, donde se refleja esta tradición. Carlos Manuel de Céspedes participó en ellas. Las que describió en estos términos:

“Lo habían vestido con decencia, atándole un pañuelo de la cabeza a la barba, y lo habían puesto dentro de una especie de caja larga, sin tapa, hecha de varitas verdes. (…) Cargándole 4 libertos semidesnudos (…) Aunque sin ceremonias, lo más le echamos un puñado de tierra: luego se le cubrió enteramente y por último se le pusieron encima muchas piedras sueltas; ordinario túmulo de los mambises. Allá despedimos el duelo y volvimos á la casa mortuoria, en la que nos dieron á cada uno una taza de café, y finalmente en dispersión regresamos á nuestros ranchos”. [4]

En este caso Carlos Manuel actuó con la altura de espíritu al rendirle tributo al mambí fallecido. Maceo Osorio fue un enemigo implacable de Céspedes y uno de los que con más energía actuó para deponerlo. Al ser destituido este se unió a quienes lo humillaron y abandonaron.

Por la intensidad de la campaña, en ocasiones, no había tiempo, ni medios de construir un ataúd por rústico que fuese. En esos casos al difunto se le envolvía en yaguas. Ese es el origen de una arraigada expresión popular: la yagua que está para ti no hay vaca que se la coma.

La carne humana no era dejada, en ningún caso, al contacto directo con la tierra. Separación esencial entre lo humano y el simple instinto animal de abandonar al de la especie a la naturaleza sin otro preámbulo.

Este respeto por el cadáver del compañero caído formaba parte del universo espiritual de la resistencia insurrecta. El mambí sabía que en caso de ser herido siempre se haría todo lo posible por no dejarlo abandonado, incluso su cadáver sería rescatado y se le brindarían las honras fúnebres establecidas en la sociedad cubana.

Bibliografía

[1]   Archivo Nacional de Cuba. Donativos y Remisiones, Legajo 157 # 46-16.  Publicado abreviado en el periódico La Independencia.  Órgano de los pueblos hispanoamericanos, Nueva York, 19/11/1874. Año II No. 98.
[2]  Francisco Estrada Céspedes, Cartas familiares, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, 1969,  p 118.
[3] Idem.
[4] Eusebio Leal Spengler.  Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido. Publicimex  S.A,. Ciudad de La Habana, 1992,   p 180-181.

José Miguel Abreu Cardet
Últimas entradas de José Miguel Abreu Cardet (ver todo)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

once + dos =