Crónica para Mamá

No desfiles para conmemorar el trabajo invisible que moldea la sociedad. Por ti, mamá, celebramos ese esfuerzo constante, silencioso pero poderoso, que teje el entramado de nuestras vidas. No se trata de romantizar el sacrificio, sino de reconocer la labor fundamental que sostiene familias y comunidades.

La maternidad, en su diversa expresión, va más allá del acto biológico. Es decisión, compromiso, un contrato tácito con el futuro. Es la preocupación que empieza antes del amanecer y continúa mucho después del anochecer. No es un trabajo con horario ni paga, pero genera dividendos incalculables.

Desde la primera infancia, la madre es la guía, el refugio seguro. Enseña a hablar, a caminar, a entender el mundo. Aporta valores, establece límites, nutre la curiosidad. Impulsa sueños, consuela fracasos, celebra logros. Asume roles múltiples: enfermera, maestra, consejera, mediadora, amiga.

Pero la maternidad no es un camino individual. Se construye en comunidad, con el apoyo de familias, amigos, instituciones. Reconocer este contexto es crucial para aliviar la carga que a menudo recae sobre los hombros de la madre. Políticas públicas que faciliten el acceso a la salud, la educación, el cuidado infantil, son inversiones en el futuro de la sociedad.

Hoy, más que flores y regalos, se debe recordar lo preciadas que son. Necesitan tiempo, espacio, oportunidades. Necesitan ser escuchadas, valoradas, apoyadas. Necesitan una sociedad que reconozca su contribución y les brinde las herramientas para florecer, tanto en su rol de madres como en sus proyectos personales.

Porque la fuerza de una sociedad viene de sus individuos, moldeados por una crianza crucial de esas mujeres que dan hasta su vida si es necesario. Ese cuidado, en gran medida, comienza en el hogar, con la presencia silenciosa pero transformadora de las madres. Un silencio que, en realidad, es un eco resonante de amor, dedicación y esperanza.