Convengamos que Vidas Ajenas, la telenovela brasileña que transmite la televisión cubana, es rara avis dentro del género.
Estrenada a finales de 2021 en el horario de las nueve de la noche de la Rede Globo —el más importante de la televisión brasileña, en el cual le precedieron producciones de altísima popularidad como Señora del Destino, El Rey del Ganado, La próxima Víctima o Avenida Brasil —, Vidas Ajenas propone un abordaje crítico a los fenómenos psicosociales, de una forma inusual en las telenovelas de su país.
Escrita por Lícia Manzo, autora de La Vida Sigue, llegó a las pantallas de los brasileños justo en las postrimerías del gobierno de Jair Bolsonaro, quien junto a sus infortunados secretarios de Cultura se encargó de ofender a los artistas en cada acción anticultural de su gestión.
No es por antojo que llegamos a la arista política del contexto en el que surge Vidas Ajenas, desde el propio tema de portada podemos percibir la esencia underground del audiovisual en marras, lógicamente, dentro de la telenovela latinoamericana, tan manejada para sostener patrones clasistas y patriarcales.
El tema musical de Baiana System y Manu Chao: Sulamericano, se aventura en la historia política de América Latina, sin grandes esfuerzos, porque parafraseando alguna de sus estrofas, las venas todavía están abiertas, y la memoria viva.
Esta telenovela está construida desde una perspectiva crítica y milimétricamente analizada de un Río de Janeiro deslumbrante y opulento a contramano de la ciudad violenta que también existe en los barrios marginalizados por la sociedad y las administraciones estatales, algo que pudimos ver sucintamente en Dos Caras (2007) y con mayor crudeza en Querer sin límites (2017), ambas producciones de la TV Globo.
La descripción de los conflictos no se queda en anécdotas populistas, los personajes cargan las injusticias y las alegrías de la ciudad, emociones captadas por la eficiencia de las tomas y los planos utilizados por la dirección de André Cámara.
Cada núcleo argumental evidencia una consecuencia y expone algunas de las causas de fenómenos que hacen parte del contradictorio momento que vive la humanidad, sin exceso de catarsis y con el respiro de una banda sonora diversa en colores y estilos.
El círculo dramático protagonizado por Renato/Cristian y Raví, pone en tela de juicio la enorme desigualdad de oportunidades y la dignidad de los individuos. Desde su inicio, con la muerte del gemelo problemático, denuncia la violencia y la injusticia que se impone por la inacción política y la normalización del trato inhumano.
Los personajes de la familia central, las hermanas Bárbara (Alinne Moraes), Nicole (Ana Baird) y Rebeca (Andréa Beltrão), su relación entre si y su entorno representan un festín interpretativo en una montaña rusa de emociones, frustraciones y deseos insatisfechos. Sin enterarnos siquiera estamos frente a un ejercicio de psicoanálisis social donde quedan expuestas las grandes debilidades humanas, ‘nuestra’ necesidad constante de validación y la inobjetable búsqueda de la felicidad.
Destacan las actuaciones de grandes figuras de la teledramaturgia brasileña como Marieta Severo como Doña Noca, Regina Braga en la piel de la psiquiatra Ana Virginia, Ana Beatriz Nogueira como la insoportable Elenice y José de Abreu como el anacrónico Santiago.
Extraordinaria claridad en los diálogos y la puesta en escena de Marieta Severo, Noca, con su nieta Lara, Andréia Horta; personaje que junto a la Ana Virginia de Regina Braga y a las situaciones de vulnerabilidad afectiva de Nicole, interpretada por Ana Baird, son la más elocuente demostración de la estirpe autoral de Manzo.
Parlamentos de profundidad, enfrentamientos de inenarrable carga emocional, tangibles solo por el probado talento de las actrices y actores implicados, y escenas concatenadas entre la verborragia y la reflexión son algunas de las cartas de presentación de la autora; La Vida Sigue (2011), Partes de Mí (2015) y más recientemente Vidas Ajenas lo confirman.
A esta altura del conflicto está claro que en ningún momento vamos a estar frente a una telenovela tradicional, donde hay un héroe intachable o una rivalidad canónica entre el bien y el mal. En Vidas Ajenas cualquiera puede ser un villano, según la premisa argumental no existe capacidad humana para encontrar tal perfección idílica en la acción y los sentimientos.
La audiencia brasileña no la acompañó con la acostumbrada fidelidad en su exhibición original. Además del momento de estreno para algunos inapropiado, en tiempos de fiestas populares, se enfrentó a la fragmentación de audiencias que recompone la producción y el consumo audiovisual en la actualidad y a los efectos de la pandemia, lo cual obligó a transformar las rutinas productivas de la televisora, convirtiendo a Vidas Ajenas en una telenovela cerrada, sin posibilidad de ser transformada para subir el rating.
Todo ello no disminuyen los valores de una telenovela que aporta mucho más de lo que resta, con una narrativa donde se desenmascara a la superficialidad y se aboga por una existencia más provechosa entre el buen vivir, la dignidad y la realización profesional y sentimental.
Vidas Ajenas no será la gran telenovela de la opinión de variopintos públicos, pero sí puede ser recordada como una producción con una buena dosis de interpretación, análisis peliagudos y cuestionamientos humanos.
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