El accionar de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en los tiempos actuales induce diversos y discutibles puntos de vista. Este domingo, la mayor organización de masas de Cuba celebra su 65 aniversario, y a pesar de las deficiencias que aún persisten en su funcionamiento, continúan vigentes las razones históricas y sociales por las cuales fue creada el 28 de septiembre de 1960.
Revitalizar y fortalecer a los CDR es un reto que responde a la dinámica y transformación de la sociedad cubana y, en ese sentido, queda mucho por hacer teniendo en cuenta la experiencia de generaciones anteriores y los intereses y necesidades de los cubanos de hoy.
A partir de las circunstancias sociales, económicas y políticas actuales, los CDR tienen el desafío de incrementar la vigilancia en los barrios, dado el aumento de los índices de delitos que están afectando en estos momentos a la comunidad, pero también recuperar su papel como un eslabón vital en la preservación de la tranquilidad ciudadana.
Igualmente, se espera que estén llamados a un rol más activo en la prevención y enfrentamiento a indisciplinas sociales y manifestaciones delictivas en el barrio que son parte de nuestro día a día y que están dañando a la sociedad que deseamos construir.
Los CDR, a mi juicio, han disminuido su liderazgo para la movilización de los barrios en función de la higiene pública y la vigilancia a favor del bienestar social. Y aunque todavía agrupan a la mayoría de la población, se ha perdido en buena medida la unidad de la vecindad, así como la participación voluntaria y consciente de los vecinos en la solución de los problemas de la comunidad.
Por supuesto, es innegable el rol de los CDR en distintas etapas de la Revolución y su esencial contribución en las campañas de donación de sangre, aporte que continúa siendo muy valioso para el sistema de salud cubano.
Pero, como estructura de la comunidad y a partir de la realidad cubana, los Comités de Defensa de la Revolución están llamados a una mayor promoción de valores cívicos, a encontrar formas y estilos de trabajo innovadores adaptados a un entorno social y cultural influenciado por las nuevas tecnologías.
Otro de sus desafíos sería contribuir a la solución de problemas comunitarios con la participación activa de los jóvenes aunque no siempre compartan la misma visión de los fundadores de la organización. Se trata de coexistir en una sociedad donde mucho ha cambiado la manera en que las personas se comunican y organizan.
Toca ahora a los CDR, enfocados en las aspiraciones de todas las generaciones, fomentar un ambiente de cooperación y unidad para lograr preservar la esencia de sus logros y continuidad.
Apostar por acciones ambientales que contribuyan al saneamiento en los barrios, al cuidado de la propiedad social y a una mejor atención a las familias vulnerables.
Los CDR están convocados a ser un espacio de socialización en la comunidad donde se fomente el sentido de pertenencia y se identifiquen las problemáticas sociales que afectan al vecindario para asegurar así su evolución y permanencia, su papel y relevancia en la sociedad contemporánea.
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