Hoy, 67 años después de las acciones que liberaron los poblados de Sagua de Tánamo y Cayo Mambí permanece vivo en la memoria de un pueblo que se honra con el título de «Ciudad Mártir».
Una tensa calma cubrió Sagua de Tánamo la noche del 16 de diciembre de 1958. Era el preludio del combate definitivo. Esta operación, una de las más largas y complejas del II Frente Oriental Frank País, derribó un último baluarte de la tiranía en el norte oriental y abrió el camino a la victoria final.
La acción respondió a un plan meticuloso, concebido en la Sierra Maestra y ejecutado con precisión. Bajo el mando del entonces Comandante Raúl Castro Ruz, líder del II Frente, las tropas rebeldes iniciaron el cerco a Sagua de Tánamo a principios de noviembre de 1958.
El objetivo era inmovilizar y aislar a las fuerzas enemigas, atrincheradas en trece posiciones dentro del pueblo, incluido el Ayuntamiento. Para lograrlo, combatientes de la Columna 19 «José Tey» —al mando del Comandante Belarmino Castilla Más (Aníbal)— y de la Columna 17 «Abel Santamaría» —dirigida por el Comandante Jorge Enrique Lussón Battle— establecieron un bloqueo férreo.
El sitio fue tan efectivo que la vida en la ciudad se tornó insoportable por la escasez extrema de alimentos y medicinas. Fuera del perímetro, los rebeldes no solo hostigaban militarmente, sino que también organizaban una administración incipiente, recaudando apoyo en la zona ya liberada.
Tras más de 40 días de cerco, llegó la orden del asalto final. En la noche del 16 de diciembre, unos 180 rebeldes lanzaron un ataque coordinado y simultáneo desde múltiples puntos. La ofensiva sorprendió a una guarnición enemiga superior en número y armamento, pero ya desmoralizada y aislada.
Los combates fueron intensos, casa por casa. Los rebeldes tomaron posiciones clave: la planta eléctrica, una descascaradora de café y el cementerio. A pesar de la feroz resistencia, el centro del poblado quedó bajo su control al amanecer del 17.
La batalla continuó por una semana, combinando la acción militar con una campaña de persuasión hacia los soldados sitiados, a quienes se instaba por altoparlantes a deponer las armas. Finalmente, el 24 de diciembre de 1958, la guarnición de Sagua de Tánamo capituló. Poco después, las tropas batistianas en Cayo Mambí corrieron la misma suerte, consolidándose una victoria estratégica total.
Este triunfo no habría sido posible sin el apoyo masivo de la población civil. Los campesinos ofrecieron información, alimento y refugio. El símbolo máximo de este ingenio popular fue el «Caballo de Troya»: un camión que obreros de Yamanigüey (Moa) blindaron con acero y equiparon con una torreta y ametralladora. Este «tanque criollo», hoy una reliquia conservada, fue un arma formidable que representa la unión indisoluble entre el Ejército Rebelde y el pueblo.
La victoria tuvo un impacto inmediato: permitió capturar importantes pertrechos y abrió el camino para la liberación de Mayarí el 31 de diciembre, marcando el avance incontenible de la Revolución.
A 67 años, aquel legado se conmemora con orgullo. Los pueblos de Sagua de Tánamo y Cayo Mambí honran su historia con actos, peregrinaciones y el reconocimiento a las nuevas generaciones que asumen el compromiso patrio. El «Caballo de Troya» sigue siendo punto de encuentro y reflexión.
La toma de Sagua de Tánamo y Cayo Mambí fue más que una batalla: fue una demostración de estrategia, valor y unidad popular bajo la guía del II Frente Oriental «Frank País». Un frente que no solo fue una fuerza militar, sino un verdadero gobierno en armas que organizó escuelas, hospitales y justicia en el territorio liberado, prefigurando el futuro de la Cuba revolucionaria. Su historia, vibrante y ejemplar, sigue siendo brújula para el presente.
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