En algunos de nuestros encuentros he comentado acerca de la educación y formación de nuestros hijos en el ámbito del hogar y la familia. La armonía y el equilibrio, las buenas maneras de comunicar mensajes para la vida, la estimulación temprana, las emociones en el niño y sus huellas, el autocontrol, el manejo de las perretas de los pequeños, son parte de los conocimientos elementales que necesitamos para criar a nuestros hijos, pero no los únicos.
No existen recetas o fórmulas estándares para la crianza adecuada. Los libros de consejería y autoayuda, los artículos que aparecen sobre el tema en esta columna, así como en revistas y sitios webs especializados en la temática por lo general promueven un acercamiento a las muy diversas problemáticas que cada madre, padre o familia puede presentar.
Cada persona es un mundo, cada familia también lo es
Hay un refrán o sentencia popular que plantea: “cada persona es un mundo”, lo mismo podemos decir de los hogares, las familias, las parejas y los matrimonios, pues cada uno de ellos tiene su propia dinámica, su propia manera de funcionar, sus propias normas, todo lo cual influye en cada uno de sus miembros como bien ha demostrado la teoría de sistemas aplicada al mundo familiar. No obstante, considero que todo sistema es susceptible de ser modificado, sobre todo vale la pena el intento y el esfuerzo si las situaciones que se dan en el mismo son convulsas, causan dificultades, malestares y provocan la inestabilidad emocional de cualquiera de sus miembros.
Sobre sugerencias, orientaciones y consejos
Resulta imposible que las sugerencias y orientaciones que propongo puedan seguirse “a pies juntillas”, pero sí pueden llamar la atención de madres, padres, maestros y adultos en general, hacerles pensar, cambiar de actitud en los casos que sea necesario, motivarlos a ampliar su información sobre la educación de los pequeños, y también puede servirles como una especie de guía. En el caso de que aún teniendo la información y haciendo lo que se considera correcto los resultados no sean los esperados, entonces sugiero acudir a especialistas de la psicología o la psiquiatría infantil.
Como tantos otros temas inherentes a los seres humanos este resulta muy amplio y complejo por lo que requiere de explicaciones claras y precisas, a veces generales y otras veces más particulares. En ocasiones es necesario reiterar y volver sobre algunos aspectos de significativa importancia o susceptibles de ser ampliados. En las próximas líneas comentaré sobre un asunto conocido al que me voy a referir como popularmente se le conoce: las descargas emocionales.

Las descargas emocionales, una necesidad tanto nuestra como de nuestros hijos
En el proceso de orientar y educar a nuestros hijos no podemos olvidar que ellos necesitan a veces de la descarga emocional como cualquiera de nosotros. En los adultos varios incidentes tales como exceso o problemas de trabajo, fatiga, problemas de salud, problemas de relación con la pareja, la familia, los amigos y compañeros de trabajo pueden provocar una “expansión emotiva” que, por lo general, no tiene mayores consecuencias pues los adultos tienen puntos de apoyo internos desarrollados, pero los niños carecen de ellos.
Si bien he comentado que debemos manejar los actos de explosión emocional en nuestros hijos no podemos dejar de tener en cuenta que siempre es necesario precisar bien si el pequeño, en las diferentes situaciones que se pueden presentar, manifiesta falta de autocontrol o se trata de otro asunto que requiera de atención especializada.
Los niños reúnen una gran carga de energía anímica ya que su sensibilidad está continuamente a prueba porque descubren y experimentan, casi de manera constante, nuevas sensaciones en la medida en que van transitando por la vida. En determinados momentos pueden sentirse mal y estar proclives a la irritación, lo cual conviene descubrir y atender. Es por ello que debemos actuar con prudencia.
Si el niño observa que somos pacientes y comprensivos, que interpretamos bien lo que le ocurre, que sabemos discernir entre cuando lo que le sucede es algo realmente importante y cuando es algo en forma de perreta o rabieta. Si el pequeño percibe que asumimos de manera ecuánime las diferentes situaciones que a él se le presentan, así como los cambios en su estado de ánimo, aprenderá a tener ese tipo de control interno que nosotros somos capaces de mostrar. Sus debilidades dejarán de serlo en la medida en que estemos preparados para ayudarlos de la forma más adecuada y beneficiosa ante cada situación a la que se enfrentan.

Algunos pequeños ofrecen lecciones de ecuanimidad a sus mayores
No es excepcional encontrar a pequeños que les dan una lección de ecuanimidad y cordura a sus mayores. Cuando esto ocurre nos admiramos, nos alegramos y hasta quedamos sorprendidos o perplejos. Lo comentamos con el resto de la familia, amistades y compañeros de trabajo.
En todos los hogares y escuelas, padres y maestros deben estar preparados para evitar que los niños y las niñas sufran estados emocionales fuertes. Es algo que puede resultar contraproducente, que no es bueno para los pequeños, como no es bueno para los adolescentes ni tampoco para los adultos.
Se hace necesario crear un buen clima emocional. La atmósfera ideal por la que debemos hacer serios intentos para alcanzar es aquella en que predomina el equilibrio. Y el equilibrio depende de muchos factores, desde no hablar en voz alta, la entonación de la voz cuando hablamos, los gestos, los actos, la higiene y el orden del hogar, el amor no sólo hacia el niño sino también el que se muestra y se comparte entre todos los miembros de la familia.
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